Cártel
Qué es el narcotráfico en el Estrecho
Para toda España la comarca del Campo de Gibraltar es un nuevo episodio de la serie 'Narcos', pero ¿cuál es su verdadero parecido?
La escalada de violencia se atribuye al ocaso y relevo de los capos del negocio
Cádiz/Ocurrió el pasado domingo en un chiringuito restaurante de Torreguadiaro. Comían en él diecinueve guardias civiles foráneos, adscritos al GAR (Grupo de Acción Rápida). Alrededor de su mesa, miradas que decían mucho, cada vez más miradas, llamadas de móvil que se traducían en más coches de alta gama que llegaban y sus conductores, con collares en el pecho, salían y se apostaban en círculo. Llegaron a ser en torno a 40 cuando los miembros del GAR, alarmados ante un posible Little Big Horn playero, solicitaron ayuda. Al poco, se desplazaron cinco patrullas. Lenta, parsimoniosamente, los sospechosos personajes fueron levantando el cerco, pagaron sus bebidas, cogieron sus coches, se fueron. Como tal no hubo ninguna palabra, no más de alguna amenaza, algún insulto en voz baja, pero todos, los unos y los otros, sabían lo que había sucedido. Se había marcado el terreno. Vosotros nos estáis investigando, pero nosotros sabemos quiénes sois. Los guionistas de Narcos, la serie de Netflix que relata los años de plomo de los cárteles de la droga colombianos, podrían hacer algo con ese episodio sutil de intimidación.
"¿Si un grupo de clanes familiares dedicados al contrabando de hachís, y se dice que en el Campo de Gibraltar no hay menos de treinta, se reúnen con el más potente de todos ellos y deciden seguir una estrategia común en la que se acabe el robarse la droga los unos a los otros, a partir de ahora seamos inteligentes y vamos a actuar coordinadamente para que la policía nos deje de joder, no estamos hablando de un cártel?". Esta pregunta se la hace un veterano agente de la Guardia Civil de Algeciras que respalda la versión de la Asociación Unificada de la Guardia Civil y de la que Interior ni quiere oír hablar: en el Campo de Gibraltar hay un cártel. El ministro Juan Ignacio Zoido huye de las comparaciones, de la serie Narcos, de todo lo que huela a Colombia. El alcalde de Algeciras, José Ignacio Landaluce, dice: "Quienes se empeñan en comparar el Campo de Gibraltar con otras partes del mundo en el que el crimen organizado campa a sus anchas están faltando a la realidad". Y, sin embargo, le sale el Sindicato Unificado de la Policía (SUP) con que la comarca es la Colombia andaluza. Poco pueden hacer Zoido y Landaluce cuando un programa de La Sexta de prime time, Equipo de Investigación, con más de dos millones de espectadores, ya ha titulado un reportaje, en el que sus reporteros fueron apedreados pese a estar custodiados por las fuerzas del orden, como El cártel de Gibraltar. El programa lograba el clima de tensión necesario. No parecía La Línea lugar agradable para pasar vacaciones en familia.
En realidad, sobre la primera acepción del diccionario de la RAE de la palabra cártel no debería haber ninguna duda, ya que un cártel es cualquier organización dedicada al tráfico de drogas, pero es más interesante acudir a la segunda: "Convenio o asociación entre empresas comerciales de producción similar para evitar la competencia y controlar la producción, la venta y los precios de determinadas mercancías".
¿Lo hay o no lo hay? Los expertos no saben si lo hay o no lo hay, lo que saben es que en los últimos años se ha producido una "concentración empresarial". Luis de la Corte, director del área de Estudios de Inteligencia de la Universidad Autónoma de Madrid y autor del libro Crimen.org, es ceutí y siguió muy de cerca el ascenso y caída de Mohamed Taieb Ahmed, El Nene, el narco que sembró de violencia la ciudad africana española hace una década y que se colocó en el ranking de los mayores traficantes del mundo. Su estrella acabó por declinar. Con 39 años la leyenda en la que dicen que se basó la película de Daniel Monzón El Niño, estaba acabada. Su biografía ha seguido creciendo, ni siquiera está en la cárcel, pero ya no pinta nada en el negocio. La vida útil de un narco, como la de los futbolistas, es corta.
