El disparo a la cabeza fue realizado como mucho a un metro y medio
Los peritos aclaran a qué distancia estaba el arma al recibir la víctima el segundo impacto · El procesado padece un trastorno de personalidad, dicen dos psicólogas
Los peritos del Instituto Nacional de Toxicología que analizaron dos trozos de piel de la víctima explicaron ayer en el juicio que el disparo que alcanzó a Guillermo Labrador en la cabeza fue realizado con el arma a una distancia no superior a un metro y medio. Los forenses estiman que había un mínimo de 30 centímetros y un máximo de un metro entre el arma y la víctima en el caso de los dos disparos, el de la cabeza y el del pecho. Los peritos de Toxicología no pudieron pronunciarse sobre el primer disparo porque no dispusieron de la ropa que atravesó la bala.
Los testigos del crimen hablaron de disparos a muy poca distancia. Y ayer esa versión fue avalada por quienes han realizado informes científicos acerca del crimen. Guillermo Labrador, de 25 años de edad, recibió el 1 de agosto de 2010 en Puerto Real dos balazos disparados con una escopeta de balines modificada. Apretó el gatillo su cuñado, el entonces novio de su hermana. El fiscal y la acusación particular sostienen que fue un asesinato. La defensa, que fue un homicidio realizado por una persona que padece una anomalía psíquica. El juicio llegó ayer a su tercera sesión y continuará mañana.
Si todo transcurre como prevé el presidente del tribunal, el juicio concluirá mañana. Pero antes, por la mañana, tienen que exponer sus alegatos el fiscal, el abogado de la acusación particular y el de la defensa. Después, el magistrado tendrá que elaborar el objeto del veredicto (las preguntas a las que debe responder el jurado) y consensuarlo con la defensa y las acusaciones. El jurado recibirá luego esas preguntas y comenzará a responderlas, una a una, sí o no, votando, hasta completar el veredicto.
Tal vez el jurado termine su tarea mañana. Hace ya mucho tiempo que en la Audiencia Provincial de Cádiz un jurado consume más de una jornada en elaborar un veredicto. Los jurados son más rápidos desde que comenzaron a ser aplicadas fórmulas que contribuyen a lograr que todo transcurra de modo más ágil.
En este caso, el jurado no tendrá dificultad alguna para decidir si fue el acusado quien apretó el gatillo. El procesado se entregó al día siguiente del crimen y confesó, pero además hubo varios testigos que vieron cómo usaba la escopeta.
Sí tendrá el jurado que inclinarse por considerar o no que el acusado actuó bajo los efectos de las drogas que había tomado y también movido por los efectos potenciadores de ese consumo en el trastorno de la personalidad que padece, según explicaron ayer dos psicólogas.
Las psicólogas concluyeron tras entrevistarse el pasado abril con el procesado que éste padece un trastorno antisocial. También observaron en él un deterioro neurológico. La defensa se apoya en ese diagnóstico para plantear que al acusado le alcanza una eximente completa de anomalía psíquica. Esto es, que no controlaba lo que hacía cuando disparó contra su cuñado.
El fiscal y el abogado de la acusación particular cuestionaron con sus preguntas a las psicólogas el resultado de su informe. El acusado sabe distinguir entre lo que está bien y lo que está mal, precisaron las psicólogas.
El fiscal insistió en dejar claro ante el jurado que las psicólogas elaboraron su informe con datos proporcionados por el procesado. Esto es, que consideran, por ejemplo, que había consumido drogas de manera abusiva el día del crimen y que era consumidor habitual de sustancias estupefacientes porque él se lo dijo. No tuvieron en cuenta otros datos que indican que no era así. La acusación particular cuestionó que el deterioro neurológico lo provocase el consumo de drogas, como sostienen las psicólogas. No hay pruebas neurológicas que descarten otras causas, dijo el abogado.
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