Barbate: La vida sigue igual en la frontera
Tragedia en Barbate | El narcotráfico mata a dos guardias civiles
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En la bocana del puerto de Barbate, la zona cero de la tragedia, este miércoles sólo el ulular del viento de Levante rompe el silencio. Sopla con menos intensidad que el viernes, cuando rachas de hasta 110 kilómetros por hora no impidieron que alguien ordenara lanzarse al mar, en una pequeña embarcación, a seis agentes de la Guardia Civil para hacer frente a las potentes narcolanchas que enseñaban sus fauces sin pudor. La vida sigue igual en la frontera. Los almadraberos preparan redes, boyas y anclas ante el inicio de la campaña, los pescadores se afanan por recoger el fruto de su esfuerzo y en la avenida principal del pueblo hay un trasiego de personas que, en su cotidianidad, nos resultan más llamativas que en anteriores visitas. Las conversaciones giran sobre el tema que mantiene conmocionada a toda España. Por la crueldad, por la frialdad, pero también por el empeño de las televisiones en convertir a Barbate en una Sinaloa a la gaditana con soldados de los cárteles mejicanos dominando el paisaje armados hasta los dientes. No es eso lo que vemos este miércoles. Y como no lo vemos no lo podemos contar. Quizá es que hacer periodismo desde un estudio de televisión, sin haber participado jamás en una redada de la Benemérita en barriadas conflictivas, a altas horas de la madrugada, te ablanda las entrañas.
Barbate está rabiosa pero no sólo con Kiko El Cabra. Sus vecinos llevan años intentando quitarse de encima ese sambenito de pueblo que vive de la droga, pegado como el salitre a su piel desde que en los años 90 los contrabandistas de tabaco entendieron que transportar el hachís que se cultivaba en las montañas del Rif podría ser mucho más rentable. Piensan que no sólo ha sido el asesinato de los agentes, cometido por vecinos de La Línea, el que les ha devuelto a las primeras páginas de los informativos nacionales, también lo han hecho los gritos de pandillas de jóvenes jaleando a los narcos en su ataque desde el mismo espigón del muelle que este miércoles recorremos en solitario. En silencio.
Nuestra primera parada es el puerto. Y allí nos topamos con la vieja garita de la Benemérita ocupada por un solitario guardia de seguridad de una empresa privada. Un agente de la Guardia Civil destinado en la localidad cuenta que llevan tiempo solicitando a la Junta de Andalucía que les devuelva las competencias en el puerto barbateño sin éxito. Esa es su versión. El caso es que el viernes, como tantos fines de semana, decenas de coches se agrupaban en la explanada final del muelle, a resguardo del espigón, para escuchar música y hacer botellón. Ese es el motivo que explica por qué, cuando empezó el dramático akelarre entre las gomas y la pequeña zodiac de la autoridad competente, aquello parecía una feria.
Un almadrabero cuenta a este diario que no era la primera vez que las narcolanchas se resguardaban del temporal en el puerto. “Tampoco es que estén aquí habitualmente, pero es cierto que cuando arrecía el oleaje se amarran a las boyas que están en la entrada y allí pueden estar días. Normalmente si aparece la Guardia Civil se marchan, pero esta vez, por desgracia, dos de ellas no lo hicieron”. El resultado de esa bravuconería no sólo ha sido la pérdida de dos vidas humanas sino la sensación de que el narco se siente impune en la provincia.
Nuestra siguiente parada es un lugar cercano al cuartel de la Guardia Civil, prácticamente colindante con algunas de las barriadas más complicadas de Barbate. Allí, en El Pinar, en Blas Infante, en la calle Churruca, hemos acompañado a los agentes en operativos que se han saldado con decenas de detenidos. Algunos de estos liderados por el OCON-Sur, cuyo desmantelamiento ha sido aprovechado por los narcos para recuperar el terreno perdido, como si de una marea alta se tratara.
Al decirle que vemos un Barbate muy tranquilo, nuestro interlocutor sonríe. “Los que crean problemas son como búhos, sólo se activan cuando se pone el sol”, dice. Reconoce que la situación del viernes ha sido un duro golpe para todo el cuerpo. “Otras veces entra alguna goma, pero nunca ha ido tan lejos”. ¿Y por qué se ordena entrar en el mar con el temporal que hacía y la falta de medios? “Es una pregunta que no puedo contestar”, dice. “Nos envían a luchar contra los narcos sin medios. Ellos siempre van a tener más y mejores lanchas, ahora hablan de que van a entregarnos una patrullera valorada en millones de euros, pero da igual porque ellos siempre van a tener más. Los narcos tienen dinero ilimitado. En cada alijo fructífero ganan millones. Y por aquí no paran de entrar”.
Para entender el sustrato del asentamiento del narcotráfico en la provincia hay que comprender bien que no sólo hablamos de un territorio cercano a Marruecos, sino que la accidentada geografía del litoral de comarcas como La Janda, con infinidad de calas de difícil acceso, todavía complica más la labor policial. “En Barbate somos unos 40 agentes, y Barbate tiene sus particularidades, con pedanías como Caños de Meca o Zahara de los Atunes. Son muchos kilómetros de Costa, y el Parque Natural de La Breña, que estos tipos se conocen al dedillo. A veces detectamos que alijan en una cala de los Caños y llevan el cargamento de hachís en quads a través de los pinares de la Breña, que previamente han preparado, rompiendo hasta vallados para poder acceder a zonas más ventajosas. Conducen a oscuras pero se conocen cada pino. Es imposible seguirlos por ahí. Luego llegan hasta detrás de El Pinar o Blas Infante y esconden la droga hasta que pueden trasladarla a otro lugar más seguro”.