Cree De la Corte que en el Campo de Gibraltar puede pasar lo mismo, que los episodios violentos remitirán, mientras el negocio lo pasarán a controlar personajes de perfil más bajo. "Lo que ha sucedido es que el Campo de Gibraltar ha sido desatendida policialmente durante la crisis y esto ha hecho que hubiera una sensación de impunidad que hiciera crecer a estas organizaciones. Y a día de hoy la situación ni mucho menos está controlada. Pero si lo que queremos saber es si hay una cartelización o no al estilo de la Colombia de los 80 y los 90 no parece el término más adecuado. Un cártel lo era, en términos puramente económicos, porque una organización criminal abarcaba tal cantidad de territorio que podía llegar a controlar los precios. No creo que esto haya sucedido con las organizaciones, porpotentes que sean, que se dedican al hachís en la comarca".
El hachís en el Estrecho lo controlaban hasta hace tres años, básicamente, dos bandas, dos grandes empresas. Una es la conocida como los Castañitas, naturales de la zona, de La Línea, y la otra era la de Abdellah El Haj, nacido en Tánger, conocido como el Messi, que tras entregarse voluntariamente el pasado año prometió salirse del negocio y dedicarse en exclusiva a sus negocios legales. Abdellah el Haj, que eludió la cárcel con una fianza nada estratosférica para sus finanzas, 80.000 euros, sigue siendo hoy un personaje relevante de Algeciras, no se esconde, entre otras cosas porque tiene que presentarse todos los días al juzgado. Su anécdota más célebre es que se trajo a Chris Brown, una de las mayores figuras mundiales de hip hop, para celebrar su cumpleaños en su local de moda, el Shisha Club, en la playa de Getares. A los pocos días de presentarse en el juzgado, ante la indignación policial, cenaba tranquilamente en una marisquería en Palmones. El fiscal jefe de Algeciras, Juan Cisneros, justificaba su decisión: "Se ofreció él, estaba huido en Marruecos y con dos causas pendientes. Ahora una se puede calificar y en la otra señalar juicio. Lo que no podíamos pactar era que se entregara para meterlo en prisión porque no lo hubiera hecho. Él quería que no se le impusieran medidas cautelares y, en cambio, ha pagado fianza, se le ha retirado el pasaporte y tiene que comparecer a diario en el juzgado". El periodista Juan José Téllez, en un interesantísimo artículo en El Diario.es en el que se remonta un par de generaciones para explicar la sociología de la comarca, se atreve a aventurarse sobre tan extraño pacto: "Fue puesto en libertad no se sabe a cambio de qué, aunque hay quien percibe en todo ello la alargada sombra del yihadismo".
A partir de estas figuras que han adquirido cierto halo legendario, posiblemente debido a la simplificación que necesita toda trama narrativa, las estructuras se deslizaban hacia abajo en todo tipo de labores necesarias para la distribución de un mercado en el que de un modo u otro hay unas 3.000 familias implicadas. En ellas están los pilotos, los que transportan la droga, los que la guardan, la cantera, que son críos que hacen de puntos, los vigías... Y todo tipo de intendencia.Es un negocio complejo.Pueden parecer muchas personas, pero contando con que desde 2016 se han detenido en la comarca a más de dos mil personas relacionadas con tráfico de droga y se han incautado más de 350.000 kilos podemos hacernos una idea de la magnitud del negocio. Porque nadie duda de que esas magnitudes son sólo una pequeña parte del total. Un 20%, según las estimaciones más optimistas de los mandos policiales.
Sonia Alda, investigadora del Instituto Elcano que ha estudiado los fenómenos de narcotráfico en América Latina, opina en un reciente estudio que "el aumento de la presión policial, con el fin de acumular incautaciones y detenciones, puede ser contraproducente y dificultar el control del tráfico ya que impulsa a las redes criminales a buscar otras rutas o contribuye a la fragmentación del mundo crimina, dificultando el objetivo último, la desarticulación de estas redes". Hoy hablamos de personajes que ya son muy famosos, Messi y los Castaña, oficialmente fuera de la circulación, pero es seguro que habrá relevos, que tarde o temprano serán pasado. Y el hachís seguirá pasando.
El incidente que ha sobrecogido esta semana a toda España, con un niño de nueve años muerto por la chulería de un don nadie del mercado de la droga a bordo de una lancha de labores de logística en el contrabando, explica cosas de cómo funciona ese tejido empresarial. El niño, Manuel Mancilla, era hijo de un Pantoja, clan de El Saladillo que estuvo en tiempos en las estructuras superiores del andamiaje de El Messi. Lo que temía la policía es que se iniciara una batalla de bandas, aunque esto no era fácil que ocurriera. El soldado raso de un ejército, el de Los Castañitas, había matado al hijo de alguien con galones, un hombre respetado. Cómo se resolverá esto (porque se resolverá) no lo sabremos ni hoy ni mañana. El autor del involuntario homicidio sabe que el tiempo que viva no lo hará tranquilo.
