El despertar de la ciudad olvidada
Un Patrimonio por Descubrir / El legado histórico de la Sierra de San Cristóbal
El catedrático Diego Ruiz Mata reivindica el papel del yacimiento fenicio del Castillo de Doña Blanca en la historia de Occidente
El arqueólogo presenta en El Puerto de Santa María su proyecto de parque turístico y cultural
El Puerto/La ocupación de la ciudad fenicia de Doña Blanca fue apenas una gota de agua en el mar de la historia de la humanidad. Tan sólo duró desde el siglo VIII a. de C. hasta el año 215 a. de C. pero la huella que ha dejado en la civilización occidental ha sido profunda. Durante ese tiempo debió ser una ciudad rica y próspera, muy poblada para su época, con unos mil quinientos habitantes en un enclave amurallado con sólidas defensas. Fue un verdadero emporio, a cuyo puerto llegaban naves procedentes de todo el Mediterráneo. Solo así se entiende que la colina artificial sobre la que se asientan sus ruinas (denominada tell por los arqueólogos) esté formada por las capas superpuestas de siete ciudades, con una potencia estratigráfica de nueve metros, que tuviera tres murallas diferentes y una capacidad económica suficiente para preparar el enorme gasto militar que supuso para Cartago la segunda guerra púnica.
Los Bárcidas la mimaron, Aníbal y Asdrúbal pisaron sus calles y sus barrios, su puerto, de siete hectáreas de extensión, exportó y recibió productos durante los tiempos de paz y de conflicto, y nunca reconoció la autoridad romana, ni después de perder la segunda guerra púnica que dio a Roma el control del Mediterráneo sobre Cartago y sus colonias. Se cree que los romanos, como represalia, obligaron a sus habitantes al destierro y condenaron al olvido a la orgullosa metrópolis, ordenando a geógrafos e historiadores evitar cualquier mención a la ciudad rebelde.
Durante siglos permaneció olvidada como una apartada meseta solitaria, en la que asomaban trozos de muros, habitáculos y oquedades de piedra, donde el ganado podía alimentarse y buscar cobijo sin que sus dueños tuvieran que preocuparse de vigilarlo. El enclave no obstante corrió riesgos de destrucción: los monjes quisieron construir la Cartuja sobre esa elevación silenciosa y apartada, pero finalmente se decidieron por otro lugar. Se libró también de ser cantera para las ciudades vecinas, debido a la cercanía de otras explotaciones mineras de piedra. Quizá la existencia de una ermita con planta de Cruz Griega en su solar, una torre donde se rindió culto a Santa María de Sidueña y en la que sufrió cautiverio Blanca de Borbón, ayudó también a su conservación.
El olvido fue a la vez maldición y bendición para Doña Blanca, cuyo nombre nunca se ha hallado inscrito en piedra, pero que el catedrático de Prehistoria Diego Ruiz Mata identifica con Gadir, ya que Cádiz era entonces una isla con un poblamiento fenicio ínfimo en comparación con la pujante metrópolis de tierra firme, situada entonces en la orilla del estuario del Guadalete, al pie de la Sierra de San Cristóbal.
Hoy el paisaje es muy distinto al que conocieron los Bárcidas, pero la ciudad fenicia ha sobrevivido a los siglos, al igual que la gran necrópolis que se conserva junto a ella, y naturalmente su antiguo puerto, que yace enterrado en la marisma. También, una parte de los vestigios arqueólógicos de la actividad industrial que se generó en la Sierra de San Cristóbal para mantener y alimentar la segunda guerra púnica.
Se trata por lo tanto de la única ciudad completa de época fenicia que se conserva intacta: “Es la única que nos queda del mundo fenicio y fue el motor de la formación de Occidente”, afirma el catedrático y arqueólogo Diego Ruiz Mata, el único que ha dirigido las excavaciones que se han realizado en ella. Este hecho, unido a la conservación de la bodega completa más antigua del mundo en una cima de la Sierra,bodega completa más antigua del mundo también de época fenicia, y a la valiosa necrópolis de 100 hectáreas, transforman este yacimiento, declarado Bien de Interés Cultural (BIC) desde 1991, en un auténtico incunable dentro de la arqueología.