Para el agente, veterano en la lucha antidroga en Barbate, el desmantelamiento del OCON-Sur ha tenido un efecto negativo. “No es sólo que eran 150 personas, sino que estaban dedicadas las 24 horas del día a esta batalla, y que si necesitaban un helicóptero de apoyo lo conseguían con rapidez. Ahora se han vuelto a sus unidades de origen, con sus horarios, con sus turnos, y el narco aprovecha cualquier resquicio para colarse”, advierte. Y da un dato a tener en cuenta y que sirve como ejemplo. Entre las unidades de Información y Policía Judicial de la Guardia Civil de Barbate suman 10 agentes, mientras que sólo la de Información de Roquetas de Mar, un pueblo de Almería, dispone de 23.
La tercera etapa de nuestra visita a Barbate nos lleva al Ayuntamiento. Allí, sentados en un banco de la plazuela que se sitúa frente a su bonita fachada, conversamos con Paco Ponce, concejal de Seguridad del equipo de Gobierno liderado por Miguel Molina. Semblante serio, chaquetón azul marino, mirada estresada y dolorida. No se anda por las ramas. “Estamos dolidos pero también indignados. Primero por lo que tuvimos que vivir en la tarde-noche del viernes, y luego por lo que estamos viendo en algunos medios de comunicación, que están vertiendo unas acusaciones contra Barbate que no son justas ni ciertas. Aquí ni el 80% del pueblo son narcotraficantes, como hemos tenido que escuchar en un programa de televisión, ni todo el mundo se dedica a eso de una u otra manera. Ninguno de los detenidos de las narcolanchas que provocaron las desgraciadas muertes de los agentes son de Barbate, con lo cual creo que nos están acusando de algo que no somos y nos parece muy injusto”.
Continúa diciendo que “vimos todos las acusaciones hacia Barbate por parte de la familia de uno de los agentes fallecido. Entendemos y acompañamos en el dolor a las familias en estos momentos, es más el mismo viernes decretamos tres días de luto oficial y convocamos una concentración en la puerta del Ayuntamiento, que fue multitudinaria, pero las declaraciones que hicieron ayer nos parecen nefastas. No se puede acusar a 23.000 habitantes. Barbate tiene gente muy pacífica, muy acogedora. Aquí se puede ir a cualquier sitio, de día o de noche, y no te va a pasar nada”.
Le comentamos que algo que ha dolido mucho en todo el país han sido esos gritos jaleando a los narcos en sus acometidas. “Evidentemente, pero los que gritaban eran unos cuantos. Es más, yo estuve allí en el puerto aquella noche, junto al jefe de Bomberos, y sentimos vergüenza, así lo digo, pero por unos cuantos no pueden pagar 23.000 personas. Eso no lo vamos a consentir. Nos alegramos que la Fiscalía haya abierto diligencias para identificar a los que estaban ahí jaleando, ojalá les caiga todo el peso de la ley por esa conducta tan deplorable, que los imputen penalmente, pero repito, estamos muy indignados con algunos comentarios. Esto podría haber ocurrido en Sancti Petri o en cualquier otro sitio. Los ocupantes de las narcolanchas son de La Línea, no de Barbate. Acompañamos a la familia en el dolor pero no podemos compartir sus declaraciones. Ni los asesinos son de Barbate ni la gente del pueblo es como ellos dicen”, recalcaba.
Nuestra última parada es la Peña Flamenca Niño Barbate. Allí conversamos con Manuel Relinque, sociólogo y persona que conoce perfectamente la historia de la localidad. Manuel lo tiene claro. “Vivimos en la frontera. Y no en una cualquiera. Estamos en la frontera entre dos mundos, entre África y Europa, y la vida es dura aquí”.
Manuel, que llegó a ser jefe de la campaña del alcalde en dos ocasiones, aunque no en esta última, recuerda que antes de que el mundo del narcotráfico sedujera a muchos barbateños la localidad vivía de la pesca. “Pero llegó Aznar y se la cargó. Le entregó a Europa lo que quería, que era un archivo comprimido del sector pesquero español. Ahí empezaron los problemas de un pueblo que tiene recursos más allá de ese turismo en que se ha empeñado ahora el alcalde. Tenemos atún, tenemos vaca retinta, tenemos agricultura, y tenemos, entre Barbate, Zahara y los Caños de Meca, 18 hoteles de tres estrellas o más. Pero sin embargo al alcalde le gusta el turismo de gintonic y palo de golf, sin entender que el turismo estresa a los territorios económica y ecológicamente”.
Relinque pone encima de la mesa una cuestión que ya sacó a relucir días atrás el regidor linense, Juan Franco: la legalización del hachís. “Igual hay que replanteárselo todo y que el hachís pueda utilizarse con fines lúdico-sanitarios. En EEUU, durante las elecciones que llevaron a Trump a la Casa Blanca, en varios estados también se votó la legalización del cannabis. En Texas, donde ganó el Sí, en el primer año se sacó un superávit de 30 millones de dólares una vez descontados todos los gastos sanitarios a los que se destinó dicha venta”.
Por último, se muestra muy crítico con eso a lo que se llamó el estado de bienestar. “La cuestión no es que le falten medios a los guardias civiles, es que faltan medios a la sanidad, a la educación, a todos. No es un problema que sólo sufran los agentes, es una cuestión estructural del país”.
De regreso hacia el lugar donde dejamos estacionado nuestro vehículo, casi a las afueras del pueblo, nadie nos molesta. No hay una mala mirada. Si cabe algún saludo educado con algún paisano con quien nos cruzamos. Mi compañero lleva una cámara al hombro que tampoco despierta mayor interés. No, definitivamente no estamos en Sinaloa.
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