Lo que queda de lo que llamaremos la estructura Messi no tiene ni mucho menos malas relaciones con la estructura Castañita, de hecho, los hermanos Castaña, que se inicaron en el mundo de la delincuencia en el robo al descuido, entraron en este mundo de la mano de Abdellah hasta que se independizaron con su bendición. Como ya narró este medio, Abdellah el Haj acudió la noche de los hechos al tanatorio a presentar sus respetos a la familia del niño, pero también, se interpretó desde la Policía, como un modo de aplacar ánimos. ¿Es eso un cártel? ¿Es un convenio o asociación entre empresas comerciales de producción similar para evitar la competencia y controlar la producción, la venta y los precios de determinadas mercancía? Cuando en la Confederación de Empresarios de Cádiz se apuesta por lograr que nuestras empresas se dimensionen, se hagan más grandes y se intenacionalicen, parece que encuentran en sector de la droga unos aventajados alumnos.
El delegado del Gobierno en Andalucía, Antonio Sanz, habla con convicción: "Los venceremos". Como frase, muy propia del lenguaje futbolístico que tan bien entienden los 'narcos', todos ellos apasionados de este juego, rtiene su efecto emocional, pero no va al fondo del asunto. "Es absurdo -explica José Encinas, de la AUGC- que el Gobierno le esté dando vueltas a si lo que ocurrió en la comunión en la que agredieron an nueve compañeros o lo de ese pobrecillo chaval en Getares tiene o no tiene que ver propiamente con el narcotráfico. Lo que ocurre, y ese es el problema, es que es un comportamiento narco. Enfrentarse a guardias civiles en una comunión o esa chulería mortal sucede porque existe una vinculación con ese mundo en el que se actúa con impunidad, se actúa en la creencia de que son los dueños del lugar porque el Estado ha renunciado a serlo. Por eso acosan a las fuerzas de seguridad, por eso, incluso, es posible que haya un menor índice de criminalidad común en la zona". Todo ello serían indicios de que, con todas las distancias, el SUP tampoco exagera cuando recuerda "maneras de comportamiento propias de la Colombia de los años dorados de la cocaína".
Pero esto es hachís. Los hermanos Tejón, Isco y Antonio, ambos de La Línea, el primero muy juerguista y el segundo más cerebral, son los conocidos como los Castañitas. Desde hace tiempo sienten el aliento de la Policía cerca y tienen una orden internacional de detención, lo que les ha hecho exiliarse a Marruecos. Si mucha gente en La Línea sabe que los Castañitas y el Messi movían el cotarro del hachís, era cuestión de tiempo que los refuerzos enviados desde Madrid para detener la alarma social generada por la escalada de violencia en el Campo de Gibraltar fijaron en su entorno sus focos. En octubre de 2016 la Policía organizó una macroredada contra la cúpula de los Castaña. Ellos escaparon, pero otros generales de su organización no. El Messi vio que las cosas se ponían feas y decidió buscar una tercera vía, sea ésta la que sea, las sabrá el juez, el fiscal y él. Los Castaña, en cambio, cuentan los agentes, tomaron el camino contrario: ante un control policial, acelerad, llevaos a quien os tengáis que llevar por delante. Es la guerra.
Para De la Corte está claro que esta intimidación es un síntoma de que la presión policial les está haciendo daño "y contestan irreflexivamente. Aunque exista algo de corrupción policial, estas bandas no están realmente introducidas en el tejido policial como era el caso de Colombia o México. En ese sentido, tarde o temprano estas figuras acabarán eclipsándose. Esta situación es alarmante, pero también es el ocaso de estas bandas y suis líderes que serán sustituidos por otros capos".
Hasta hace un par de años los Tejón llevaban una vida de lujo sin que nadie les molestara, exhibiéndose en el Bernabéu, colgando fotos de sus fiestas en y viajes al Caribe en Facebook. Como tantos otros narcos que hoy son historia, era una ostentación grosera. La Policía, mientras, buscaba conexiones de los contrabandistas con policías , buscando ese escalón de cartelización. Dentro de la macrooperación contra los Castaña, en una pieza de investigación paralela, fue detenido Luis Borjas, policía y candidato de Ciudadanos a la alcaldía de San Roque en 2015. Se le acusaba de haber recibido "sobornos de una banda de narcotraficantes". Él siempre lo negó. El caso está pendiente, pero sus supuestos jefes eran los Tejón y, según la sospecha policial, Borja formaba parte de su aparato de seguridad. A los Tejón les molestan, ya no se pueden pasear tranquilos por La Línea ni hacer ostentación, tienen cuentas intervenidas, a cerca de treinta personas de su estructura detenidas, entre ellas algunos familiares cercanos y de suma confianza. Un reportaje publicado en El Español, firmado por uno de los periodistas que mejor conocen este negocio, Andros Lozano, les atribuía una fortuna de entre 20 y 30 millones de euros en metálico ocultos en zulos. Cuando la Policía entró en sus domicilios en aquella redada se encontraron billetes hasta debajo de la cuna de un bebé. Todo eso lo han perdido.
