Cádiz: Carreteras de tercera en una provincia de primera
Asfalto roto, desniveles en la calzada, muchos parches, baches que obligan drásticamente a reducir la velocidad y hasta algún que otro desprendimiento dan una imagen penosa de Cádiz
Esta es la radiografía de las vías gaditanas que competen a la Junta y al Gobierno tras cinco rutas diferentes en las que hemos recorrido casi 1.500 kilómetros
Carreteras esenciales como la Jerez-Los Barrios, la autopista a Sevilla o, sobre todo, la autovía Sanlúcar-Jerez muestran claros síntomas de deterioro
Las imágenes del estado de las carreteras en la provincia de Cádiz
La modélica 'autovía verde' entre Jerez y Los Barrios se convierte en un rosario de baches por la falta de inversión
Cádiz no es grande. Es una provincia muy diversa, con muchos atractivos, con enclaves muy diferenciados y se podría decir que compleja y completa casi a partes iguales, pero no es grande. Las distancias entre los municipios que están más alejados tampoco son muy llamativas, como muestra el hecho de que entre Chipiona y San Martín del Tesorillo, entre Cádiz y Alcalá del Valle o entre Puerto Serrano y Tarifa, por ejemplo, la distancia en coche oscila en todos los casos entre los 140 y los 150 kilómetros. Y tampoco es grande esta provincia si comparamos su red de carreteras con las del resto de Andalucía. Porque Cádiz cuenta con unos 2.170 kilómetros de viales dentro de su territorio, de los que casi la mitad (en torno a unos 1.040 kilómetros) son competencia de la Junta de Andalucía, quedando alrededor de 330 kilómetros bajo la competencia directa del Gobierno de España y siendo los 800 kilómetros restantes potestad de la Diputación. Esta cifra total de 2.170 kilómetros supone la sexta de Andalucía y sólo supera a las redes viarias de Almería y de Huelva.
Leemos con cierta asiduidad que las administraciones públicas invierten determinadas cantidades de dinero en la conservación de nuestras carreteras. Pero, ¿cuál es su estado? ¿Las carreteras de Cádiz dan una buena imagen de una provincia que cada año atrae a más visitantes o es todo lo contrario? ¿Y son seguras para la conducción? Responder a estas preguntas era el objetivo que nos planteamos antes de encarar este reportaje en el que, a través de cinco rutas diferentes realizadas en varias jornadas y teniendo en todos los casos San Fernando como punto de salida y de regreso, hemos recorrido casi 1.500 kilómetros y hemos invertido más de 26 horas. Nos hemos centrado solamente en las carreteras que competen a la Junta y al Gobierno central, huyendo de las secundarias que gestiona la Diputación de Cádiz. No hemos podido circular por la totalidad de las vías autonómicas que hay en territorio gaditano, aunque sí por la mayoría de ellas, y algunas hasta en varias ocasiones y en ambos sentidos de la marcha. Y este es el resultado final.
RUTA 1. Martes 22 de octubre. 347 kilómetros
Apostamos fuerte con la primera ruta y nos planteamos el objetivo de comprobar el estado de dos carreteras de la Junta que hasta hace muy pocos años estaban consideradas las más peligrosas de la provincia, como eran el tramo de la A-389 que une Media Sidonia y Paterna de Rivera y la A-2226 o carretera del Castaño, que enlaza Benalup-Casas Viejas con la autovía Jerez-Los Barrios (A-381). La Janda, por tanto, es hoy la protagonista, aunque recorreremos también una parte del Campo de Gibraltar e intentaremos pisar, aunque sea de manera testimonial, la Sierra.
Para ir de San Fernando a La Barca de Vejer todas son carreteras estatales. Y el recorrido deja algunas imágenes ilusionantes y otras preocupantes. Tras circunvalar La Isla por la autovía CA-33 uno se recrea con una imagen esperada desde hace 30 ó 40 años, y no es un exageración: las obras del nudo de Tres Caminos siguen avanzando. Faltan aún las grandes estructuras y los nuevos viaductos, es verdad, y supuestamente tendremos por delante unos cuantos veranos –dos, tres o puede incluso que hasta cuatro– con grandes retenciones en este enclave donde confluyen los términos municipales de Puerto Real y Chiclana, porque se unirán las obras, los obligatorios desvíos de tráfico y la avalancha de visitantes que seguirán llegando para disfrutar de nuestras playas. Pero, aunque aún esté lejano, el fin del principal punto negro que hay en la red viaria provincial parece que empieza a acercarse.
Las obras han eliminado ya uno de los tres carriles de la A-48 en dirección hacia Chiclana, pero se circula con normalidad, quizás porque es un día entre semana. Pero al iniciar la circunvalación de la localidad chiclanera comienzan los primeros disgustos. El asfalto muestra claros síntomas de deterioro en varios puntos y en las líneas que separan los dos carriles que van en la misma dirección es perceptible una enorme grieta longitudinal que parece interminable. Y la situación empeora aún más cuando se supera la salida a La Barrosa en el kilómetro 10 y, sobre todo, cuando se llega a altura del kilómetro 18, ya en dirección a Conil, donde hay señales de tráfico que obligan a reducir la velocidad a 100 kilómetros por hora durante un tramo de cinco kilómetros debido a la existencia de varios baches. Efectivamente el firme da una imagen muy triste. Y eso que estamos a altura del acceso a Novo Sancti Petri, la meca indiscutible del turismo gaditano y chiclanero.
Las grietas en el asfalto continúan por toda la A-48, sobre todo en su tramo final, llegando a Vejer, pero allí en La Barca nos topamos con una alegría. La rotonda construida por el Ministerio de Fomento, y que permite acceder a la A-396 que llega a Medina Sidonia, está cumpliendo de sobra su cometido porque no sólo está aliviando el tráfico sino, lo que es importante, ha reducido de manera considerable la siniestralidad que había en este punto. Y uno se pregunta por qué no se planteó una solución tan fácil muchos años antes. La de vidas que se habrían salvado si hubiera habido un mínimo de imaginación en los técnicos de este ministerio o en los políticos que lo dirigieron en las últimas décadas.
