Doble crimen de Almonte: Nueve ciudadanos perplejos
Galería del crimen. Capítulo 3
El caso del doble crimen de Almonte, en abril de 2013, sigue abierto después de que un jurado rechazara declarar culpable al hombre que la investigación científica consideraba autor
Capítulo 2: Parricidio en Ubrique
Oficialmente no se sabe quién perpetró el doble crimen de la última sabatina de Almonte de 2013. Oficialmente no, pero los agentes científicos de la UCO que investigaron el caso tienen pocas dudas de quién mató esa noche de 151 cuchilladas a Miguel Ángel Domínguez, de 39 años, y a su hija María, de ocho. Se lo trataron de explicar a nueve ciudadanos corrientes que, de algún modo, pasaban por allí, pero no les convencieron. Esos nueve ciudadanos componían el jurado.
Cuatro años después del crimen se inicia el juicio contra el único acusado, Francisco Javier Medina. Fran Medina era el compañero sentimental de la madre de María, Marianela Olmedo, que seguía casada con Miguel Ángel Domínguez. Los tres trabajaban en el Mercadona de Almonte. Marianela había empezado una relación con Fran tres años antes de la violenta muerte de Miguel Ángel. Fran no se parecía a Miguel Ángel en nada. Fran tenía un carácter muy básico y era un devoto de la Virgen del Rocío, de los que se meten debajo de ella cuando la sacan cada año como colofón a la famosa romería. Un almonteño muy almonteño. Miguel Ángel era un hombre tranquilo, no especialmente devoto, cuyas aficiones eran el fútbol y la lectura.
El triángulo
Existía una relación particular en ese triángulo. En un principio Fran y Marianela se veían de forma clandestina, pero Miguel Ángel acabó descubriéndoles. Sin embargo, Marianela siguió viviendo con su marido y con su hija en el domicilio conyugal durante bastante tiempo, aunque mantenía la relación con Fran, con el conocimiento de Miguel Ángel. A pesar de la complicada situación sentimental, familiares y amigos aseguran que Miguel Ángel y Marianela mantenían una convivencia civilizada, teniendo en cuenta las circunstancias. Por contra, la relación de Marianela con Fran era más tóxica de lo que parecía. Fran había roto con su ex pareja, Raquel, para quedarse con Marianela y la exigía que ella hiciera lo mismo con Miguel Ángel. Marianela era reticente, no quería alejarse de su hija. Se acostumbró a borrar las llamadas del móvil según las realizaba porque Fran espiaba su teléfono siempre que podía, pero ella estaba “cegada” de amor y no le daba importancia a estas “manías”. Una de las amigas de Marianela declaró que desde que estaba con Fran vestía “de manera mucho más recatada”. Las minifaldas habían desaparecido de su armario.
La última sabatina es uno de los días grandes de Almonte. Es el último día en el que la Virgen del Rocío permanece en el pueblo, lo que ocurre una vez cada siete años, antes de devolverla a su basílica en la Aldea donde todos los años peregrinan cientos de miles de personas. El ambiente, por tanto, es festivo, casi todo el pueblo está en la calle hasta altas horas de la madrugada.
En aquella sabatina a Miguel Ángel le tocaba quedarse con su hija porque Marianela ya había dado el paso de irse de casa, aunque todavía no vivía con Fran. Estaba en ese punto intermedio. Miguel Ángel había prometido a María que irían a cenar a su pizzería favorita y luego irían a casa y verían algo juntos en la tele. El plan de Fran y Marianela consistía en ver una película en la casa de ella cuando salieran de trabajar. Una compañera del supermercado le había guiñado el ojo a la salida a Marianela y le había sonreído diciendo “vaya noche loca, eh, sin niña”.
