La CIA, contra las cuerdas
Estupor en estados unidos Los medios informativos se preguntan qué está pasando
El intento de atentado contra un avión y la muerte de siete de sus miembros en Afganistán vuelven a cuestionar su eficacia en la lucha contra el terrorismo global
Para la Agencia Central de Inteligencia estadounidense (CIA) el año nuevo no es un motivo de celebración. A los posibles errores que pudo haber cometido en relación al intento de un ataque en Navidad a bordo de un avión norteamericano en Detroit, se sumaron ahora fallos de seguridad en Afganistán, que condujeron al ataque suicida contra una base militar en el este del país.
Después del escándalo por las cárceles secretas durante la presidencia de George W. Bush se había tranquilizado la situación en torno al servicio secreto estadounidense, héroe y canalla de numerosas novelas y películas de Hollywood.
Pero una vez más, la CIA se encuentra en el banquillo de los acusados y parece estar nuevamente superada. Seguramente el presidente Barack Obama no medirá sus palabras cuando se reúna el martes con los máximos responsables de la Agencia Central de Inteligencia en la Casa Blanca.
Según la CNN, el atentado del miércoles en la base militar en Afganistán "fue uno de los peores días en la historia de la CIA". Los expertos en servicios secretos en Washington no pueden creer que el atacante pudiera entrar en la base como un supuesto informante con invitación, sin que se le hubiese realizado previamente un chequeo de seguridad.
El diario The New York Times también alude como motivo las misiones cada vez más complejas y peligrosas. La CIA se ha convertido en los últimos años en una "organización paramilitar", cuya misión es la lucha antiterrorista en todos los frentes, sea en Afganistán, Pakistán o Yemen. Sólo el año pasado, el servicio secreto creó un "archipélago de bases" en el sur y el este de Afganistán para tener a los agentes secretos más cerca de sus objetivos. La base Forward Operating Chapman, atacada el miércoles, está encargada de direccionar los aviones no tripulados cuyos objetivos son los terroristas en Pakistán.
Algunos expertos tampoco comprenden cómo fue posible que los agentes de la CIA no detectaran antes las intenciones de ataque al avión de Umar Faruk Abdulmutallab, a pesar de que se sabía que el nigeriano de 23 años tenía contactos con el islamista radical Anwar al Awlaki. Los servicios secretos estadounidenses tienen desde hace años en el punto de mira a Al Awlaki, que hasta 2002 fue clérigo en una mezquita del norte de Virginia.
Recientemenete Al Awlaki, que vive en Yemen, llamó también la atención de la CIA por su contacto con el atacante de la base militar estadounidense de Fort Hood, en Texas. El mayor Nidal Malik Hasan mató a disparos a 13 personas a comienzos de noviembre.
Además, se suma que el padre de Abdulmutallab alertó varias veces a la Embajada estadounidense en Nigeria sobre el peligro que podría suponer la radicalización de su hijo y fueron captadas conversaciones de líderes de Al Qaeda en Yemen de que se estaba instruyendo a un nigeriano para cometer un atentado. Nadie pudo sin embargo canalizar correctamente estas informaciones.
"No faltó información. Lo que faltó fue la capacidad de elaborar correctamente estos datos", dijo un funcionario del Gobierno norteamericano a la CNN.
Muchos recuerdan con horror los ataques del 11 de septiembre de 2001, tras los cuales se constató que también una serie de incidentes individuales daban a entender la falta de cohesión dentro del servicio secreto.
La opinión pública centra ahora su crítica sobre todo al centro antiterrorista (NCTC), creado hace ocho años y cuya misión es analizar las distintas fuentes de información. "Estados Unidos invirtió miles de millones por un sistema que debería reconocer y evitar posibles ataques. En este caso parece haber fracasado", indica The Wall Street Journal.
"Está claro que hay fallos que ahora deben ser subsanados", señaló el jefe del NCTC, Dennis Blair.
Los aparentes errores de los agentes secretos serán una importante prueba de fuerza en la relación entre el presidente y los servicios secretos, si bien Obama intentó ya desde el inicio de su mandato matener una buena relación con la Agencia.
El pasado abril, el presidente dispuso, muy a pesar de sus colegas en el Partido Demócrata, que los funcionarios de la CIA no iban a ser responsabilizados por las torturas cometidas a los sospechosos de terrorismo.
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