Márquez hace de MotoGP su imperio
MOTOCICLISMO | Gran Premio de la Comunidad Valenciana
El 12º triunfo del año en la prueba final de Valencia reafirma su autoridad y el apodo de Caníbal
Tirando de 'galones' ha ayudado a que su hermano Álex sea el nuevo compañero en Honda
El poder que ejerce el ocho veces campeón mundial es absoluto, tanto en pista como fuera de ella
A un gran líder se le reconoce a leguas, diferenciándose con el resto de los mortales no solo por el físico o la indumentaria, sino por su forma de ejercer el poder para perpetuarse en él. Marc Márquez ha cerrado 2019 en loor de multitudes con la decimosegunda victoria del año en Valencia, por la que se anota la tercera corona posible de su categoría (pilotos, marcas y equipos), que vienen a sumarse al abultado conjunto de récords y hazañas conquistadas con solo 26 años de edad. En la despedida del pentacampeón Jorge Lorenzo, el ocho veces campeón mundial ha sentenciado la temporada más redonda de las doce que lleva en el Campeonato y, con el horizonte inmediato de igualar en títulos a Valentino Rossi en 2020, nadie discute que Marc es ya el Emperador de MotoGP. Nadie le tose.
Todo 'gobernante' debe ejercer su autoridad con firmeza, convicción y diligencia. Así es como Marc Marquez ha vuelto a arrasar en el cierre del año, sin titubeos ni complejos, demoledor por antonomasia. Pese a que el título de la cilindrada reina estaba ya en su poder desde hacía cuatro carreras, el piloto español quiso dejar aún más 'deprimidos' a sus competidores, sin permitirles ni el postre con naranjas de la tierra. Se comió a todos los rivales, uno a uno, reafirmando así el apodo de caníbal que le define. Por mucho empeño que puso Fabio Quartararo, el genial rookie de Yamaha no pudo desquitarse con su primer triunfo, pero al menos lo entregó todo por ser segundo que, como diría Ayrton Senna, "es el primero de los perdedores". También resultó meritorio el tercer puesto del australiano Jack Miller (Ducati) y la idéntica posición lograda por Maverick Viñales en la clasificación final del Mundial, gracias a una séptima plaza en este Gran Premio de la Comunidad Valenciana que supo a poco tras su reciente victoria de Malasia. Por lo demás, cabe destacar el entrañable e histórico momento vivido con Jorge Lorenzo, que después de acabar decimotercero (puesto del gafe) en la última carrera de su vida, como un aficionado más, se puso a aplaudir a Márquez a los pies del podio de Cheste. Eso le honra.
Sin lugar a dudas, el piloto mallorquín ha sido uno de los grandes protagonistas de este cierre de temporada. Su decisión de abandonar la competición, refrendada con el nombramiento de Leyenda del motociclismo, condicionó la prueba levantina de principio a fin y, en gran medida, sirvió también para corroborar el infinito poder de Marc Márquez, que ha hecho de MotoGP su imperio. Así se desprende de los movimientos observados estos días en el paddock del Mundial para llenar el hueco que dejaba el balear en el equipo Honda Repsol. Aunque no han trascendido muchos detalles, se sabe que Marc ha ejercido su capacidad de influencia (está en su derecho e incluso en su deber) para ayudar a que su hermano Álex, bicampeón mundial, sea su nuevo compañero de equipo, como sustituto del mencionado Jorge Lorenzo. Se barajaban otros nombres, pero el emperador Márquez defendió a capa y espada al deudo que lleva su apellido. Eso sí, el ocho veces campeón se ha mostrado contundente al respecto: "Punto número 1, me da igual quien sea mi compañero de box, esto no va a cambiar mi profesionalidad, ni va a cambiar mi objetivo para el año que viene, y lógicamente el primer rival es el compañero de box. Este es el punto número 1, y es con ése con el que la gente te compara. Luego está claro, y no voy a engañar, es mi hermano, y como mi hermano que es me gustaría que tuviese una MotoGP, sea este año que viene o el siguiente, porque es una cosa que he dicho hace un año o dos, que me gustaría verle en una MotoGP. Pero es una de las cosas en las que nunca he presionado y nunca presionaré. Simplemente lo dejo en manos de Honda y en manos de mi hermano" y sentenció: "Independientemente de quién sea mi compañero de equipo, mi mentalidad va a ser la misma y mi intensidad, también. Mi objetivo el año que viene sigue siendo el mismo, que es intentar hacer una temporada perfecta, para ganar el título de pilotos y colaborar en el de marcas y equipos".
