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Carmen Pérez
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San Fernando/"Esperamos que la muerte de Miguel Ángel valga para que sus compañeros estén más protegidos, para que tengan más medios, más recursos y no tengan que salir a morir", ha afirmado este martes Mayca Gómez, la tía del guardia civil de San Fernando asesinado el pasado viernes en el puerto de Barbate tras ser brutalmente arrollado por una narcolancha en un dramático episodio en el que falleció también otro compañero y otro resultó herido de gravedad.
Es el mensaje que la familia quiere trasladar a todo el mundo tras un suceso que les ha dejado rotos por el dolor y que ha puesto en evidencia las enormes carencias con las que la Benemérita opera en la lucha contra el narco en la provincia hasta el extremo de plantear la dimisión del ministro Marlaska.
Y es lo que piden tras una pérdida irreparable, "que esto no vuelva a pasar". Eso y, por supuesto, "que se haga justicia", que los que lo han hecho paguen en la cárcel por haber matado a los dos agentes mientras estaban de servicio.
"Estamos destrozados todos, su madre, su hermana, sus primos, con los que estaba muy muy unido... Hasta ahora no habíamos querido hablar pero queremos que se sepa, que este mensaje llegue a todo el mundo", explica al insistir en la falta de recursos de la Guardia Civil que ha llevado a la trágica muerte de su sobrino: "Al lado de los medios que tienen ellos (los narcos), estaban en un flotador", afirma la tía de Miguel Ángel reiterando así las declaraciones que ha lanzado también la madre del agente fallecido. "Todos los barcos -los patrulleros- de la Guardia Civil estaban estropeados. ¡Pero estropeados llevan 6 meses!".
La familia, reconoce Mayca, ha sido incapaz de ver los vídeos que circulan por todas partes en los que se ve el momento en el que los agentes de la Guardia Civil son embestidos por la narcolancha mientras hay gente que los jalea desde la playa. Saben cómo fue lo que ocurrió porque se lo han contado. "Es una injusticia", lamenta desconsolada.
"Lo de mofarse de la embarcación que llevaban no era nuevo, eso se lo hacían todos los días, les pasaban por al lado con las narcolanchas y se reían en sus caras como diciendo 'qué nos vais a hacer con ese barquito, que es un flotador'. Eso le había pasado varias veces. Él nos lo había contado. Ellos salían todos los días con ese peligro: ese día pasó eso, pero esto era una muerte anunciada. Salían todos los días a una guerra perdida. La desgracia pasó ese día pero podía haber pasado antes".
Miguel Ángel González Gómez había sido infante de marina antes de ingresar en la Guardia Civil. En la Armada, además, fue adiestrado como buzo. Llevaba poco tiempo en su destino en el Grupo Especial de Actividades Suacuáticas (GEAS) del instituto armado. "No llegaba a tres meses aquí. Antes estaba en Madrid pero le tiraba su tierra. Esto era su locura y su pasión, así que se quería venir. Hacía tan solo tres o cuatro días que le habían dado una de las viviendas de la casa cuartel", cuenta su tía. Estaba con los preparativos para irse a vivir allí.
Deportista, jugador de balonmano (había estado en el club isleño hasta que se fue a Madrid) y, sobre todo, "cadista a muerte". Así era Miguel Ángel, recuerda. Una persona muy alegre, luminosa, que no paraba de bromear: "Él entraba por la puerta y se iluminaba todo, todo se lo tomaba a risa. Tenía el don de animar a todo el mundo. Era muy especial".
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