Entramos en territorio de la Junta, primero por un tramo corto de la A-396 y luego por la A-2228, que atraviesa Cantarranas, que pasa junto al acceso a la finca Las Lomas y que desemboca en Benalup. La segunda de estas carreteras autonómicas presenta mejor estado que la primera, y, aunque las grietas en el asfalto surgen de vez en cuando, se circula sin sobresaltos.
Tras atravesar Benalup llega la primera prueba de fuego: la carretera del Castaño. Hace apenas cuatro años los aproximadamente 30 kilómetros que separan la localidad benalupense de la autovía Jerez-Los Barrios eran una vergüenza con baches, desniveles, curvas cerradas, ausencia absoluta de arcenes y algún que otro precipicio jalonando todo el recorrido. Ahora, y tras las obras realizadas por la Junta, la situación ha mejorado de manera considerable. El coche circula con normalidad porque el asfalto es uniforme… pero a partir del kilómetro 4 la carretera pierde la línea que separa cada carril de la circulación, en algunos tramos no hay guardarraíles y la anchura de la calzada sigue siendo cuestionable. Por eso cuando un camión inicia desde el otro extremo su recorrido hasta Benalup, nos vemos en la necesidad de casi detener nuestro vehículo para confirmar que hay sitio para los dos vehículos. Resumiendo, que se ha ido el peligro pero la atención en la conducción tiene que seguir siendo máxima.
Encaramos luego la Jerez-Los Barrios (A-381), y conforme nos vamos acercando al Campo de Gibraltar la sensación es cada vez más preocupante. El asfalto está levantado en el kilómetro 70 y muestra un estado aún más defectuoso en el 77, y nos topamos con una cuadrilla acometiendo obras en esos dos carriles durante dos kilómetros, entre el 83 y el 84, lo que obliga a desviar el tráfico y dejar un solo carril en cada sentido. Y uno, que sabe de la importancia de esta autovía, de lo que ha ayudado a vertebrar esta provincia desde que fue entrando progresivamente en servicio hace más de 20 años y de los numerosos premios que recibió de Europa por el mimo con el que se ejecutó para preservar el Parque Natural de Los Alcornocales que atraviesa, se pregunta, ¿qué le pasó a esta carretera? ¿Tantas deficiencias tuvo en su construcción, sobre todo en el tramo campogibraltareño? Porque desde hace ya varios años lo extraño es que no haya obras en la A-381 a la altura de Los Barrios. Esa imagen es ya habitual, como parece que también va a serlo el camión que se salió de la autovía hace ya tres meses y que allí sigue, volcado en el kilómetro 85, sin que ninguna empresa lo rescate y sin que la Junta se digne a retirarla. Otra imagen lamentable, y ya van unas cuantas.
Nos proponemos encarar la N-340, buscando Tarifa, y eso nos obliga a tomar la circunvalación de Algeciras a través de la A-7. Son las 13.30 horas, pero da igual el momento del día que sea. Aquí siempre hay atascos, y hoy no es una novedad. La congestión del tráfico se agrava cuando sólo hay un carril de salida en dirección hacia Tarifa y, sobre todo, cuando se llega a la rotonda de Getares, donde ya son visibles las obras del acceso sur al puerto de Algeciras, la segunda de las dos obras de infraestructuras viarias que ejecuta en esta provincia el Ministerio de Fomento.
La paciencia se sienta en el asiento trasero de nuestro coche, y se marcha cuando se recupera la fluidez en la circulación. Siempre me ha gustado este tramo de la N-340, las históricas curvas de Tarifa. Saber que África está ahí al lado en cierto modo me sobrecoge, y el mirador del Estrecho me sigue pareciendo uno de los puntos más icónicos de esta provincia. Pero la carretera, antigua como pocas, está bastante mal, con interminables parcheados, asfalto bastante deteriorado y algunas zonas en las que se echa en falta una mano de pintura para visualizar mejor las líneas de la carretera. Y, sobre todo, uno no termina de entender las razones por las que el Gobierno de España, éste y los anteriores, de un color político y del otro, siguen sin decidirse a culminar la construcción de la autovía A-48 entre Algeciras y Vejer. Porque la N-340, donde en verano se viven unas retenciones de tráfico brutales, sigue siendo una de las carreteras de la provincia más peligrosas, con accidentes mortales que lamentablemente se repiten con cierta asiduidad. Y esa siniestralidad viene dada, entre otras cosas, por las múltiples entradas y salidas que hay en el tramo tarifeño de esta carretera y que dan a hoteles, campings, restaurantes y otras vías de servicio, además de por los cambios de rasante y las largas rectas, con el riesgo que todo ello encierra.
En el kilómetro 64, entre el 46 y el 45 o entre el 44 y 43. Los puntos donde la N-340 se muestra como una carretera dejada de la mano de Dios son visibles, al igual que lo son los carteles que advierten de la existencia de baches en la calzada, en las inmediaciones de Montenmedio. Más señales y más carteles. Quien avisa no es traidor, dicen, pero igual se podrían dejar de tantos carteles y ponerse a echar más asfalto.
En La Barca de Vejer repetimos la exclamación: ¡Vivan las rotondas! Porque la que permite encarar la carretera hacia Barbate ha sido igualmente otro acierto. La A-314, que llega hasta la localidad barbateña, también tiene en sus espaldas un siniestro historial de accidentes trágicos. Quizás por eso la Junta ha colocado en ambos márgenes de esta carretera unos pivotes rojos supuestamente visibles por la noche, y también carteles alertando de la obligatoriedad de reducir la velocidad al llegar a alguna de las muchas curvas cerradas con que cuenta esta vía. La principal vía de acceso a Barbate no presenta muchas deficiencias. Algo es algo.
