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La crisis de las pantallas: el cine más allá del cine

entretenimiento

La huelga de guionistas ejemplifica los cambios que está viviendo la industria audiovisual

A los cambios en las salas como forma de exhibición y la pérdida del formato físico se une la llamada ‘burbuja de las plataformas’

Qué es el South Series Festival, el importante evento que llega a Cádiz esta semana

Dos películas de presupuesto medio, 'Oppenheimer' y 'Barbie', han sido los éxitos del verano. / D.C.
Pilar Vera

01 de octubre 2023 - 06:00

Han protagonizado la primera ronda de huelgas de esa nueva “moda” de protestas multitudinarias que parece eclosionar en Estados Unidos. La industria emblema, la industria sello, los proveedores del bienamado soma, tembló al pensar cómo podrían recomponer los pedazos del enorme andamio si los curris elementales, los que ponen a girar el mecanismo de las sombras chinescas, dejaban de hacerlo:“Pagar mal a los guionistas y maltratarlos es casi una tradición en la industria”, señala el algecireño Paco Fox, director y divulgador cinematográfico. Por eso mismo, muchos de ellos viven de las “regalías” –montante por derechos de creación, reproducción e imagen– que se obtienen cuando vendes una producción a otro mercado o exhibidor.

Ocurre que la exhibición en plataforma –“es el Oeste, amigo”– fulminó estos ingresos bajo una política empresarial que blindaba los datos de audiencia: entre otras cosas, a una plataforma o a un canal privado le importa bastante poco cuánto veas. Como si te mueres: lo que importa es que pagues, el contenido es la carnaza. No es la primera vez que ocurre: las anteriores huelgas masivas en la industria del cine estadounidense se dieron cuando empezaron a proliferar los formatos domésticos, por el mismo motivo. “No dan los datos porque todos en el negocio han ido a pérdidas, y ahuyentarían a los inversores: Warner llegó a venderse a Discovery+ porque tenía una deuda billonaria, y a ver qué le ocurre a Disney”, explica Fox. Su mecánica es parecida a la de otros grandes kraken, como Amazon: salir a pérdidas para hacerse con el mercado, porque su músculo lo permite.

Y todos los huevos se han puesto en esta misma, y tambaleante, cesta: “Con la pandemia, Disney y Warner aprovecharon el momento para saltarse la ventana del cine y poner sus producciones directamente en plataforma”. Las ventanas son los ciclos de vida de una producción, empezando por el que hasta hace no tanto era el de mayor provecho (la gran pantalla), pasando luego a DVD, pago o plataforma, tv en abierto, estrella enana blanca y estrella enana negra.

Una solución puntual que, sin embargo, terminó por cronificarse:“El modelo actual de plataformas con un residual en cine no es sostenible por mucho que a los contables les pueda hacer ilusión saber los ingresos semanales”.

“Está muy claro que quienes manejan las antiguas majors son gente llegada de administración si amor ninguno por el legado ni por el cine, por eso hablan de contenido en vez de películas. Netflix tiene detrás a gente de Silicon Valley, mientras que las grandes compañías nacieron porque había detrás gente a la que al menos le interesaba algo el cine”.

Los guionistas han terminado ganando: el sindicato –la Writers Guild, qué palabras tan maravillosas: guilda, regalía– recibirá datos de visionado de forma confidencial. “Aunque aquí también entran cuestiones como, por ejemplo, a partir de cuándo se considera un visionado completo”, apunta Carles Montiel, director de industria del South Series Festival, que se celebrará en Cádiz esta próxima semana.

Respecto a la IA relacionada con la narrativa (Chat GPT y aledaños), Montiel recuerda las funciones de Propp y el famoso viaje del héroe: era relativamente fácil que una máquina desentrañara el mecanismo que funciona detrás de una historia –desde la UCA, por ejemplo, hay programadores que pueden estimar la estructura perfecta de un relato–, porque es lo que ha funcionado siempre, desde el tatarabuelo del cine, desde la sombras y el fuego. “No dejan de ser también herramientas que ayudan a crear mejores historias –añade–. Pero después, a los mimbres, les tienes que poner contenido:los mimbres por sí mismos no te conducen a nada. Por otro lado, y también respecto a este tema, la legislación europea es más protectora con el autor. En estos momentos, por ejemplo, se está trabajando en una ley que se adapte a los tiempos en los que estamos”.

El acuerdo de los guionistas ha amarrado también, preventivamente, la cuestión de la Inteligencia Artificial:“Se sospechaba que el robot podía hacer la base de la historia y el guionista, limitarse a pulirla y a hacer cosas que la máquina aún no controla mucho, como el humor. Lo que hubiera significado menos regalía todavía”, explica Fox. Mediante este acuerdo, los guionistas ganan a las IA totalmente: no pueden obligarlos a usarlas y si se les da un texto de IA para reescribir, eso no contará como ‘autor’ .

La IA pueden seguir jugando una mala pasada al doblaje y, también, a los extras: te pagan una vez, te escanean y adiós muy buenas. “Todo –insiste Fox– para ahorrar coste, con el respectivo bonus que los administradores se van a sacar por ahorrar dinero según esa deuda por la que compraron”.