En el rotativo del Grupo Joly en el Campo de Gibraltar, Europa Sur, se convive en el día a día con esta situación. Sus periodistas no son paracaidistas, sino que saben qué es lo que se cuece cada día y son los que alertan de que "las cosas han cambiado, no todo es tan fácil de explicar". En un reciente reportaje elaborado por este periódico y publicado en todo el Grupo Joly, Narcos SA, se afirmaba: "En el territorio controlado por Narco SA es posible comprar las gomas mediante renting y subcontratar la custodia de los alijos. De esa actividad viven de manera directa muchas familias y el temor es que la influencia social del narco aumente de tal forma que haga imposible una marcha atrás y se instale en parte de la población la sensación de que, al fin y a la postre, es un mal menor".
La organización encargada por la ONU para analizar el problema de la droga, la UNODC, no hace una sola mención a esta zona en su último informe, el del 2017. Sin embargo, sí hace una consideración económica general que puede interesar en la comarca. "A corto plazo, la afluencia de dinero obtenido de las drogas puede impulsar la inversión y aumentar el producto interno bruto de los países. Pero sus efectos tienden a ser negativos a largo plazo, en particular cuando el producto de que se trata abarca un porcentaje considerable de la economía de una comunidad. En ese caso, ese dinero puede inflar precios de bienes raíces, crear condiciones de competencia desleal, acentuar la distorsión de la distribución de los ingresos y la riqueza y agravar la corrupción. En ese proceso, las empresas legítimas serán desbancadas del mercado y es posible que no se hagan nuevas inversiones legítimas". Esa es la riqueza del hachís.
Y ahora las malas noticias. En lo que llevamos de año, en el puerto de Algeciras se han requisado 11.285 kilos de cocaína, casi todos ocultos en contenedores. En todo el año pasado fueron 11.768. Mala cosa. A las fuerzas de seguridad les han llegado datos fiables de que se están instalando laboratorios de tratamiento de la cocaína en Marruecos. También de la presencia en la zona de nombres relacionados con los grandes productores sudamericanos. ¿Por qué no controlar todo el proceso dentro del territorio del segundo consumidor de Europa? En Galicia, en los años 80, no les fue mal. No es necesario recordar que Sito Miñanco, uno de los históricos del 'narco' gallego que no era nadie hasta que conoció a los colombianos, fue detenido hace unos meses en Algeciras. "En estas cosas no suele haber casualidades", sugiere Luis de la Corte. "Como encima seamos puerto de referencia de la cocaína, entonces todo lo que estamos viviendo nos va a parecer cosa de niños", alertan preocupados desde la AUGC.
La investigadora Sonia Alba cree que Europa cuenta con las herramientas para combatir el crimen organizado: sólidas instituciones regidas por el imperio de la ley, bajos niveles de corrupción, cuantiosos recursos económicos invertidos en cuerpos de seguridad y tecnología, y políticas de prevención y de salud pública. "Podría concluirse que Europa debería tener resuelto el problema, pero, lejos de eso, lo cierto es que, pese a los años de experiencia, los resultados no se corresponden con la inversión. No sólo eso, sino que el tráfico de cocaína crece y se consolida".
En una cumbres de fiscales antidroga de todo el mundo, el fiscal jefe español, José Ramón Noreña, intervino para decir que "el problema de las drogas es mundial, afecta a todos los países y la lucha contra él es una responsabilidad común que incluye a países productores, de tránsito y consumidores". Encinas, de AUGC, lo vive cada día: "Claro que esto no es un problema solo de España, es un problema de Europa y lo tiene que resolver toda Europa. Solos no podemos".
Una detención
En octubre de 2016 la Policía se lanzó a una ambiciosa operación: desmantelar clan linense de Los Castaña. Consiguió detener a cerca de 30 personas, pero los dos cabecillas, los hermanos Tejón, se escabulleron a Matrruecos. Un mes después uno de los hermanos Isco, fue detenido en una cafetería de Tánger (en la imagen ese momento capturado en un móvil). Sin embargo, de manera inexplicable, cuando se cursó la orden de extradicción, Isco Tejón ya no estaba preso.
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