Al llegar a la entrada a la localidad barbateña optamos por seguir hacia los Caños de Meca a través de la A-2223, donde llama más la atención el carril-bici que una carretera que carece de línea divisoria entre carriles y donde se aprecian varios baches, posiblemente provocados por las raíces de los árboles cercanos que pueblan el Parque Natural de La Breña. Y tras Los Caños, rumbo de nuevo a La Barca de Vejer por la A-2230, la vía que conecta con el CHARE, que carece también de arcenes y que cuenta con varios cambios de rasante en su recorrido.
Volvemos a la A-396, buscando Medina Sidonia, y más de lo mismo, con desperfectos en la calzada, grietas en varios puntos y otro cartel alertando de que el firme tiene ondulaciones justo delante de la finca Cantora. Muchísima peor imagen dejan luego los escasos cinco kilómetros que tiene la A-2234 y que permite conectar, casi debajo de la Jerez-Los Barrios, con la A-389, la carretera que permite unir La Janda con la Sierra pasando por Paterna de Rivera, por las inmediaciones de San José del Valle y llegando luego hasta la Junta de los Ríos, Arcos y Espera.
El tramo inicial, entre Medina y Paterna, ya no tiene nada que ver con el de pocos años atrás, cuando su estrechez, las curvas y el paso continuo de camiones daba a esta parte de la carretera una peligrosidad total. Ahora, tras la reforma integral realizada por la Junta, la situación ha cambiado notablemente porque se circula por una carretera nueva, con la satisfacción y la tranquilidad que ello conlleva. Pero eso es sólo en esa fase inicial de la A-389, porque a partir del kilómetro 19 la situación va empeorando poco a poco, notándose cómo el asfalto se va deteriorando, posiblemente por el paso continuo de tractores. Y la situación empeora sobre todo en la recta final, llegando ya a Arcos, donde la estrechez de la vía complica bastante la circulación en una vía que parece pedir a gritos unas obras de reforma que ni están ni se las espera.
Y desde Arcos, rumbo a la Bahía y a San Fernando por la autovía a Jerez (A-382), que es competencia de la Junta, y por las autovías A-4 y CA-33, que son del Estado. Las tres muestran un aspecto presentable, porque la circulación en ningún caso encierra peligrosidad, aunque tampoco es plan de lanzar las campanas al vuelo, porque en varios tramos el asfalto tiene unas calvas visibles que no deberían dejarse de la mano.
RUTA 2. Jueves 24 de octubre. 232 kilómetros
Cambio de tercio. Hoy el protagonismo lo asume la Costa Noroeste. Ponemos rumbo hacia Rota, primero por la A-4 hasta El Puerto y luego encarando la A-491, esa carretera que tanto costó desdoblar y que se terminó quedando a medias, porque los cuatro carriles sólo llegan hasta las inmediaciones de la Base de Rota. Los 15 kilómetros que restan hasta llegar primero a Rota, luego a Costa Ballena y finalmente a Chipiona siguen si estar desdoblados. La Junta sigue prometiendo que hará esa autovía, pero los habitantes de esta esquina de la provincia escuchan esas promesas como quien oye llover, porque ya nadie se cree nada.
La autovía de El Puerto a Rota es relativamente reciente porque no tiene ni siquiera una década de vida. Y ello se nota en la conducción porque los desperfectos, aunque los hay, son mínimos. Pero acabando la autovía y salvando la ‘madre de todas las rotondas’ que hay a su término, ya junto a la Base, el trayecto de la vieja carretera hasta Rota nos devuelve a la realidad. Y esa realidad confirma que esta vía no da más de sí. El asfalto cambia de color, hay incontables parches y a la altura del kilómetro 13 el coche se inclina inesperadamente a la derecha por culpa de un desnivel que ni siquiera está señalizado. Es muy lamentable que Rota, un municipio de tanta importancia para Cádiz, Andalucía y España, carezca aún de una autovía de acceso. Sencillamente no se entiende.
La calzada parece mejorar un poco conforme nos vamos acercando a Costa Ballena, pero empeora cuando vamos llegando a Chipiona. A su término, ya en el kilómetro 0, constatamos que esta es una de tantas carreteras que hay en la provincia de Cádiz que muta totalmente del verano al invierno. Ahora se transita por ella sin sobresaltos y con una intensidad de tráfico relativamente baja. En julio y agosto esto es una locura.
Al llegar a Chipiona optamos por dar la vuelta. Estaba la opción de seguir hacia Sanlúcar por la parte inicial de la autovía A-480, la que llega hasta Jerez, pero los escasos kilómetros que separan la localidad chipionera de la sanluqueña está repleta de rotondas. Así que optamos por dar media vuelta por la A-491 y usar mejor la A-2077 o también llamada carretera de Munive. Tampoco hace tanto que la Junta llevó a cabo una actuación importante en esta vía, también muy transitada en verano por los visitantes que, proveniente sobre todo de Sevilla, buscan las playas de Costa Ballena o de Rota. Y la carretera de Munive aprueba el examen aunque, como le sucede a otras vías de la provincia, en algunos puntos ya se ven señales de un mínimo desgaste.
Al llegar a la intersección con la autovía A-480 ponemos rumbo a Trebujena. Parecemos eso, unos sevillanos que regresan a su tierra después de un domingo de verano. Y esa salida la plantean muchos por aquí, por la A-471, que conecta pasada Trebujena con Lebrija y luego con la autopista AP-4.
Llegamos hasta la circunvalación a Trebujena –cuánto alivio han aportado las circunvalaciones al tráfico y qué triste han dejado el centro de los pueblos por los que ya no se transita– y allí damos la vuelta buscando de nuevo Sanlúcar. El mismo sol trebujenero que enamoró a Spielberg hace más de 35 años nos acompaña en este trayecto de ida y vuelta en el que los sobresaltos no lo da la carretera en sí, que no está mal pese a ser muy transitada por tractores, sino algún que otro conductor que no parece tenerle mucho cariño a su vida… ni a las de los demás, que es lo más preocupante.