La reconstrucción de los hechos apuntaba a que Miguel Ángel descubre al intruso cuando sale de la ducha. Desnudo, forcejea con el agresor y gana algo de espacio para coger a su niña y refugiarse en el dormitorio principal. El intruso derriba a patadas la puerta y se ceba con Miguel Ángel ante el espanto de María, que sale corriendo hacia la cocina, donde coge un pequeño cuchillo y regresa al dormitorio para defender a su padre, que ya se encuentra inmóvil. El agresor se vuelve entonces contra ella. Le asesta varias puñaladas, pero Miguel Ángel, ya moribundo, vuelve a moverse, se arrastra hacia la puerta, quizá para pedir auxilio. El asesino sale detrás de él. María aprovecha para escabullirse y refugiarse en su habitación. Una vez que ha rematado a Miguel Ángel, el criminal entra en el cuarto de María y acaba su trabajo. Es casi seguro que cuando el asesino abandona la casa María sigue viva, e incluso podría haberse salvado si se la hubiera llevado a urgencias. Pero eso no sucede y esa noche María muere sola en la cama de su habitación. Al día siguiente, el asesino regresa al lugar del crimen. Los investigadores piensan que para cerciorarse de que María está muerta. Antes de abandonar definitivamente la casa, el asesino deja una marca en la piel de María, una herida post mortem, y tapa el cuerpo de la niña con una manta. Ni la noche anterior ni la mañana el autor del crimen ha forzado la puerta. O ésta estaba abierta o tenía un juego de llaves.
La declaración de unos adolescentes ecuatorianos, vecinos del inmueble donde se produjo el suceso, relata una discusión entre dos hombres que debían conocerse. Uno le dice al otro que se vaya de su casa, que está harto de él. También se escucha la voz de la niña. Luego hay golpes y algún grito. Aquello no dura más de diez minutos, después silencio. Los vecinos ya no escucharán nada más. Tardarán varias semanas en contarles esto a los investigadores.
Las pruebas que conducirán a la detención de Fran, trece meses después del doble crimen, son esencialmente científicas. Hay una fundamental: la existencia de ADN de Fran en las toallas de la casa de Miguel Ángel. No algún resto de ADN. Mucho ADN. También el hecho de que las marcas dejadas por los guantes que el criminal utilizó para no dejar huellas coinciden, sin ningún lugar a dudas, con los que se utilizan en Mercadona o que la biomecánica de las pisadas de las zapatillas marcadas en el reguero de sangre del escenario del crimen son compatibles con los pequeños pies de Fran, aunque la zapatillas fueran dos números más grandes.
Si la detención de Fran se había demorado se debía a que Marianela estaba convencida de que le había visto en el coche cuando salía del supermercado con un grupo de trabajadores sobre las diez de la noche, la hora en la que se está perpetrando el crimen. La última vez que las cámaras del supermercado captan a Fran es a las 21 horas y ninguno de los compañeros de Marianela recordaba haber visto a Fran después de esa hora.
La muerte de sus dos vecinos supuso un golpe muy duro para Almonte. No podían creerse que uno de ellos hubiera cometido semejante matanza. Por eso hubo cierto alivio cuando las sospechas se dirigieron primero contra un ciudadano rumano que en cierta ocasión había discutido en el supermercado con Miguel Ángel y después contra un joven marroquí que esa noche había sufrido un profundo corte en la mano. Pronto se descartaron esas hipótesis y el mazazo llegó cuando fue detenido Fran. Entonces el pueblo se dividió. Una parte de los almonteños no veía a Fran capaz de semejante salvajada: un buen chico, cumplidor, que nunca había dado problemas. Otros encajaban piezas y admitían que podía tener su sentido: un hombre celoso, con ramalazos machistas. Eso sí, ni unos ni otros podrían relatar de Fran algún episodio violento conocido.
Entre tanto, había quien en los mentideros (dígase redes sociales) señalaba a la culpable de aquella desgracia: Marianela. Era ella, de forma indirecta, la responsable de todo. Al sufrimiento de haber perdido a su marido, un hombre con el que ya no estaba pero al que quería, y, sobre todo, su querida hija, se le añadía el estigma machista de la mujer fatal.
