Vinoble, ¿qué hay de nuevo, viejo?

Pregunta a un enólogo ya jubilado al cuarto de hora de pisar por primera vez el Alcázar este año.

–¿Cómo ves Vinoble?

–Jerez, jerez y más jerez.

Pregunta a otro enólogo, curiosamente también jubilado, después de dos días en el Salón.

–¿Cómo ves Vinoble?

–Me gusta el enfoque y se demuestra que la zona tiene atractivo, pero creo que hay demasiado jerez y que debería haber más vinos de fuera. En la variedad está el gusto y, para mi gusto, era mucho mejor cuando venían esos otros vinos que hacen que dejemos de mirarnos tanto el ombligo y ayudan a abrir la mente.

Es inevitable echar la vista atrás, a aquellas ediciones de Vinoble en las que dentro del Alcázar se hablaba tanto español como inglés, francés y portugués; aquellas ediciones en las que había un equipo de hasta una decena de intérpretes para la traducción simultánea de las catas y las presentaciones.

Sin mencionarlo expresamente, el propio presidente del Consejo Regulador, César Saldaña, reconoce que “quedan muchas cosas por hacer desde el punto de vista organizativo, cosas que tendremos que ver cómo se desarrollan estos días y, cuando termine, habrá que hacer un análisis y ver cómo mejorar”.

Ya habrá tiempo para hacer examen de conciencia una vez concluya el decimoprimer Vinoble, el del regreso a escena tras la pandemia y que, por tanto, es “muy ilusionante para el público”, señala Saldaña, quien echa no obstante en falta, en lo que al contenido se refiere, “algunas de las cosas buenas que tenían las primeras ediciones y que habría que retomar”, por ejemplo, “la mayor internacionalidad, aunque quizás este no era el año” por aquello del parón a causa de la pandemia.

A modo de reflexión inicial, el responsable institucional del vino de Jerez desliza que “lo principal en esta edición era recuperar la normalidad, pero tenemos que ponernos como objetivo recuperar la internacionalidad y ser lo suficientemente atractivos para otras categorías de vinos similares a las nuestras”.

No en vano, la invasión del jerez, con Montilla, Málaga y Condado como testigos y la presencia testimonial de otros vinos nobles españoles y extranjeros en la zona de expositores, impide ver más allá de la frontera de un chovinismo desmedido que tiene difícil vuelta atrás si no se le pone pronto remedio y que empieza a cansar a propios y extraños, pues si casi todo es jerez, lo mejor y lo peor de Vinoble será jerez. Y entre los vinos comerciales de Jerez hay de todo, hay “olorosos y horrorosos”, como apunta otro enólogo, en este caso en activo, que nos invita a catar una manzanilla joven que “jamás habría identificado en una cata a ciegas porque es como beberse la tabla periódica de los elementos químicos” por su exceso de mineralidad.

Para no irnos con mal sabor de boca, rápidamente lo enmienda con otras dos manzanillas sublimes, una joven y otra pasada, que hacen olvidar rápidamente el mal trago anterior.

Jerez y espumosos en las catas

Dentro de la recuperación de la normalidad a la que apunta el presidente del Consejo Regulador antes de volver a plantearse la universalidad –que se mantiene en cierta forma en las catas–, Vinoble supera su ecuador con una jornada tranquila, de menos a más, aunque sin grandes aglomeraciones en los distintos espacios habilitados en el Alcázar para el desarrollo de las actividades programadas.

Dentro de las catas, el predominio del jerez es patente como protagonista único de tres de las cuatro sesiones de este martes en la Mezquita, donde abre plaza Antonio Flores, enólogo de González Byass, con un paseo por el pasado, presente y futuro de la bodega, que arranca con la presentación de los tres nuevos ‘Vinos Finitos’, tres finos monovarietales de Palomino, Pedro Ximénez y Moscatel, las variedades autorizadas en la Denominación de Origen jerezana, este último sorprendente por inusual.