De nuevo a las afueras de Sanlúcar ponemos rumbo a Jerez. Y ahí llega el acabóse. Increíble y vergonzoso a partes iguales. Tercermundista y peligroso, muy peligroso. Todos estos calificativos, y muchos más, pueden usarse para definir el estado actual de la autovía que une Sanlúcar y Jerez. No hay derecho a que dos municipios tan importantes, con tanta población y con tanto reclamo turístico, tengan esta carretera, una autovía por cierto que tampoco es tan antigua, porque no tiene ni 20 años de vida, y en la que me consta que ya se han hecho muchas obras de reforma. Pero la imagen actual es dantesca. Las deficiencias son constantes, desde el principio hasta el final, pero lo peor son los seis kilómetros que van desde el 11 al 17. Allí los baches son descomunales, al igual que los desniveles en la carretera. Señales de tráfico en el arcén advierten del peligro y obligan a reducir la velocidad a 80 kilómetros por hora durante todo este tramo. Y esos carteles se van repitiendo cada kilómetro, para que no se le olvide al conductor que, literalmente, se está jugando la vida. Veo de refilón que hay carteles similares en sentido contrario, hacia Sanlúcar, y tanto en una dirección como en otra los vehículos optan por circular mejor por los carriles de la izquierda, los de adelantamiento, porque los de la derecha son intransitables. Si tuviera en el salpicadero un muñeco de esos de Elvis Presley, ya estaría descoyuntado. Y pienso en cómo lo tienen que hacer las motos para circular por aquí, y en lo que tienen que sufrir el conductor y el paciente de una ambulancia. Y no es justo.
Con el susto en el cuerpo, y también con el cabreo, nos salimos de esta autovía tan lamentable para recorrer la A-2078, la carretera Jerez-Rota, aunque no llega ni a una ciudad ni a la otra. Esta vía también conocida como la carretera de las cárceles, porque llega a los penales de El Puerto, sufrió varias reformas hace unos años, gracias al empeño de un vecino de Rota que sufrió la pérdida de un hijo en un accidente en esta carretera y que no sin esfuerzo logró arrancar de la Junta una reforma sustancial, aunque no integral. Y esos arreglos son visibles, con curvas más suavizadas, aunque los cambios de rasante siguen ahí, y el asfalto tampoco da para mucho.
No llegamos hasta los centros penitenciarios. Un poco antes nos desviamos hacia El Puerto por la A-2001, la carretera vieja a Sanlúcar y que desemboca, ya en su extremo portuense, en el recinto ferial de Las Banderas. También aquí los desperfectos en la calzada son visibles, sobre todo por la zona del Tecnobahía, al igual que es visible la furgoneta de empleados de Carreteras de la Junta que han culminado su tarea y se marchan. Se suponen que habrán hecho trabajos de mantenimiento pero, viendo el mal estado general de la carretera, uno concluye que aún tienen más faena para jornadas venideras.
Tras tomar el tramo final de la A-491 circulamos ya por la A-4 en dirección a Puerto Real. Y pasada la zona de Las Aletas nos decidimos a supervisar la carretera del Pedroso (A-408), que pasa por la trasera del Hospital puertorrealeño y que llega hasta la rotonda de la Venta Andrés, al lado de la autovía Jerez-Los Barrios y cerca de Paterna. Creo que no es una exageración afirmar que durante décadas la carretera del Pedroso ha sido una de las más peligrosas de la provincia de Cádiz o, al menos, de la Bahía. Y aunque su negro historial parece que se ha ido difuminando con los últimos años, la circulación por ella sigue requiriendo de una atención máxima. Y prueba de ello es la lista interminable de señales de tráfico que hay en el arcén, donde se obliga a reducir la velocidad unas veces a 70 kilómetros por hora, otras incluso a 50, y donde se advierte de todo, de la existencia de curvas cerradas, de animales sueltos, de suelo resbaladizo, de peligros de toda índole... Porque aún no se ha creado la señal advirtiendo de la posible presencia de platillos volantes con extrarrestres, porque de ser así, seguro que se colocaría aquí.
La carretera del Pedroso sigue siendo la carretera del Pedroso, con mucho tráfico, muchas motos y su peligro intrínseco. Y tras constatarlo buscamos el regreso a San Fernando, pero lo hacemos a través de la autovía Jerez-Los Barrios (A-381) en dirección hacia la localidad jerezana. Y si el primer día comprobamos que el tramo de Los Barrios sigue dejando mucho que desear, en la parte jerezana sucede tres cuartas partes de lo mismo. A partir del kilómetro 16 y hasta su conclusión el asfalto de la autovía acumula daños en muchos puntos, en los que el coche vibra sobremanera, aunque curiosamente, y a diferencia de lo que sucede viniendo de Sanlúcar, aquí no hay reducciones de velocidad, que se mantiene inamovible en los 120 kilómetros por hora aunque la sensación no es muy gratificante. Y con esta mala cara acaba esta segunda ruta. Seguimos avanzando.
