Y Luis Pizarro se cansó de correr
Historias de Cádiz-Herzegovina | Capítulo 27
La eterna mano derecha de Chaves en el PSOE andaluz no aguantó más y en 2011 decidió dejar solo a Griñán
La destitución de Gabriel Almagro como delegado de la Junta en Cádiz acabó con su paciencia
“No me arrepiento porque ha sido una decisión meditada durante diez meses”, dijo el dimitido
El último mohicano de lo que queda del 'clan de Alcalá'
La imagen fue y sigue siendo icónica, desde que aquella película se estrenara en los cines allá por 1994 hasta nuestros días. Al fondo, las montañas y en primer plano, una de esas carreteras tan habituales del Oeste norteamericano, sin una curva que llevarse al volante. En una recta interminable Forrest Gump, el inolvidable personaje que creara el novelista Winston Groom, que llevara a las pantallas Robert Zemeckis y que interpretara el oscarizado Tom Hanks, seguía corriendo, como llevaba haciendo de una costa a otra de Estados Unidos desde hacía tres años, dos meses, 14 días y 16 horas. Contó que empezó a correr “sin ninguna razón en particular”, simplemente porque “tenías ganas de correr”. Pero de pronto, 1.170 días después, se paró, para sorpresa de las decenas de seguidores que iban tras él. “Silencio, que va a decir algo”, espetó uno de los que le seguían a una distancia prudencial. Y Forrest Gump, con gorra perenne y barba superpoblada, recurría una vez más a su sencillez arrolladora: “Estoy muy cansado. Creo que iré a mi casa”.
Ahora cambiemos de lugar, de fecha y de protagonista. Situémonos por ejemplo en cualquier recta de la autopista Cádiz-Sevilla, en abril del año 2011 y con Luis Pizarro, el histórico dirigente del PSOE gaditano y andaluz, en el centro de la imagen. De repente éste también se para, afirmando igualmente que está muy cansado y que se va a su casa. La diferencia está en que si Forrest Gump ponía rumbo a su domicilio en el condado de Greenbow, en el estado de Alabama, Luis Pizarro se encaminaba directamente hacia Alcalá de los Gazules, su pueblo gaditano y que desde siempre ha sido considerado la cuna y uno de los emblemas del socialismo andaluz.
“La dimisión de Pizarro abre otra grave crisis en el PSOE andaluz”. El titular con que Diario de Cádiz abría su edición del martes 5 de abril de 2011 era muy llamativo, sobre todo porque parecía imposible que alguien como Luis Pizarro pudiera conjugar el verbo dimitir. Y no porque renunciara a un cargo público alguien que a esas alturas sumaba ya 32 años en primera línea de la política sino porque este dirigente, el último vestigio del histórico clan de Alcalá, era uno de esos políticos de la vieja escuela para los que decir o hacer algo que dañara la imagen de su partido estaba radicalmente prohibido.
Pero todo el mundo tiene un límite. Siempre hay una gota que es capaz de hacer derramar un vaso y a Luis Pizarro la paciencia se le acabó el lunes 4 de abril de 2011. Fue cuando le dijo primero por carta y después en persona a José Antonio Griñán, presidente de la Junta de Andalucía y secretario general del PSOE andaluz, que hasta ahí había llegado, que dimitía como consejero de Gobernación y Justicia y que se iba a su casa. Y su partido, esas siglas que había defendido desde los tiempos de la dictadura, se abría en canal y además en el peor momento posible, con unas elecciones municipales que estaban a la vuelta de la esquina, a sólo dos meses vista.
En ese 2011 Luis Pizarro seguía siendo aún un referente indiscutible del socialismo andaluz, como lo fue durante décadas. Nacido en Alcalá de los Gazules a finales de 1947, su primer cargo público fue en el Ayuntamiento de Cádiz, donde fue concejal con responsabilidades de gobierno durante siete años, entre 1979 y 1986. Discrepancias con el alcalde Carlos Díaz y el hecho de que empezara ya a destacar en la estructura del PSOE gaditano le situaron en los puestos de salida en la candidatura por Cádiz al Parlamento andaluz en las elecciones autonómicas de ese año, obteniendo su escaño. Muy pocos, ni siquiera él mismo, pensarían entonces que le quedaban por delante nada menos que 32 años ocupando un escaño en la Cámara andaluza, porque no daría el portazo definitivo a su etapa de parlamentario hasta finales de 2018.