Tras la incursión en el futuro a través de estos tres monovarietales, el presente de la casa del Tío Pepe lo encarna la añada de Amontillado de 1975, una edición limitada de 2.300 botellas, también de nuevo lanzamiento y la primera dedicada a este tipo de vino por la bodega, cuyas añadas hasta ahora eran de palos cortado y olorosos.

Flores culmina la cata en el pasado, en este caso un vino prefundacional de unos 150 años de vejez adquirido por los González a la familia portuense Gil de Partearroyo y Tío Pancho Romano, “un vino que no es para beber, sino para comer” originario de 1728, pero que llega a la bodega en 1871.

La bodegas históricas de Jerez y Sanlúcar abordan en la segunda de las catas de la Mezquita los pagos históricos del Marco, en concreto El Cuadrado (Hidalgo-La Gitana), Añina y Carrascal (Williams & Humbert y González Byass), Macharnudo (Valdespino y Fundador).

El enólogo de Fundador, Antonio Florido, cierra con un repaso al singular origen de los vinos de la bodega las catas de la segunda jornada en la Mezquita, por la que también pasan con anterioridad los miembros del equipo de A la Volé para impartir una sesión sobre champán.

Los espumosos, en este caso del Nuevo Mundo, centran la primera de las catas del martes en El Molino, escenario también de la sesión dedicada a los vinos de la isla de La Palma, impartida por Carlos Lozano.

Y más jerez en los expositores

En la zona de expositores, pocas novedades respecto a la edición anterior, como las sidras de hielo suecas –hay que insistir en que no pegan demasiado en un salón de vinos-, pero como la cosa va de jerez, en la edición de este año se estrenan, entre otros, Faustino González, la bodega almacenista que hace menos de una década dio el salto a la comercialización de sus vinos bajo la marca ‘Cruz Vieja’ y que está en plena celebración de su 50 aniversario, que ocupa un stand compartido con la sanluqueña Elías González en la primera planta del Palacio de Villavicencio, y Carvajal Wines, que aterriza en los jardines de San Fernando con sus cuatro vinos de Jerez en Rama –manzanilla, amontillado, oloroso y medium dry-, así como con un vermut rosso con base de oloroso y uno blanco, con base de manzanilla.

Jaime Carvajal,

alma mater del proyecto, tenía claro que, dentro de la necesidad de elegir a qué ferias vinateras acudir al tratarse de una “empresa pequeña”, “la tierra tira y Vinoble se celebra en mi ciudad y está enfocado a los vinos de Jerez con los que trabajo, vinos especiales e interesantes”, en concreto de Delgado Zuleta que comercializa principalmente en Jerez y la provincia, desde donde espera dar el salto luego a Andalucía, España y la exportación.

Era una “cuestión de principios”, señala, no sin puntualizar que, “más que hacer negocio, esta muestra permite darte a conocer” y, “de momento, estamos contentos por la cantidad de profesionales entre distribuidores, sumilleres, enólogos, periodistas, blogueros y clientes de restaurantes que han venido a vernos”.

Territorio Albariza,

también en los jardines de San Fernando, apadrina otro bautizo en Vinoble, el de Bodegas San Francisco Javier, de origen jerezano-danés. El enólogo Peter Sisseck, al frente de este proyecto junto a la familia Del Río y que ha había estado en dos ediciones anteriores de Vinoble, aunque como visitante, se confiesa “poco feriante”, aunque se muestra “impresionado por el interés de los profesionales” por los vinos expuestos, que “demuestra que la zona tiene atractivo”, aunque tampoco le disgusta la idea de que haya más presencia de otros vinos foráneos.

Para el enólogo danés, también conocido como el señor Pingus -el nombre de su afamado Ribera del Duero que no falla en las listas de los vinos más cotizados del país-, también resulta “sorprendente” la media de edad de muchos de los profesionales presentes en el Alcázar, que atribuye, en parte, al acercamiento de los jóvenes a este tipo de vinos gracias a los vinos naturales a los que se aproxima el respeto por las tradiciones y el terruño que predica, Sisseck y el resto de bodegas integradas en esta asociación que aglutina a los nuevos valores del Marco.