El día del juicio, fijado para el 6 de septiembre de 2017 algunos vecinos se congregan ante la la puerta de la Audiencia provincial para enviar ánimo a Fran. “Tranquilo Francisco, tranquilo, estamos contigo”, se escucha. La teoría que sostienen es que la Guardia Civil ha fabricado pruebas para incriminar a Fran. No tenían a ningún sospechoso y decidieron resolver el caso de cualquier manera.
Aníbal, el hermano de la víctima, Miguel Ángel, declara indignado ante los micrófonos de las televisiones de toda España: “La única verdadera víctima es María que recibió 104 puñaladas y una mortal en la yugular (…) Y quiero remarcar la humillación que esta familia, que es la verdadera víctima, ha tenido que estar sufriendo (…) En España no se ha visto que en un proceso judicial en el que se está juzgando el asesinato de una niña de ocho años se vitoree y se aplauda al presunto criminal, es inaudito. Es el mundo al revés”.
El jurado
Antes del día del juicio treinta ciudadanos han sido convocados por sorteo al palacio de la Audiencia. Diez de ellos presentan alegaciones y sólo acuden veinte. De ellos habrá que seleccionar once, nueve titulares y dos suplentes, para confeccionar el jurado que debe de juzgar el crimen. Las acusaciones y la defensa hacen preguntas. Quieren saber edad, estudios, estado de salud, su vínculo con Almonte o si conocían a los trabajadores del Mercadona. La acusación les pregunta por sus opiniones sobre la violencia de género, mientras que la defensa pregunta si conocen casos de mujeres que hubieran agredido a hombres, así como su percepción de lo que es la presunción de inocencia.
A continuación, empiezan los descartes. Las acusaciones desechan a dos personas que son conocidas de un hermano de Fran, mientras que la defensa se decanta por eliminar a los que tienen más nivel de estudios. De hecho, de los 9 elegidos, cinco mujeres y cuatro hombres, sólo uno de ellos tiene estudios superiores, un empleado de banca con la carrera de Empresariales al que se le nombra portavoz. Una mujer pidió ser descartada porque “siempre apoyo lo que dice la mayoría para no discutir. Me dejo llevar por lo que dicen los demás”. Esta mujer es incluida en el jurado.
En la primera semana del juicio uno de los jurados cae enfermo y tiene que ser sustituido por el primer reserva. Ya sólo queda un reserva. Este advierte de que no está en condiciones de formar parte del jurado en el caso de que otro de los titulares caiga enfermo porque sufre una discapacidad mental. Si se aceptara esta renuncia el juicio tendría que detenerse y habría que empezar el proceso de nuevo en su totalidad. No se acepta la renuncia arriesgando a que una nueva baja obligue a incluir entre las personas que tienen que decidir sobre el caso a una persona que ha presentado un certificado médico de discapacidad mental.
El juicio tiene jornadas muy largas. Son muchos testigos y los peritos de la acusación se extienden en sus pruebas científicas. Por ejemplo, hay un largo debate sobre si el ADN de Fran que aparece en las toallas ha llegado allí de forma directa o indirecta. Es un debate muy técnico. Durante estas disquisiciones hay un miembro del jurado que se queda dormido, otros miran al techo. Ninguno de los jurados hace preguntas a pesar de que tienen pinta de no haber entendido nada. Preocupa a las acusaciones. “Es como si les hablaran en chino”.
Durante el juicio lo miembros del jurado sólo harán una pregunta. Será durante la declaración de Marianela, que había explicado al fiscal cómo se sentía: “Mi vida desde que asesinan a mi hija y a mi marido es un auténtico calvario, no tengo vida ni ilusiones”. Pero la pregunta no irá sobre eso. La pregunta fue: “¿Y durante este tiempo usted ha acudido a clases de baile?” El interrogatorio de la defensa es escabroso, ya que buena parte de las cuestiones que plantea tiene que ver con su vida sexual. El objetivo sería demostrar que el ADN de Fran apareció en la casa a través de Marianela. Al terminar su declaración, Marianela está indignada: “Se me ha juzgado a mí, no al que cogió el cuchillo”.