RUTA 3. Miércoles 6 de noviembre. 357 kilómetros
La DANA mortal que ha asolado Valencia, y que también ha ocasionado desperfectos en carreteras provinciales de Cádiz, ha aplazado esta tercera ruta. Pero cuando podemos retomarla optamos por tirarnos al monte, literalmente. Nos ponemos como meta Puerto Galis, cerca de Ubrique, para bajar luego al Campo de Gibraltar, y para ello hay que llegar primero a Alcalá de los Gazules. Todas son carreteras de la Junta: la Chiclana-Medina (A-390) y las tres vías que hay que coger para llegar de Medina a Benalup y que son la A-2245, la A-396 y la A-2225. La primera de estas carreteras, que en su día aportó un gran alivio a la circulación al evitar el paso de los vehículos por El Berrueco, empieza a mostrar síntomas de desgaste, con asfalto que cambia de color y con algunos tramos donde las máquinas están tardando mucho en llegar. Y las vías restantes siguen un mismo patrón porque la circulación no es complicada (salvo delante de la Cantora, donde el firme sigue mostrando ondulaciones evidentes) pero el asfalto no es para nada uniforme. Y en la travesía urbana de Los Badalejos y San José de Malcocinado –¿cuántos jóvenes han perdido la vida en esta zona en las últimas décadas?– llama la atención que ningún semáforo funciona. Cosas de la DANA, supongo.
Ya en Benalup buscamos la salida hacia Alcalá de los Gazules, esa alternativa que tanto usaban antes los benalupenses cuando la carretera del Castaño era un peligro mortal. Y curiosamente todo ese peligro parece haberse trasladado ahora a esta otra vía, la A-2228. Porque los daños en esta carretera son evidentes, algo que atestiguan los carteles y señales de tráfico que se han ido colocando para advertir de los riesgos en la conducción que van surgiendo cada pocos metros. En una vía que carece de arcenes y de línea divisoria, el mal estado del firme es más que notorio.
Esa misma impresión se repite cuando tras cruzar Alcalá de los Gazules enfilamos la A-2304, la carretera que sube al Picacho y a Puerto Galis y que desemboca en Ubrique. Nada más dejar atrás la localidad alcalaína tenemos que frenar en seco. Una grieta entre los kilómetros 40 y 39 confirma que también aquí la DANA ha hecho estragos, Y un poco más arriba, a la altura del kilómetro 29, el asfalto vuelve a brillar por su ausencia.
Estamos en una carretera de domingueros, de enamorados de la naturaleza y de moteros. Pero hoy, un miércoles y cuando aún no es ni mediodía, sólo se advierte la presencia de los últimos, con ocho motos que nos adelantan de manera consecutiva, unas por donde pueden hacerlo, otras por donde no.
El frío otoñal nos recibe allí arriba, en ese enclave tan contradictorio en el que, por un lado, un cartel nos dice que estamos en Puerto Galis y en el que la venta que lleva allí toda la vida lleva el nombre de Puerto de Gáliz. A saber cuál de las dos denominaciones es la correcta. Probablemente lo sean las dos, o ninguna. Lo que sí es verdad es que, aunque parezca mentira, porque estamos ya en las estribaciones de la Sierra, nos encontramos dentro del término municipal de Jerez. Increíble pero cierto.
Al plantearnos este reportaje teníamos claro que queríamos esquivar las carreteras provinciales que son competencia de la Diputación. Hasta ahora lo hemos conseguido pero llegamos ahora a un camino sin retorno. Bueno, no, tenemos la posibilidad de seguir por la A-2304 y antes de llegar a Ubrique bajar por Cortes de la Frontera y Gaucín en busca del Campo de Gibraltar, pero eso supondría circular en exceso por la provincia de Málaga, y no es plan. Así que nos decantamos por la CA-8201, una vía que compete a la Diputación de Cádiz, que atraviesa en un pequeño tramo suelo malagueño, y que desemboca en la A-405, ya en el término municipal de Jimena de la Frontera.
Y esta carretera provincial es toda una sorpresa, por una parte por su belleza, sobre todo cuando cruza el río Hozgarganta o cuando pasa por el mirador de las Asomadillas, pero también por los obstáculos que nos vamos encontrando por el mismo: lugareños que buscan setas portando cayados y cestas y que cruzan la carretera como Pedro por su casa, una vaca que no es que atraviese la vía sino que deambula tranquilamente por ella y que nos mira atentamente como pidiéndonos que no la atropellemos, y un poco más abajo dos burros que pastan tan tranquilamente en una ladera que da a la carretera y que pasan olímpicamente de nosotros. Y todo ello aderezado con muchos ciclistas, con el cuerpo sin vida de un zorro en plena calzada, con conos complicando el paso por curvas cerradas… Lo dicho, muy entretenido.
La vuelta a la normalidad llega cuando accedemos a la A-405, la carretera autonómica que llega hasta Jimena, Castellar y San Roque. Y esa normalidad viene dada por el incremento progresivo del tráfico y por el mal estado en general de la misma, que no puede disimular su antigüedad. Bajando en busca de la costa, desde esta carretera surgen hacia la izquierda dos ramales que están bastante cercanos. Obviamos el primero, que llega hasta San Martín del Tesorillo (la A-2101), y nos decantamos por el segundo, el de la A-2100, que da acceso a Sotogrande, el complejo turístico de más postín que hay en toda la provincia, ya en el término municipal de San Roque. Y la conclusión al pasar por ahí es que los ricos también lloran, porque el firme es francamente mejorable en muchos tramos. Por si le sirve a alguien de consuelo.
La autovía A-7, la que circunvala todo el Campo de Gibraltar desde la frontera con Málaga hasta la salida de Algeciras en dirección a Tarifa, siempre me ha dado mucho respeto. Los lugareños se mueven por ella como pez en el agua, como nos pasa a todos cuando conducimos por nuestras zonas de confort, pero a mí me da cierto reparo. Puede que sea por el intenso tráfico que registra siempre pero también por las dichosas curvas de San Roque, que obligan a circular a 80 kilómetros por hora en plena autovía.