Y Pizarro fue creciendo en la Cámara andaluza, sobre todo desde que Manuel Chaves aterrizara en 1990 como líder de los socialistas andaluces. Vamos, como acaba de hacer ahora María Jesús Montero, con la diferencia de que Chaves sí dimitió como ministro de Trabajo en el Gobierno que presidía Felipe González.
En ese 1990 Chaves se convertía en presidente de la Junta y cuatro años después asumía la secretaría general del PSOE andaluz. Y desde el primer momento se apoyó enormemente en Pizarro, a quien situó a su lado en la estructura regional del partido, primero como responsable de Organización y más adelante como vicesecretario general. Ambos protagonizarían la etapa dorada del PSOE andaluz, que se prolongó durante décadas y en cuyo éxito también contribuyeron otros dirigentes como, por ejemplo, el también alcalaíno Alfonso Perales, el jiennense Gaspar Zarrías y el socialista José Caballos.
Siempre a gusto en ese papel secundario, Pizarro se convirtió en una pieza esencial para que el PSOE superara los años de la pinza entre el PP e IU (1994-1996), para cerrar luego sendos acuerdos de gobierno con el PA en la Junta –en los años 1996 y 2000– y para que junto a su inseparable Manuel Chaves dirigieran la gestora del PSOE federal que ocupó el vacío dejado tras la dimisión de Joaquín Almunia y que desembocó en el inicio de la etapa de Zapatero al frente del partido a mediados del año 2000.
Pero ese papel secundario sufrió un vuelco cuando a finales de 2006 fallecía su primo y amigo Alfonso Perales, que siempre había sido la cara visible del clan de Alcalá. Tras esa pérdida Luis Pizarro se vio en la obligación moral de dar un paso adelante para rellenar ese vacío, de ahí que en 2008 aceptara el enésimo ofrecimiento de Chaves para que asumiera una cartera en el Consejo de Gobierno de la Junta de Andalucía, convirtiéndose ese año en consejero de Gobernación.
Pero nada en este mundo es eterno. Esa etapa dorada del socialismo andaluz se fue resquebrajando, sobre todo a partir del estallido del caso de los EREs fraudulentos que salpicó a buena parte de la cúpula de la Junta de Andalucía. Tanto era lo que estaba cayendo que llegó el momento de pasar página a la etapa de Chaves, que fue repescado por Zapatero para el Gobierno de España y que en abril de 2009 ponía fin a 19 años de presidente de la Junta pasándole el testigo a José Antonio Griñán.
Y Griñán quiso imponer su propio estilo y sus propios colaboradores, primero en la Junta y más tarde en la cúpula del PSOE andaluz. Porque aunque la idea inicial era que hubiera una bicefalia, con Griñán al frente de la Junta y Chaves manteniendo las riendas del partido, el primero presionó mucho desde el primer momento para tener todo el poder, asumiendo la secretaría general del PSOE-A desde la primavera de 2010.
Llegó entonces una limpia progresiva de todo lo que era el chavismo impulsada por Griñán, Rafael Velasco (el tiempo que duró) y Susana Díaz. Y, claro, como la provincia de Cádiz era uno de los sitios en los que más impronta había dejado el líder saliente, pues fue aquí donde hubo más resistencia. Y más enfrentamientos también.
El primer choque se produjo en el mismo congreso regional en el que fue elegido Griñán y donde el secretario general del PSOE de Cádiz, Francisco González Cabaña, dio su histórica espantada, renunciando a entrar en esa ejecutiva cuatro horas después de haber dado el sí. La obligación de tener que dejar la Alcaldía de Benalup lo frustró todo.