La defensa, por su parte, se aferra a la primera declaración de Marianela. Si ella había visto a Fran en el coche cuando salió del Mercadona, él no podía haber estado en la casa de Miguel Ángel a esa misma hora acuchillándolo. En realidad, hace tiempo que Marianela ha cambiado esa declaración. Dijo posteriormente, tras recibir tratamiento psicológico, que estaba en shock tras la muerte de su hija y que dijo eso porque la costumbre era que Fran estuviera allí a esa hora. Lo que sí recibió fue una llamada de él porque está registrada, pero no puede asegurar que le viera. Pero la defensa tiene un testigo sorpresa que compensa esa falta de memoria de Marianela. Es Raquel, la ex de Fran, en su día despechada por la relación con Marianela, que declara que sí que le vio salir con el grupo. Esto contradecía lo que había declarado varios días después del crimen ante los agentes de la Guardia Civil: entonces dijo que no sabía a qué hora salió Fran.
En su alegato final la defensa ha dicho a las nueve personas que componen el jurado que tienen que valorar si tienen la convicción para enviar a un hombre joven de 35 años a una prisión de la que no saldría hasta los 85 años. ¿Podrán cargar con esa duda sobre sus conciencias? La añagaza de la defensa impacta en el jurado. Nadie en España pasa 50 años en la cárcel. Contando con que Fran ya llevaba cuatro años de prisión preventiva, lo más probable es que, de haber sido condenado, hubiera empezado a obtener beneficios penitenciarios a los 15 años.
A esto se añade que los miembros del jurado no se han encontrado aislados durante la celebración del juicio. Una vez que terminaban la vista regresaban a su casa y podían asistir a todo el circo mediático televisivo que acompaña a estos casos. Habían escuchado las muestras de apoyo a Fran en la entrada de la Audiencia, conocían el ambiente de división existente en el pueblo y podían consultar si querían en internet toda la trifulca que se había armado en redes sociales.
La decisión final es No Culpable. Medina rompe a llorar y sus familiares prorrumpen en aplausos y gritos de alegría, mientras de fondo se escucha a la madre de Miguel Ángel y abuela de María gritar entre sollozos “¡Mierda de jurado!”. Fran es recibido en el pueblo por sus allegados como un héroe. Brindan por su libertad tras cuatro años encerrado.
En la decisión del jurado pesó más la primera declaración de Marianela, aunque se desdijo de ello en el juicio, y el testimonio de la ex de Fran, que lo situó en el supermercado a la hora de los hechos. Para ocho de los nueve miembros del jurado la presencia de Fran en el domicilio de Miguel Ángel no estaba probada. La redacción de su decisión es muy corta y no se alude en absoluto a las pruebas científicas presentadas y avaladas por el Instituto de Toxicología.
Tiempo después, el TSJA ratificó la sentencia al entender que era el jurado quien tenía que valorar las pruebas y ya lo había hecho. De este modo, Francisco Medina ya era un un hombre completamente inocente. Retomó su vida en Almonte: “Llevo cuatro años diciendo que os habéis equivocado conmigo. Ya no lo tengo que decir yo. Ahora lo dice la Justicia y todavía no les he escuchado a ellos (por la familia de la víctima) decir me he equivocado”.
Mientras, Marianela abandonó Almonte. En abril de 2019 la UCO envió a otros agentes para retomar las investigaciones. Tras varias semanas elevaron un informe en el que concluyeron que no había posibilidad de abrir nuevas líneas de investigación que no hubieran transitado ya sus anteriores compañeros. A día de hoy, el caso sigue abierto.
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