Pese al trasiego tremendo que sufre una de las carreteras que alberga más tráfico de toda la provincia, la A-7 aguanta el tipo con solvencia, como también lo hace la famosa carretera del Higuerón, el acceso a La Línea que compete a la Junta de Andalucía. Accedemos a la localidad linense. Una entrada por una salida para ver eso, sus dos accesos. Y aunque la carretera del Higuerón (A-383) presenta un aspecto medianamente decente, a partir del kilómetro 5 uno entiende a la perfección ese empeño del Ayuntamiento por arrancar de la Administración andaluza el compromiso de desdoble del tramo en el que pasa a ser una carretera convencional de un solo carril en cada sentido. Porque el atasco es descomunal mientras se pasa por el cementerio y por el polígono industrial de El Zabal. Tomamos la vía que pasa por delante del Hospital de La Línea y desembocamos en la otra arteria de entrada y salida. Es curioso porque esta ciudad tiene dos accesos y uno depende de la Junta y el otro del Gobierno. Este segundo tiene dos partes: la salida por Campamento (N-351), vieja, con mucho tráfico y circulación muy complicada, y la moderna CA-34, de pocos kilómetros, que conecta de nuevo con la A-7 a las puertas de San Roque y a la que no se le puede poner ni un pero.
Toca abandonar el Campo de Gibraltar y lo hacemos por la A-381, donde dos semanas después continúan las obras interminables en la zona de Los Barrios. Más adelante la autovía sigue mostrando sus carencias, con reducciones de velocidad a veces a 100 kilómetros por hora y otras incluso a 80, como sucede a la altura del kilómetro 51, cuando la carretera salva el río Alberite ya muy cerca de Alcalá de los Gazules.
Una de las grandezas de la provincia de Cádiz es el contraste entre la montaña y la playa, la cercanía que hay entre el verde del monte y el azul del mar. Así que nos proponemos practicar hoy ese mismo contraste, pasando del frío de Puerto Galis al calor de Zahara de los Atunes. Para ello salimos de la A-381 a la altura de Medina Sidonia y buscamos La Barca de Vejer y Barbate a través de la A-396, bajo la mirada constante de un batallón de parques eólicos, y la A-314.
Los escasos diez kilómetros que separan Barbate y Zahara de los Atunes son siempre una delicia, con la Sierra del Retín a la izquierda y a la derecha con un Atlántico que hoy se muestra más nervioso de lo normal. Las cosas del viento de Levante. Pero no es plan de despistarse, porque esta carretera, la A-2231, da la impresión de que ha vivido momentos mejores. Hoy presenta serios achaques, con más de una señal advirtiendo del mal estado del firme. Y el panorama sigue igual más adelante, cuando buscamos la N-340 por la A-2227, otra carretera de la Junta. Llegando al enclave rural de La Zarzuela, ya en suelo tarifeño, el asfalto da la impresión de que no puede más, que hasta aquí ha llegado.
Y es lo mismo que nos sucede a nosotros, que iniciamos el regreso a La Isla por la N-340 y las autovías A-48 y CA-33. Allí, junto al Caño Zurraque, un cartel alerta de la posible presencia de ciervos. Genial. Hubiera sido mejor que hubieran pintado un cangrejo.
RUTA 4. Viernes 8 de noviembre. 213 kilómetros
Las carreteras de la provincia que son competencia del Estado se resumen de manera muy rápida. Por un lado son las vías que, de manera consecutiva y partiendo de Cádiz capital, llegan hasta la provincia de Málaga a través de la costa, esto es, la CA-33 hasta Tres Caminos y a partir de ahí la A-48, la N-340 (que es la parte de la carretera costera que sigue sin desdoblarse) y la A-7. Y por otro lado son las dos carreteras que, saliendo igualmente desde la capital gaditana, enlazan con la provincia de Sevilla y que son la autopista AP-4 por un lado y la autovía A-4, que se convierte en la N-4 en el tramo sin desdoblar que parte desde la salida al aeropuerto de Jerez. Pues hoy precisamente supervisaremos estas últimas carreteras. Ponemos por tanto rumbo a Las Cabezas de San Juan.
Hoy partimos de San Fernando en dirección hacia Cádiz por la CA-33, otra de las carreteras gaditanas con mayor intensidad de tráfico a todas horas y en cualquier época del año. Es habitual ver cómo de vez en cuando el Ministerio de Fomento reasfalta esta vía en algunos tramos. Pero, viendo el estado actual del firme, concluimos que de esas últimas mejoras ha debido pasar ya un tiempo prolongado. Y es que el asfalto está roto en varios puntos de la carretera en dirección hacia Cádiz, sobre todo en la zona cercana a la curva de Torregorda, a la altura del kilómetro 4. Y qué decir del puente que hay sobre esta curva y que hace las funciones de cambio de sentido, donde la pintura en el asfalto ha desaparecido de manera literal.
El deterioro de la CA-33 es evidente. Mejor aspecto presenta el puente Carranza que permite salvar la Bahía para llegar a la orilla de Puerto Real. Hoy el carril de la derecha está cerrado por obras de conservación en el viaducto, lo cual es lo habitual en esta vía que ya sufrió en los primeros meses de este año una reforma en profundidad cerca de la orilla de Cádiz.
Ya en suelo puertorrealeño buscamos la autopista circulando primero por la autovía CA-36 y luego por la CA-35, ambas, por lo general, con un buen estado de conservación. Y llega luego la autopista, y con ella la decepción. Es indiscutible que la AP-4 ha empeorado mucho desde que dejó de ser de pago el 1 de enero del año 2020. Y en cierto modo es lógico porque antes había una empresa concesionaria que cuidaba hasta el extremo una carretera en la que cobraba a quien transitaba por ella y ahora es papá Estado el que tiene a su cargo esta vía. Y sus atenciones se reparten entre todas las provincias españolas.
Es por ello por lo que las vibraciones en el coche son si no constantes sí muy habituales, así como los tramos con el asfalto degradado. La masiva presencia de camiones que ahora acortan camino por la autopista y que cuando era de pago optaban por la vieja N-4, también se deja notar. En la zona de la estación de servicio de El Cuadrejón, a la altura de Jerez, el panorama del firme empieza a complicarse, y mucho más lo hace cuando nos aproximamos a la salida a Las Cabezas de San Juan y Lebrija. Tan mal está la carretera que Fomento se ha visto obligado a colocar también aquí carteles reduciendo la velocidad a 100 kilómetros por hora como sucede, por ejemplo, a la altura del kilómetro 48, donde los baches son visibles.