A nadie se le escapa que Marc Márquez es el líder, dueño y señor de MotoGP por méritos propios, tanto dentro como fuera de la pista. Y es normal que ejerza como tal, caiga quien caiga. Es público y notorio que en los doce años que lleva en el Campeonato del Mundo ha tenido golpes durísimos, tantos como caídas ha sufrido (183 en 12 años que lleva en el Mundial), pero nunca se vino abajo, jamás. ni cuando estuvo a punto de perder la vista en un ojo, o con aquella delicada operación de finales de 2018, que se preveía de larga recuperación hasta junio de este año y, aún así, hemos visto que no le ha hecho falta. Marc ha ganado todas las batallas y quemado etapas como un relámpago, no hemos conocido otro igual ni tan superior, ejerciendo su liderazgo a base de superioridad, tanto atlética como psicológica, a base de arrojo y valentía. Hasta el propio Rossi ha sucumbido a la fortaleza del piloto catalán, sin lograr ganarle la partida en las varias jugarretas que le ha hecho. De ahí que resulte muy normal y hasta plausible ver a Márquez ejerciendo su autoridad. MotoGP es ahora suyo, el ‘show’ lo protagoniza él, quien más se la juega es él, quien da más ejemplo y sube el nivel a los demás es él. ¿Quién puede discutirle que ejerza el poder?
Al margen de estos movimientos políticos y del ejercicio del poder, no me cansaré de insistir que el fenómeno Marc Márquez es reconocible a distancias kilométricas, no sólo por los colores de su atuendo o moto. Levanta pasiones en los cinco continentes, tanto por su grandeza excepcional como deportista, como por la forma que tiene de ser, hablar y actuar; por su sonrisa y rostro de felicidad sin igual, por ese desparpajo espontáneo con el que pilota una motocicleta de 250 caballos de potencia que sólo él domina a la perfección. Por momentos, da la sensación de que intenta retorcer la moto para que pueda entrar por sitios imposibles a velocidades de vértigo, salvando caídas que parecen inevitables. No se corta tras un susto, abre gas, se crece. Memoriza sus errores y aprende el método para resolver nuevos fallos. Ha creado un estilo y no se observan alumnos a la puerta de su 'escuela'. Hace los cambios de dirección con violencia, como si fuesen una pérdida de tiempo, con suficiencia, sobrado, seguro. Las reacciones inesperadas de su Honda, o los fallos propios al pilotarla, los asume como ejercicio de aprendizaje, no se inmuta, ni se amarga, ni pone cara de asco, nada le saca de quicio. Como todos los pilotos, Marc tiene memorizado cada palmo de pista de un circuito, hasta el punto que podría hacerlo con una venda en los ojos. Pero, a diferencia de sus competidores, si en lugar de pilotos fuesen músicos, él tocaría obras maestras sin partituras.
Hubo muchos emperadores en el pasado, como Augusto, Calígula, Nerón, Adriano o Marco Aurelio, entre otros, pero me viene a la memoria Justiniano I el Grande, que fallecido en el año 565 destacó por su aportación al derecho romano y por ser autor de una de las frases que mejor describe los méritos del emperador moderno Márquez: "Donde esté el riesgo, allí también se ponga la ganancia". Es decir, si hoy por hoy es Marc quien más arriesga en MotoGP, también es normal que sea el que gane todas las partidas: políticas, económicas y deportivas. Larga vida al Emperador Marc Márquez…
(*) Jesús Benítez, periodista y escritor, fue editor jefe del Diario Marca y, durante más de una década, siguió todos los grandes premios del Mundial de Motociclismo. A comienzos de los 90, ejerció varios años como jefe de prensa del Circuito de Jerez.
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