Se compone de 200 hectáreas de yacimientos arqueológicos, situados en el entorno único de una Sierra que encierra en su interior una sucesión de grandes cuevas cantera, creadas por siglos de extracción de piedra, auténticas catedrales subterráneas; pinares, un espacio natural privilegiado y una gran cantera a cielo abierto, aún en explotación, a cierta distancia de la zona arqueológica.
Con estos elementos, el catedrático propone crear un gran Parque Cultural, Lúdico, Turístico y Arqueológico, que ocuparía toda la parte frontal de la Sierra que asoma a la Bahía de Cádiz. La propuesta y la fundación con la que quiere materializar el proyecto (Fundación de Estudios Fenicios y Mediterráneos), proyecto(Fundación de Estudios Fenicios y Mediterráneos)similar en algunos aspectos al Starlite de Marbella, contempla tres zonas diferenciadas.
En primer lugar una zona cultural que se correspondería con los terrenos propiedad del Ejército, donde existen cuevas cantera y en el que se organizarían exposiciones de arte (escultura, pintura, instalaciones, performances con imágenes y sonido), transformando las cuevas artificiales en centros culturales para un público con cierto nivel económico, incluyendo también un restaurante. En esta zona militar iría también lo que Ruiz Mata denomina ‘arqueódromo’, donde los oficios tradicionales de la Baja Andalucía serían recuperados para hacer valiosas piezas de arte (cerámica, forja y cerrajería, madera). Este núcleo se vincularía con lo que el catedrático califica “alta cultura”, dirigida a un turismo cultural de excelencia.
En la zona más lúdica, correspondiente a la cantera de áridos pegada a la Cuesta del Chorizo, se instalarían zonas de música al aire libre y actividades deportivas. El catedrático lanza también la propuesta de transformar el cortijo de Las Beatillas en un Museo de la Historia Antigua del Vino.
La base de este gran proyecto turístico, lúdico y cultural, será no obstante la zona arqueológica, la más importante de todas. Incluiría el yacimiento arqueológico del Castillo de Doña Blanca, la zona portuaria, la necrópolis y la bodega más antigua del mundo. La prioridad sería en principio retomar las excavaciones en Doña Blanca, restaurar la muralla del siglo VIII a. de C., y volver a desenterrar la bodega que se encuentra junto al ‘Balcón de la Bahía’, un mirador a 100 metros de altura, para las visitas. El catedrático propone potenciar el carácter didáctico del yacimiento: que las excavaciones puedan ser seguidas en vivo y en directo por visitantes y aficionados a la arqueología, con un cuerpo de voluntarios jubilados que los atenderían, siguiendo el modelo de algunos grandes museos.
Según las previsiones económicas del catedrático, este ambicioso proyecto, que tendría un alcance internacional, requiere de inversión privada y pública; pondría en valor el patrimonio de la Sierra de San Cristóbal y serviría para crear empleo y riqueza.
La ciudad fenicia del Castillo de Doña Blanca, cuya memoria intentaron borrar los romanos, se transformaría así en un lugar clave para el relanzamiento económico de la Bahía de Cádiz, y en un referente imprescindible para entender la historia de Occidente.
Presentada la Fundación de Estudios Fenicios y Mediterráneos en Bodegas Osborne
La bodega de Mora de Osborne acogió el jueves, día 5, la presentación de la Fundación de Estudios Fenicios y Mediterráneos (FEFeMe), de la que forman parte catedráticos e investigadores relacionados con el ámbito fenicio y púnico. Científicos de universidades de Líbano, Israel, Túnez, Francia, Italia y España, además de una junta directiva, forman el Patronato, y su objetivo es la puesta en valor del patrimonio existente en el arco de la Sierra de San Cristóbal que se asoma a la Bahía de Cádiz, mediante la creación de un Parque Cultural, Arqueológico y Lúdico, para fomentar la investigación sobre la importancia de esta zona como origen de la cultura de Occidente y el fomento de un turismo de excelencia.
La fundación ya se ha puesto en marcha y tiene el apoyo del Ayuntamiento de El Puerto y la Universidad de Cádiz (UCA). Está presidida por el catedrático de Prehistoria Diego Ruiz Mata, y tiene a su alrededor asociaciones como Amigos de FEFeMe, Amicenes o los Amigos de la bodega de la Sierra (Abosierra), que constituyen su rama social para ayudar a poner en marcha el proyecto, para el que se busca financiación.
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