Para Carles Montiel, lo positivo de la llegada de un fenómeno como las plataformas es que se acaba “dando la oportunidad de que una producción local pueda estar disponible en cualquier parte”. Para bien y para mal, la industria audiovisual ha entrado en un campo menos delimitado: “El star system ha dejado de ser hollywoodense, y se ha ampliado a futbolistas o a influencers. Por otro lado –continúa–, puede que se produzca con menos presupuesto, tecnología mediante, con una elaboración virtual cada vez más depurada, que viene del mundo de los videojuegos”.

Sin embargo, las plataformas parecen haber topado con su límite de oxígeno: no podemos estar pagando subscripciones, en efecto, todos a la vez, en todas partes. Discovery+ y HBO Max ya han anunciado que van a comenzar a operar de manera conjunta. “Algunos hablan de burbuja de las plataformas porque hemos llegado ya a un nivel en el que es más difícil que se pueda crecer en abonados –admite Montiel–. Posiblemente veamos más fusiones o compras por parte de las grandes tecnológicas, que están también ahí metidas”.

Es comprensible el afán de ahorro en las producciones porque el agujero es contundente:“El caso de Netflix, que ha de presentar como sea un par de novedades a la semana; o Disney+, que ha optado por franquicias de fantasía de alto presupuesto: un tipo de pelis y series que cuestan mucha pasta”.

Para Fox, “debería acabar ya lo que he bautizado como la era de las franquicias para moderar los costes de producción de cine y series. Si ves las pelis más taquilleras de principio de los 90 rondaban el medio presupuesto. Pero con las pelis de presupuesto desorbitado pasa como con las ventas de visionado de fútbol: es muy caro, pero no puedes vivir sin él”.

“Pienso que lo normal –prosigue– será que las plataformas que sobrevivan terminen moderando su contenido. A24, por ejemplo, la productora independiente de Todo a la vez... firmó con actores y guionistas nada más empezar las huelgas. En este sentido, el cine independiente y europeo puede moverse mejor, como dinosaurios pequeñitos, si cuentan con el apoyo de los estudios”.

Mientras, la exhibición en salas trata de transmutar el plomo en oro. En la provincia, son dos los complejos (Bahía de Cádiz, en la capital, y Bahía Mar, en el Puerto) que se encuentran en proceso de transformación en cines ‘prémiun’.En el caso del centro portuense, cuando vuelvan a abrir sus puertas los cines serán gestionados por la empresa Artesiete; las obras en las salas de El Corte Inglés reducirán el aforo de 3000 a 1000 butacas, pero con asientos más anchos y reclinables. Dentro de Cádiz ciudad, Multicines Al Andalus resiste con salas de pequeño formato y respiradero de ciclos como Campus Cinema.

Yelmo abrió sus salas prémium en Bahía Sur tras años de cines cerrados mientras que Puerto Real sigue siendo una de las pocas poblaciones de la Bahía sin cines, y sin perspectiva de tenerlos desde que el cine Sasián cerrara sus puertas a principios de los 2000. Sólo el Teatro Principal ha proyectado en ocasiones películas en pantalla grande.Todo ello, aunque la ciudad llegó a contar con una Escuela de Cine y ahora es sede de la misma en la UCA. Encuentros de cine al aire libre, con propuestas como el Cine bajo las estrellas, del Ateneo Republicano, lleva quince años de rotundo éxito; mientras que el cine familiar en la plaza de Jesús ha alternado noches de lleno absoluto y otras con asientos vacíos.

Curiosamente, a nivel cinematográfico, este verano no lo han protagonizado los héroes ni la animación, sino el hongo rosa, “porque estamos hablando de dos producciones, Oppenheimer y Barbie, que no se han ido de presupuesto”, afirma Paco Fox que, sin embargo, no es muy optimista al respecto: “Seguro que la lección que sacan es que tienen que hacer historias de muñequitos”.

Una miríada de producciones nuevas cada semana, distintas plataformas, series hechas para ser vistas a dos pantallas, criaturas de Inteligencia Artificial y un tiempo escaso. Justo lo contrario de cómo era el negocio hace quince años: para muchos, se ha perdido el sentido de lo excepcional. La magia en el cine ha corrido la misma suerte que el romanticismo en el fútbol:“La línea de expectación es algo que algunas series explotan: en vez de darte todos los capítulos a la vez, te los damos poco a poco y, en ese tiempo, no te das de baja –indica Carles Montiel–. Para mí, el sentido de la excepcionalidad viene con lo colectivo". Acompañado, asegura, la emoción es mayor. "Se habla mucho de la liturgia del cine, pero es que es verdad”.

“Hoy día, competimos con muchas otras formas de entretenimiento y se ha devaluado la experiencia cinematográfica. El cine, con las plataformas, ha quedado tocado como obra excepcional. Es una cosa más. La abundancia y facilidad de acceso ha devaluado al cine llevándolo a categoría de consumo, como le pasó a la música”.

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