Trump cumple 100 días a golpe de orden ejecutiva y con más aires autoritarios
Ha prescindido del Congreso para aplicar aranceles al mundo, combatir la migración irregular o desmantelar el Gobierno federal
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Durante sus 100 primeros días en el poder, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha firmado más de un centenar de órdenes ejecutivas para aplicar aranceles, combatir la migración irregular o desmantelar el Gobierno federal sin tener que recurrir al Congreso, una campaña que están intentando frenar los tribunales y que expertos califican de peligrosamente autoritaria.
“Presidencia imperial”, “socavamiento de la democracia”, “asalto a los derechos humanos” o “desafío al orden constitucional”. Son algunos de los dictámenes empleados por organizaciones sin ánimo de lucro o laboratorios de ideas progresistas para calificar el arranque de este mandato, su segundo tras el de 2017-2021.
A su vez, algunos académicos consideran sin tapujos que Trump ha demostrado en poco más de tres meses que está tratando de encaminar al país hacia lo que se denomina un régimen autoritario competitivo.
Dicho régimen es aquel que cuenta con un sistema electoral real pero disfuncional debido a los abusos que los gobernantes han implementado sobre las instituciones democráticas y que, según ciertos análisis, es el que rige en países como Rusia, Turquía o Venezuela.
En marzo, cuando llevaba 60 días en el poder, Trump ya había roto el récord de 99 órdenes ejecutivas firmadas en los primeros 100 días que ostentaba Franklin Delano Roosevelt (1933-1945).
Las 130 que ha activado hasta ahora han pulverizado esa marca y puesto especial énfasis en dos áreas a cada una de las cuales el gobernante estadounidense ha destinado casi una veintena de decretos.
La primera es la eliminación y reducción de diferentes agencias y aparatos del Estado, principalmente a través del polémico Departamento de Eficiencia Gubernamental (DOGE) dirigido por Elon Musk, y la segunda la recomposición radical de la política comercial mediante la aplicación de aranceles a discreción.
A modo de justificación se han declarado emergencias nacionales. Esto es algo “ya de por sí escandaloso si se tiene en cuenta que estas emergencias solo se suelen declarar, por ejemplo, en caso de guerra”, explica Steven Greene, profesor de Ciencia Política de la Universidad Estatal de Carolina del Norte (NCSU).
Y no solo eso; argumentando que la banda criminal transnacional Tren de Aragua está invadiendo EEUU, invocó la ley de Enemigos Extranjeros, norma de 1798 empleada por última vez durante la II Guerra Mundial, para ejecutar deportaciones sumarias de venezolanos –aparentemente acusados sin fundamento de ser pandilleros– que han acabado en una prisión de máxima seguridad salvadoreña.
Jueces federales han logrado bloquear de momento órdenes ejecutivas relativas al derecho de suelo, al veto a las personas trans en el Ejército o a la congelación de la ayuda exterior, y otros tribunales dirimen si hacerlo con las que afectan, por ejemplo, a la suspensión del derecho de asilo o la propia creación del DOGE.
Las mayorías republicanas en el Congreso –otra pieza clave en el sistema de controles y equilibrios, dada su capacidad para aprobar leyes que suplanten órdenes ejecutivas o para bloquear las partidas presupuestarias que permitan su implementación– “no han mostrado voluntad de desafiar los designios de Trump, ni parece que lo vayan a hacer a corto plazo”, dice por su parte John Carey, profesor de Administración y Ciencias Sociales en Dartmouth. Greene va más allá al asegurar que “los congresistas republicanos han demostrado que su lealtad a Trump es mayor que su lealtad a sus electores o a cualquier otra cosa, incluyendo la propia Constitución”.
En la lista de acciones tomadas en estos primeros 100 días, que se cumplen el próximo 29 de abril, hay que incluir los polémicos perdones otorgados a quienes participaron en el asalto al Capitolio el 6 de enero de 2021, un peligroso precedente a la hora de legitimar la violencia cuando ésta beneficia los objetivos de quienes están en el poder.
Medidas como esta han contribuido a erosionar la confianza de muchos ciudadanos con respecto al estado de salud de su democracia. Es lo que muestra el último estudio de Bright Line Watch, una plataforma interacadémica que codirige el propio Carey y que desde 2017 evalúa periódicamente el “desempeño” de la democracia estadounidense.
Elon Musk pierde fuelle en Washington
Elon Musk ha pasado como un torbellino por Washington en los 100 primeros días del segundo mandato de Donald Trump, y aunque ha perdido fuelle al calor de las pérdidas de Tesla, todo apunta a que mantendrá su enorme influencia en el movimiento trumpista.
El hombre más rico del mundo se convirtió en enero en un “copresidente no elegido”, según la oposición demócrata; un “genio” capaz de “desmantelar la burocracia”, en palabras de Trump; y un “migrante parasitario que juega a ser Dios”, según Steve Bannon, su gran némesis en el círculo del presidente.
Tres meses después, y sin haber logrado recortar el gasto gubernamental ni en un 10 % de lo que prometió, Musk ha anunciado que pasará menos tiempo en Washington para centrarse en Tesla, tras la mayúscula caída del 71% en los beneficios de la empresa y el golpe a su propia fortuna personal.
En la historia de ese auge y caída de Musk en la capital de Estados Unidos hay también derrotas políticas, amargas discusiones con el equipo de Trump y un caos administrativo con consecuencias internacionales, pero no está claro que este sea el fin de su periplo en la política.
“A no ser que el presidente deje de escucharle o que no consiga movilizar su dinero o (la red social) X, su influencia seguirá siendo considerable, incluso si pasa menos tiempo en Washington”, dijo a Efe un experto en derecho administrativo en la Universidad de Georgetown, David Super.
Tras presenciar en primera fila la investidura de Trump y la primera reunión de su gabinete, el empresario sudafricano se convirtió en una figura omnipresente en la Casa Blanca y hasta se rumoreó que dormía en el suelo del complejo.
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