Y a principios de 2011 hubo otra colisión de lo más sonora, cuando Griñán se negó en rotundo a relevar a Pilar Sánchez como candidata del PSOE a la Alcaldía de Jerez. La dirección provincial de Cádiz llevaba tiempo advirtiendo de que la gestión de la regidora de Jerez estaba siendo muy deficiente, que el partido se encaminaba al desastre en las elecciones municipales de ese año. Incluso el propio Cabaña había buscado a un candidato alternativo en la persona del prestigioso urbanista Manuel González Fustegueras. Pero un almuerzo que ambos mantuvieron y al que acudieron también Chaves y Pizarro enojó sobremanera a Griñán, que abortó la operación de cabo a rabo.
Y para seguir acabando con cualquier vestigio de la era Chaves en Cádiz el griñanismo puso en la diana al delegado del Gobierno andaluz en la provincia gaditana, el también alcalaíno Gabriel Almagro. Griñán ya planteó este cese a mediados de 2010, pero la resistencia de Pizarro logró frenarlo. Pero los griñanistas volvieron a la carga diez meses después y en abril de 2011 el relevo ya estaba decidido. Y fue ahí cuando Pizarro dimitió, porque en su condición de consejero de Gobernación y Justicia estaba obligado a firmar el cese de su amigo, y se negó en rotundo.
El mismísimo Luis Pizarro. la mano derecha de Manuel Chaves, dejaba a Griñán tirado. Y con él dimitían los otros gaditanos que estaban con él en Sevilla, esto es el chiclanero José Antonio Gómez Periñán, el ubriqueño José María Reguera y el arcense Manuel Brenes. El primero era viceconsejero y los otros dos eran directores generales de la Consejería de Gobernación y Justicia. Hasta ese día.
Griñán reaccionó nombrando consejero al también gaditano Francisco Menacho, que tuvo que ver cómo su predecesor ni siquiera acudió a su toma de posesión. Y otro reconocido griñanista como Manuel Jiménez Barrios, ex alcalde de Chiclana, se convertía en el nuevo delegado del Gobierno andaluz en Cádiz.
Griñán había empezado a colocar a sus afines, aunque no pudo callar a Pizarro, que apenas cuatro días después dijo públicamente en un acto de partido en El Puerto que no se arrepentía de su dimisión, porque la llevaba meditando durante diez meses. Y lanzó un mensaje a navegantes: “No quiero ir de víctima pero no toleraré que se me culpe” de la crisis en su partido. Y dos días después en Conil diría incluso que Chaves “es mi presidente de la Junta”, quizás la mayor afrenta que podía sufrir Griñán.
Tanto fue el revuelo que se formó con la dimisión de Pizarro que hasta el cantante Alejandro Sanz, sobrino suyo, salió en su defensa en las redes sociales, destacando de él que es “uno de los hombres más honestos e íntegros que existen en el PSOE andaluz”. “Y sé muy bien lo que digo porque le conozco de sangre”, apostilló en Twitter antes de pedir respeto “a la gente que ha entregado su vida a sus ideas”.
Tras aquella dimisión el PSOE sufrió una dura derrota en las elecciones municipales de ese 2011, aunque Griñán al menos logró salvar in extremis la Presidencia de la Junta en las elecciones andaluzas de 2012. Ese año, además, se haría con el control del PSOE de Cádiz en la persona de Irene García.
“Mamá siempre decía que tenía que dejar atrás el pasado para seguir adelante. Creo que fue por eso que corrí tanto”, reflexionaba Forrest Gump en un momento de la película. En cierto modo a Luis Pizarro le pasó algo parecido, que corrió mucho durante décadas para olvidar el pasado y contribuir a la modernidad de Andalucía.
Hoy, a sus 77 años, reside en su Alcalá natal, disfrutando de dos de sus grandes pasiones como son la familia y la caza. Mantiene su influencia en su partido, asesorando a todo dirigente que le pide consejo, pero huye por completo de los medios de comunicación. Ello puede deberse a que no quiere hacerle sombra a su hijo Javier, alcalde de Alcalá de los Gazules desde 2015, diputado provincial y con una influencia creciente en el PSOE gaditano, o que no quiere protagonismo. Demasiado tuvo aquel abril de 2011, cuando de repente un buen día se cansó de correr.
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