Nos salimos en Las Cabezas y volvemos a entrar pero en sentido contrario, en dirección hacia Jerez. Circulamos pocos kilómetros porque abandonamos la autopista en el ramal que va a El Cuervo, pero la primera impresión es que el tramo de la AP-4 que va hacia Cádiz está mejor que el que va hacia Sevilla.
Atravesar El Cuervo es reencontrarse con el pasado, con esas carreteras que antaño cruzaban los pueblos ente semáforo y semáforo. Y es reencontrarse también con los churros de este municipio que es sevillano al 99%, porque tiene una calle, solo una, que pertenece al municipio de Jerez y, por ende, a la provincia gaditana.
Y el pasado reaparece al circular por los 12 kilómetros que separan El Cuervo del inicio de la autovía A-4 a la altura del aeropuerto. Esos pocos kilómetros de la N-4 mantienen la esencia de aquella carretera antigua, de un solo carril en cada sentido de la circulación, con sus camiones, con sus rectas y con sus cambios de rasante perennes. Y con un asfalto destrozado en muchos puntos. Al haber menos tráfico se ha reducido considerablemente la siniestralidad, pero sigue siendo la misma carretera de antes, por mucho que se hayan colocado varios radares reduciendo la velocidad a 80 y por mucho que su vieja denominación de N-IV se haya transformado recientemente en la N-4. Adiós a los romanos y a sus numeraciones.
Regresamos por la autovía A-4 que circunvala Jerez y que no está mal del todo, y aprovechamos para poner de nuevo rumbo a Trebujena pero por una carretera diferente a la del otro día. Hoy le toca el turno a la A-2000, una vía de unos 20 kilómetros que es la más utilizada por los trebujeneros para salir o regresar a su pueblo. Y, salvo algún mínimo desperfecto, se puede afirmar que, pese a estar en una esquina de la provincia, Trebujena no tiene mala suerte con las carreteras que conducen hasta ella. Otros pueblos de la provincia no pueden decir lo mismo.
La A-2000 llega hasta la misma variante de Trebujena y ahí volvemos a poner dirección hasta Sanlúcar por la A-471. Será que nos hemos armado de valor, o que tenemos el día tonto, pero vamos a pasar de nuevo por la autovía Sanlúcar-Jerez. Con un poco de suerte en estas dos semanas que han transcurrido la Junta ha hecho alguna obra de reforma en esta importante vía de comunicación… pero nuestro gozo cae en un pozo tan profundo como el de muchos de los baches que hay en esta autovía y que parece que se reproducen por esporas. Nada. Esos seis kilómetros, del 11 al 17, siguen siendo infames, nefastos. Una absoluta vergüenza.
Y otra vez con el disgusto emprendemos el regreso por la A-4, pero ahora enfilamos el camino hacia la ciudad de Cádiz primero por la CA-31 (la autovía que une El Puerto y Puerto Real) y luego por la CA-35. Y entramos en la capital gaditana por su flamante segundo puente, que reina imponente sobre las aguas de la Bahía, que acaba de cumplir nueve años desde que se abriera al tráfico y que no muestra aún señales de deterioro. Y cuando uno transita por él y ve ahí a la izquierda, en pequeñito, un puente Carranza que parece una maqueta, no puede evitar asombrarse no sólo porque exista esta descomunal obra de ingeniería sino también porque esté aquí, en Cádiz. Y sigue habiendo gente que lo considera una obra inútil. En fin.
La cuarta ruta concluye después de atravesar Cádiz y de constatar que las deficiencias de la CA-33 también se repiten en dirección hacia San Fernando.
RUTA 5. Martes 12 de noviembre. 344 kilómetros
La provincia de Cádiz no es nada sin su Sierra. Por eso el colofón a este reportaje va a tener un evidente protagonismo serrano. Y lo haremos atravesando casi en su totalidad sus tres arterias principales: las carreteras que van de Arcos a El Bosque y a Olvera y la que une Villamartín y Ubrique. Y todo ello aderezado con una inmersión en el corazón de la Sierra de Grazalema.
Loor por siempre a la autovía Jerez-Arcos (A-382). Cuánto se han acercado la Bahía de Cádiz y la Sierra desde que esta carretera tan necesaria fuera inaugurada en verano de 2007. Sus cuatro carriles mantienen por lo general un estado de salud óptimo y se circula por ella con tranquilidad. Sólo sigue teniendo la misma pega: que no se vea en ningún momento la espectacular Peña de Arcos. Al quitarnos esa vista queda claro que el ingeniero que diseñó esta autovía no tenía corazón.
Pisar suelo de Arcos es estar ya en la Sierra, y enfilar la A-372 en dirección a El Bosque es adentrarnos de lleno en esta comarca tan singular. Hace años algún político serrano planteó aunque con la boca pequeña la posibilidad de convertir esta carretera en autovía. Quién sabe, a lo mejor los fines de semana o cuando llegue la nieve –si llega este año– esa petición pudiera tener un mínimo sentido. Pero esa propuesta se cae con estruendo un día como hoy en el que el tráfico es testimonial. Eso sí, en vez de plantear el desdoble, ese mismo político podría presionar a la Junta para que cambie o al menos limpie con agua a presión las señales de tráfico y los carteles que pueblan el arcén y que están tan negros que son en muchos casos ilegibles.
