Sequía: Las desaladoras, una realidad que se antoja necesaria
La sequía pone de relieve que la provincia precisa potabilizar ya mismo agua de mar
Las lluvias de los últimos días no bastan, hacen falta auténticas trombas
El Consorcio de Aguas, más gestión que política para afrontar un reto peliagudo
Cádiz/Las circunstancias actuales obligan a mirar al futuro en busca de alternativas que garanticen el agua para el consumo, lo que incluye pensar en las plantas desaladoras. La obtención de agua desalada es una práctica muy común en algunos lugares del mundo donde el acceso a fuentes de agua dulce es limitado. En España es una de las formas de obtención de agua potable más frecuentes. De hecho, nuestro país es uno de los que cuenta con más plantas desaladoras del mundo, sólo por detrás de Arabia Saudí, Estados Unidos y Emiratos Árabes.
Actualmente, en España hay más de 750 plantas desaladoras. Aproximadamente la mitad son plantas desaladoras de agua de mar y la otra mitad, desaladoras de agua salobre o desalobradoras.
Por zonas, las Islas Canarias se llevan la palma, seguidas de la costa levantina. En Andalucía, la mayoría de las que hay están ubicadas en Almería, todas destinadas a uso agrícola, mientras que en Málaga existen dos que sí sirven para el consumo, la de El Atabal, que produce 76 hectómetros cúbicos al año y que es una de las mayores plantas desaladoras de España y del mundo con una gran calidad del agua, y la de Marbella, que también suministra agua de calidad para la Costa del Sol y que se ha convertido en pieza fundamental para el desarrollo turístico.
La única respuesta posible a la pregunta de por qué no se ha levantado ninguna planta desaladora en la provincia es que con la cantidad de embalses que hay no era previsible la situación actual. Pero la sequía ha afectado como nadie esperaba. Y hay que hacer algo.
Las voces más autorizadas, esto es, lo que de verdad saben de la materia, los técnicos, explican que una planta de referencia como la malagueña de El Atabal puede costar unos 200 millones de euros, al margen del gasto que suponga las canalizaciones, pero permitiría dedicarla exclusivamente al uso agrícola y con ello liberar entre un 10 y un 15% del agua embalsada para el consumo humano.
La ubicación idónea sería en la costa noroeste y el tiempo de construcción superaría los dos años. Y lo peor es que ya vamos tarde.
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