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20 años sin mili

Han pasado ya dos décadas de la supresión del servicio militar obligatorio aunque todavía sigue recordándose. Sobre todo, en La Isla, donde fue clave

Fachada del Cuartel de Instrucción de Marinería, que todavía se conserva (Sonia Ramos). Vídeo: jura de bandera en el CIM en 1992.

San Fernando/Para unos fue un incordio, una pesadilla de la que no sabían como zafarse o, en el mejor de los casos, una pérdida de tiempo de 9 o más meses. Otros, sin embargo, idealizan aquellos tiempos de camaradería que recuerdan con gran cariño y nostalgia y no dudan a la hora de compartir alguna que otra batallita de su destino en cuanto tienen ocasión.

Están aquellos que se negaron a hacerla, los insumisos, los objetores de conciencia que optaron por la denominada prestación social sustitutoria con tal de evitar verse con un fusil al hombro o acatando la disciplina militar con un 'a sus órdenes'... Y también los que mañana mismo si pudieran se incorporarían de nuevo a filas con el entusiasmo de una acampada juvenil. Los que te dicen con orgullo que sí, que hicieron la mili y juraron bandera. Y los que no quieren ni acordarse de aquellos meses que pasaron de uniforme. Tampoco faltan los nostálgicos que la echan en falta como fórmula para "hacerse un hombre".

Y eso que han pasado 20 años de su desaparición, que se han cumplido este misma semana. A pesar del tiempo transcurrido, el servicio militar obligatorio sigue dando que hablar. Basta recordar la repercusión que tuvo hace tan solo dos años la ruta turística 'Yo hice la mili en San Fernando', aunque luego no se haya continuado. Pero no es raro que sea así. La mili, durante décadas, no era solo la mili sino una importante pieza de ese puzle que era la sociedad del momento.

Aunque en esto de la mili La Isla, por donde durante más de medio siglo pasaron miles y miles de quintos, nunca fue imparcial. Siempre tuvo su corazoncito puesto en los cuarteles de instrucción, en las multitudinarias juras de bandera, en los jóvenes de toda España que llegaban a la ciudad con cada reemplazo y que cada tarde, vestidos de uniforme, salían en tropel a la calle para llenar cafeterías, bares, tiendas... Porque no se trata solo de la histórica vinculación de la ciudad con los militares. Había toda una actividad económica que orbitaba en torno a ese sistema. Y ya se sabe, La Isla en parte sigue siendo todavía esa ciudad en la que se rodó Cateto a babor con Alfredo Landa subiéndose al mástil del Cuartel de Instrucción de Marinería. De hecho, aún escuece el impacto que tuvo para la localidad la desaparición del servicio militar obligatorio.

Parte que se conserva del Cuartel de Instrucción de Marinería, con las inscripciones dirigidas a los reemplazos. / Sonia Ramos

Fue el 9 de marzo de 2001 cuando el gobierno –entonces en manos del PP– aprobó el decreto por el que se suspendía el servicio militar obligatorio en España a partir de diciembre de ese mismo año. La mili se acababa para todos. Los llamados pelones desaparecían para siempre. En los cuarteles solo quedaban ya los últimos reemplazos, cuyas cifras nada tenían que ver con las que se manejaron en décadas anteriores. Las Fuerzas Armadas abrazaban la plena profesionalización y la norma que durante años había marcado la pauta de los jóvenes cambiaba para las nuevas generaciones, que dejaban atrás sorteos, prórrogas y llamadas a filas. Ha sido uno de los cambios sociales de mayor trascendencia que ha registrado el país en las últimas décadas.

Y en San Fernando se notó más que en ninguna otra parte. Pocas ciudades españolas tuvieron tanta vinculación con este sistema –el servicio militar obligatorio– como La Isla, porque aquí hacían la instrucción tanto a los reemplazos de la Marina como del Ejército de Tierra.

Las dimensiones del ya desaparecido Cuartel de Instrucción de Marinería (CIM) eran impresionantes. Manuel Parodi es el hombre de la mili. Trabajó allí como administrativo desde que el cuartel abrió sus puertas en 1955 hasta que cerró tras la última jura de bandera que se celebró en 2001, casi 50 años. Nadie sabe más de aquellos tiempos. El CIM, dice, era como un microcosmos, "una ciudad en pequeño que tenía de todo": cine, piscina, campo y equipo propio de fútbol... Y llegó a tener hasta su propia plaza de toros.

La historia más reciente de San Fernando no puede concebirse sin este característico cuartel, del que solo se conserva la fachada y el edificio principal como símbolo de una época, aunque sin uso. En ellos todavía pueden verse algunos de los lemas pintados en las paredes que ahondaban en la instrucción del personal de reemplazo: "Tu porte y saludo son exponentes de tu espíritu militar" o "Todo lo grande del mundo está hecho a la voz del deber".