Uno de los carteles que sí se puede leer dice que la calzada cuenta con tratamiento deslizante. Está bien, porque el frío invernal y las heladas en esta zona están al llegar. Pero también se podría mejorar el asfalto en algunas zonas de la carretera. Aunque, puestos a decir verdades, esta vía a El Bosque es una maravilla si se compara con la siguiente que tomamos, la que va hasta Ubrique, la A-373. Ahí nos aclara otro cartel que en esta vía hay un tramo experimental en el que el firme se ha hecho con neumáticos reciclados. Pues ese experimento parece eterno porque tengo la impresión de que ese cartel lleva ahí toda la vida. En cualquier caso lo peor está en los baches que son perceptibles en varios puntos de esta carretera, sobre en las proximidades del desvío a Tavizna.
Al llegar a Ubrique comienza la ascensión por la A-2302, siempre peligrosa para los que no transitamos por aquí con la asiduidad que nos gustaría. Las curvas se hacen muy cerradas sobre todo en el tramo a Benaocaz, y al llegar a este pueblo, el segundo más pequeño de la provincia, el asfalto muestra síntomas de un agotamiento supino. No obstante, la situación mejora enfilando la Manga de Villaluenga y atravesando la localidad y buena parte del municipio payoyo. Sin estridencias, porque su estado no es ni mucho menos perfecto, esta carretera autonómica saca un aprobado con holgura. No puede decir lo mismo la otra vía, la A-372, que muestra unos daños de consideración antes y después de Grazalema. Sobre todo llama la atención el estado de las protecciones laterales de la vía, algunas de ellas rotas o desplazadas, como sucede por ejemplo a la altura del puerto del Boyar, iniciando ya el descenso hacia Benamahoma. Y un poco más abajo, buscando El Bosque, en el kilómetro 31, un desprendimiento de piedras en un lateral de la carretera obliga a extremar la precaución e incluso a detenerse a los dos vehículos que circulan en sentido contrario y que se han topado con este inesperado obstáculo.
Cuando llegamos a El Bosque dejamos atrás las curvas, pero no las malas carreteras. Un ejemplo palmario es la A-373, que volvemos a tomar pero ahora en sentido contrario, en dirección hacia Prado del Rey y Villamartín. La imagen de esta vía es bastante lamentable con muchos desniveles, muchos baches y, cómo no, las dichosas señales de tráfico que flanquean la carretera y que advierten de los peligros en el firme. Sólo falta un cartel que diga: “Sí, la carretera está mal, pero no tenemos ni dinero ni ganas de arreglarla, así que vaya más despacio”.
No puedo verlo pero creo que al llegar a Villamartín mi coche se ha santiguado y el motor ha dicho algo así como “que San Pedro nos coja confesados”. Y es lógico que lo haga porque nos aprestamos a entrar en la mítica A-384, sin duda la carretera más peligrosa de la provincia y que acumula un negrísimo historial que se ha acrecentado en los últimos meses con un rosario continuo de accidentes mortales a lo largo de todo su recorrido.
Giramos hacia la derecha, en dirección hacia la frontera con Málaga. Y uno entiende que la peligrosidad de esta carretera estriba en la gran densidad de tráfico que tiene sobre todo en los alrededores de Villamartín y de Algodonales, en las curvas cerradas que hay, en la presencia numerosísima de camiones y en la impaciencia de muchos conductores a los que parece que les va a salir un sarpullido si están mucho tiempo circulando a 60 kilómetros por hora detrás de un camión. En cualquier caso, es otra injusticia mayúscula que esta vía tan transitada, que es una puerta de entrada no sólo a la Sierra sino a toda la provincia, siga sin estar desdoblada. Y eso que se prometió en los tiempos de Chaves al frente de la Junta, al inicio de este siglo, pero es evidente que de promesas incumplidas tiene la Administración andaluza los cajones repletos.
El asfalto está en muy malas condiciones en varios puntos de la carretera, aunque la intensidad del tráfico desciende de manera llamativa cuando la vía se bifurca en dirección hacia Ronda o hacia Olvera. Optamos por esta segunda opción y a las faldas de su iglesia y su castillo tan característicos, iniciamos el camino de regreso. Y otra vez aparecen el firme desecho y locos como el del Audi que nos adelanta a más de 120 kilómetros por hora. Pero me da la impresión de que el tramo que está peor conservado es el de Bornos, tanto en los accesos al pueblo como siguiendo el camino en dirección a Arcos. Justo delante de la conocida recta que une ambos municipios no existe ya pintura que separe los dos carriles, con el peligro que ello encierra.
Salimos vivos de la A-384, lo cual no es poco, y en el último camino de regreso a San Fernando, mientras a todos los kilómetros recorridos hasta ahora le sumamos los 344 de hoy para llegar a los 1.497 totales, llegamos a la conclusión de que esto no puede continuar así, de que hay que hacer algo, porque Cádiz no puede seguir siendo el terror de los amortiguadores. A ver, tampoco es que Cádiz sea Burundi, en el caso de que ese país africano tenga las carreteras que uno se imagina, y también es verdad que en las últimas décadas y en los últimos años se han construido infraestructuras muy importantes para vertebrar esta provincia. Pero es evidente que nuestra red viaria deja mucho que desear. Porque tener las carreteras tan mal conservadas repercute en todo, en la mala imagen de cara al turismo, en la deficiente prestación de servicios públicos (transporte, sanidad), en un mayor consumo de combustible –con el daño que eso ocasiona al medio ambiente–, en disminuir la vida útil de los vehículos, en que se espante a posibles inversores y, lo peor de todo, en que no se garantice la seguridad de los conductores.
Falta que la Junta y el Estado echen mucho asfalto y mucha pintura en sus carreteras gaditanas, falta un compromiso firme de una vez por todas para construir las autovías Arcos-Antequera, El Puerto-Rota-Chipiona y Vejer-Algeciras y hay que actuar con urgencia en la autovía Sanlúcar-Jerez, donde puede ocurrir una desgracia en cualquier momento. Porque una provincia de primera como Cádiz no puede tener estas carreteras de tercera.
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