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La zona rural recupera la normalidad tras una jornada “de mucha angustia”

Los vecinos de La Greduela, Las Pachecas, La Corta y El Portal regresan a sus casas tras la bajada del caudal del Guadalete

La barriada de Magallanes, entre La Barca y La Guareña, ha sido la más afectada

Imágenes de los destrozos tras el paso de la DANA por la campiña de Jerez

Una de las viviendas afectadas en la barriada de Magallanes. / Miguel Ángel González

Varios días después de que la DANA pusiese en jaque a Jerez, muchas familias tratan de recobrar la normalidad tras dos días intensos. La mayoría pasó la noche de ayer mirando al cielo y al río, pendientes de que el caudal del Guadalete no creciese más y acabara inundando algunas de las barriadas rurales de la ciudad, caso de Las Pachecas, La Corta, La Greduela y El Portal. 

A primera hora de la mañana, la Junta, en el punto de control instalado en La Cartuja, anunciaba buenas noticias. “Hasta las ocho de la mañana el caudal del río había subido, llegándose a situar en 5,43, que es una cifra peligrosa por desbordamiento, pero afortunadamente a las nueve de la mañana, ha comenzado a bajar”, apuntó Antonio Sanz. 

Apenas unos minutos después, se avanza que las 211 familias desalojadas vuelven a sus casas. 

Efectivamente, tal y como admitía el consejero de la Presidencia, el panorama con respecto al día anterior era bastante distinto y mucho más optimista. A pesar de que el río se mantenía cerca del nivel dos, el agua que había inundado muchas carreteras, había descendido notablemente. “La tierra estaba tan seca que está chupando bastante, por eso hay zonas donde el agua ha bajado muchísimo”, comenta un vecino de La Ina.

El cauce del Guadalete comenzó a bajar a las 9, permitiendo la vuelta de las familias desalojadas

Precisamente, en una finca cercana a esta zona de la ciudad, con exactitud en La Greduela, Manuel justifica por qué fue uno de las 115 personas que se negaron a abandonar sus casas en la noche del jueves. “Yo llevó aquí desde que tenía dos años y he vivido la inundación de 1996, y sé que aquí el agua no llega, porque hay unos muros de contención que no se lo permite. Sólo llegaría por otro lado, pero a mi casa no afectaría”, asegura convencido. 

“La Guardia Civil me decía que me tenía que marchar, pero le dije que no. Supongo que tenían miedo por todo lo de Valencia, y lo entiendo, pero de aquí no me iba a ir”, añade. 

 Sí que es cierto que el río baja caudaloso y con gran corriente, y eso se comprueba a su paso por La Barca. El Puente Chico, como le llaman los vecinos, está completamente anegado. Su cierre hace que el tráfico para cruzar hacia San José del Valle sea especialmente denso, pues sólo hay una vía de escape.

Un vecino pasa por el puente de La Barca, con un río con bastante caudal. / Miguel Ángel González

Junto a él, muchos barqueños aprovechan para comprobar in situ esta situación. “Yo he visto esto anegado hasta arriba, como si fuese una playa, vamos”, comenta una vecina que junto a su madre contempla con la fuerza con la que baja el río. “Le puse una piedra ayer para ver si crecía, y está ahí, está bajando de caudal”, interrumpe su madre, cuyo pelo cano que no oculta su ‘experiencia’ en estas lides. 

“El problema han sido los arroyos, que han canalizado todo el agua de lluvia, porque han caído muchos litros, y eso es lo que ha anegado muchas zonas”, asegura Alejandro López, alcalde de La Barca, atento también al desarrollo de la situación. 

Dos personas, observando el puente de Cartuja, con zonas anegadas. / Miguel Ángel González

Precisamente este hecho, unida a la crecida del río, provocó inundaciones considerables en Magallanes. Esta barriada, situada entre La Barca de la Florida y La Guareña, ha sido una de las peor paradas tras el paso de la DANA. 

En esta zona de la ciudad la preocupación es máxima. Han pasado momentos de angustia y ahora tratan de devolver la normalidad a sus casas, si bien es verdad que el miedo en el cuerpo aún persiste. “Cuando vimos que el agua bajaba con tanta fuerza, cogimos el coche y nos fuimos. Si tardamos cinco minutos más, hubiese sido imposible salir porque en un momento el agua me llegaba a la altura de la ingle”, cuenta David. 

“Nosotros llevamos aquí viviendo tres años, y es la primera vez que vemos esto, aunque algunos vecinos nos dicen que es la cuarta vez que pasa”, explica su mujer mientras airea zapatos y vestidos.

“El agua ha entrado por todas partes, y menos mal que rompimos una puerta cuando vimos que llegaba ya a la ventana, si no imagínate, porque teníamos a un niño de dos meses dentro, hubiese sido una tragedia”, apunta su suegro, dueño de la casa. 

A pesar de todo,“el agua entró por las tuberías, y aunque no ha tenido mucha altura dentro de la casa, se ha cargado todos los electrodomésticos”.

La DANA se llevó por delante también a algunos animales. “Se han ahogado por lo menos veinte pollos que tenía, sólo se han salvado los que se subieron a un árbol”.  

“Si tardamos 5 minutos más, hubiera pasado una tragedia”, afirman vecinos de Magallanes"

Aunque toda la familia ayuda, son muchos los vecinos de la zona que en ese momento se acercan a ofrecer su apoyo. Algunos muestran su indignación “porque esto se podría haber evitado, si se hubieran limpiado los arroyos. Hace 16 años pasó lo mismo, pero claro, nosotros no interesamos. Aquí estamos y por aquí no pasa nadie”.

Además, no entienden “por qué no se avisó antes y vinieron a evacuarnos cuando ya había pasado todo. Nosotros tuvimos que salir ayer con los animales en un coche a la carrera, pero ya había pasado todo. Y ahora encima, vas al seguro y te dicen que esto es catástrofe natural, que no es terreno inundable, y te dan 1.200 euros, como nos dieron la última vez con todo destrozado”, añade indignada. 

José María, achicando agua y barro de su vivienda. / Miguel Ángel González

Un poco más arriba, en la misma barriada, José María intenta, con el respaldo de toda su familia, reacondicionar su vivienda. En la Santa Vera Cruz, como se denomina la casa, un ‘ejército’ de ayudantes tratan de limpiar el barro acumulado por toda la zona. “El agua ha llegado a los 40 centímetros de altura, pero ya ves, está todo lleno de barro y mojado”, afirma mientras amablemente nos muestra las consecuencias de la inundación.

La gravedad del asunto se observa en un detalle. “Ve usted esa ánfora, estaba ahí (señala un rincón en una esquina del patio) y mira dónde está ahora”, marcando una altura de casi dos metros. Es un ejemplo más de la fuerza que llegó a tener el agua. 

“Llevo aquí 44 años, y esta casa la he hecho yo con mucho esfuerzo, por eso es duro ver cómo está todo”, añade consternado. “Menos mal que la Virgen del Rocío me protege”, continúa emocionado. Aún así, “esta vez no ha sido tan grave porque desde la última vez, tomamos medidas porque entonces el agua subió hasta un metro y medio dentro de la casa”, concluye.

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