Una parte de aquellos terrenos del viejo CIM la ocupa hoy el Cuartel General de la Fuerza de Infantería de Marina. Hay otra que utilizan para su adiestramiento en combate urbano. Pero también se ha levantado una residencia logística para tropa y marinería profesional y aún queda suelo libre. Uno de los pabellones del antiguo CIM todavía se mantiene en pie. Es de lo poco que queda .

A ello se sumaba por otro lado –y en el otro extremo de la ciudad– Camposoto, el CIR-16: el Cuartel de Instrucción de Reclutas del Ejército de Tierra. Su historia dio comienzo el 4 de diciembre de 1964 con la creación de 18 Centros de Instrucción de Reclutas –o CIR– a los que les asignaron la misión de "recibir y encuadrar a los contingentes llamados al servicio militar, instruirlos con homogeneidad, clasificarlos de acuerdo con sus aptitudes, destinarlos y entregarlos a los cuerpos".

El de Camposoto fue el CIR-16 cuyo cometido, en aquellos momentos, fue formar a las unidades del Ejército del Norte de África, aunque posteriormente lo haría también para otras unidades de la llamada Región Militar Sur. Así estuvo más de 20 años, hasta 1985, cuando cambió su denominación para convertirse en el CIR-Sur, el único centro de toda la Región Militar dedicado a la instrucción de los contingentes de toda Andalucía, además de Ceuta y Melilla. Fue el último de estos centros –CIR– en ser disuelto tras 27 años de funcionamiento continuo y tras haber pasado por sus puertas miles de reclutas. Ocurrió el 30 de junio de 1991, con la reforma del sistema de instrucción. Nació entonces el llamado Núcleo de Instrucción D1 –los NIR– a los que se les asignó como cometido la formación militar básica de los soldados de la BRIMT XXII. Luego adoptaría el nombre de Centro de Instrucción y Movilización número dos, el CIMOV-2. Y ya con la plena profesionalización –en 2010– el Centro de Formación de Tropa número dos, el CEFOT-2.

Cuartel de Instrucción de Marinería, que hoy se reparte entre varias dependencias militares, entre ellas el Cuartel General de la Fuerza de Infantería de Marina. / Sonia Ramos

Desde que el desaparecido CIM (Cuartel de Instrucción de Marinería) abriera sus puertas en el mes de junio de 1955 hasta la última jura de bandera –que se celebró el 7 de abril de 2001– pasaron por estas instalaciones de la Armada 346.974 marineros de reemplazo distribuidos en 245 llamamientos a filas. El más numeroso que se recuerda, por cierto, fue el de enero de 1968, cuando se incorporaron 2.601 jóvenes, lo que sirve para hacerse una idea del impacto social que tuvo la mili. Cada dos meses llegaba a San Fernando una nueva remesa de jóvenes. Y esta cifra, claro, se duplica si se tienen en cuenta los reclutas del Ejército de Tierra.

Pepe Gil se alista en la tropa de los nostálgicos de la mili. Este canario –primer reemplazo de 1999, destinado en la Agrupación de Canarias de Infantería de Marina– lo define con una palabra: añoranza. Y con la edad –apunta– va todavía a más. Entre 2005 y 2006 puso en marcha la primera página web dedicada a recordar los años de la mili, a compartir fotos y a ayudar a poner en contacto viejos compañeros de armas: fotosdelamili.com.

"Entonces no había ninguna página así", señala. En parte fue eso mismo lo que le llevó a montar la web. Y dio resultado. "Me he encontrado con compañeros de la mili que han conseguido retomar el contacto y volver a reunirse después de 40 años", apunta al insistir en los lazos que unían a jóvenes de todo el mapa de España para convertirlos en camaradas.

"Había buen rollito porque al fin y al cabo todos estábamos a lo mismo. Y tenías amigos vascos, andaluces o de cualquier parte de España... Con eso no había problemas. La mili era como una especie de relaciones públicas de todo el país", afirma.

Hizo un servicio militar de los largos, de los de 18 meses. "Y no lo pasé mal, particularmente. Al final, quizás...Los últimos meses se me hicieron más largos".

Durante los últimos años, con el auge de las redes sociales, se han multiplicado iniciativas similares. Páginas como Yo hice la mili en San Fernando han adquirido también gran popularidad y, en parte, ese movimiento es el que animó al Ayuntamiento isleño a presentar en Fitur una ruta turística que rendía su particular homenaje a esos años de la mili.

Lo cierto es que, más allá de las simpatías o las reticencias que suscitara el servicio militar, la desaparición de la mili hace 20 años fue todo un golpe para La Isla, cuya economía tradicionalmente se sustentó siempre sobre los pilares de la construcción naval y los militares. Nadie lo discute. Todavía hoy se añora el ambiente que se respiraba en la ciudad con los familiares que llegaban con cada jura de bandera. Manolo Parodi, el gran veterano del CIM, lo tiene claro: nada es lo mismo desde entonces en La Isla.

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