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El mar, la mar, el Congreso

Historias de Cádiz-Herzegovina (capítulo 4)

Emocionado y "con la mano tendida". Así vivió Rafael Alberti los cinco meses que separaron la legalización del PCE y el final de su exilio de su corta trayectoria como diputado

Testimonios en primera persona recuerdan cómo vivió el poeta portuense la campaña electoral de las generales de 1977, en la que participó en unos 40 mítines

La guardiana de la memoria de Rafael Alberti

Homenaje a Alberti con un documental de su vida y obra

Imagen icónica de Rafael Alberti y ‘La Pasionaria’ dirigiéndose a la Mesa del Congreso en la primera sesión de la Legislatura Constituyente. / Marisa Flórez (El País)
Francisco Sánchez Zambrano

25 de febrero 2024 - 05:00

Dicen que se quedó maravillado, sin palabras, casi extasiado. Tenía ante sí una vista impresionante, de esas con las que tanto soñó durante su larguísimo exilio. Ahí delante tenía el mar o la mar, daba igual si ese día tocaba llamarlo en masculino o en femenino. Lo importante es que Rafael Alberti, el marinero en tierra, el poeta de la calle, el emblema de El Puerto, estaba de nuevo en su tierra medio siglo después. Y allí, desde un atril instalado en el Paseo de Santa Bárbara de Cádiz, mirando ese trocito de Océano Atlántico con Rota y El Puerto de fondo, se disponía a dar su primer mitin. Dicen también que no podía ocultar una emoción gigantesca. Y era lógico, porque era su primer mitin como candidato del Partido Comunista de España al Congreso de los Diputados por la provincia de Cádiz, sí, pero, más importante quizás, porque era su primer mitin en libertad. La tan añorada y perseguida libertad.

Aquel acto público en la capital gaditana se celebró la tarde del lunes 23 de mayo de 1977. Apenas dos meses antes, y exiliado aún en Roma junto su familia, Rafael Alberti no podía imaginarse cuánto le cambiaría la vida en las semanas siguientes. Un cambio que comenzó con una inesperada llamada telefónica desde Madrid.

Nadie sabe a día de hoy quién fue su interlocutor, aunque no sería descartable que fuera el mismo Santiago Carrillo, que ya era el secretario general del PCE y que había regresado a España el año anterior. En cualquier caso, en esa conversación se le dice Alberti que, de la mano del Rey Juan Carlos I y del presidente Adolfo Suárez, el país se encaminaba ya hacia la democracia, que la legalización del Partido Comunista estaba en trámite y que las primera elecciones generales asomaban en el horizonte. Y le proponían al poeta portuense que encabezara la lista del partido al Congreso por Cádiz, un reto que aceptó con todo el entusiasmo y sin titubear "porque estaba convencido de que, después de casi 40 años de destierro, era la mejor manera de ayudar al pueblo español y andaluz en el nuevo camino de la democracia", según confesaría semanas después.

Nacido en El Puerto de Santa María en diciembre de 1902, Rafael Alberti Merello se trasladó a Madrid junto a su familia cuando ni siquiera había cumplido los 15 años. A partir de ahí iría descubriendo sus habilidades primero con la pintura y luego con sus rimas al tiempo que iba reafirmando su ideología comunista, aquella que plasmó convencido en varias publicaciones que vieron la luz durante la Guerra Civil. Derrotado el bando republicano, se vio obligado a salir del país, viviendo exiliado primero en París (hasta 1940), luego en Argentina (hasta 1963) y finalmente en Roma.

La luz verde para su regreso a España se encendió el 9 de abril de ese 1977, el sábado víspera de Domingo de Ramos, día en el que quedaba legalizado formalmente el Partido Comunista de España. Y aunque hubiera querido volver antes, problemas de salud de su primera mujer, María Teresa León, aplazaron ese esperado momento hasta el 24 de mayo, cuando pudo pisar de nuevo suelo español en el aeropuerto de Barajas. A partir de ahí, actos del partido o culturales y homenajes en Madrid y en Barcelona, pero siempre con la vista puesta en El Puerto de Santa María y en su Bahía de Cádiz.

Multitudinario recibimiento a Alberti tras aterrizar en Madrid el 27 de abril de 1977 / Efe

Alberti sumaba casi 40 años de exilio y diez más, es decir casi medio siglo, sin regresar a su localidad natal. Y cuando lo hizo, en la madrugada del lunes 23 de mayo de ese histórico 1977, aún tuvo que esperar un poco más porque el Talgo que lo traía de Madrid sufrió un sinfín de averías y llegó a la estación portuense con dos horas de retraso.

Todo ello lo recogió Diario de Cádiz en su edición del martes 24 de mayo, cuando este periódico estaba dirigido por Augusto Delkáder. El recordado periodista portuense Agustín Merello, sobrino de Alberti, le acompañó en ese viaje en tren. Y en una exquisita crónica que está considerada una joya del periodismo gaditano, con fotografías de Salva, plasmó los sentimientos que afloraban en Alberti conforme se iba acercando a su localidad natal. "He sentido profundamente la lejanía", reconocía el poeta, que apenas unos días antes había ultimado en Madrid unos versos dedicados a sus paisanos portuenses.

Quería recitarlos al descender del tren, pero fue del todo imposible ante la avalancha de personas que fueron a recibirle y que, entre vítores, besos y abrazos, lo llevaron en volandas durante su breve trayecto a pie por los andenes y por la estación. Y al día siguiente, el reencuentro con el azul del mar y su primer mitin.

Crónica del viaje en tren de Alberti desde Madrid a El Puerto, escrita por Agustín Merello y publicada en Diario de Cádiz el martes 24 de mayo de 1977.

Pero, ¿cómo vivió Alberti aquella campaña electoral que, no hay que olvidarlo, encaró con 74 años? ¿Qué mensajes trasladó a la ciudadanía? ¿Llegó a considerarse en algún momento un político al uso? ¿Y fue una campaña pacífica o los partidarios de Franco, fallecido apenas un año y medio antes, intentaron enturbiar el regreso del comunismo?

"Aquella campaña estuvo marcada por la ilusión. Por primera vez los comunistas podíamos decir lo que éramos y Alberti también sabía trasladar ese mensaje. Tenía un tirón increíble porque cuando le hablaba a la gente lo hacía siempre desde el corazón. Él no era de mandar muchos mensajes políticos sino de contar sus vivencias. Y eso le encantaba a la gente". Quien habla es Antonio Álvarez Rojas, que con los años se convertiría en director del Museo Provincial de Cádiz y que ese 1977 formaba parte del comité provincial del PCE, asumiendo toda la responsabilidad de la campaña desde un punto de vista administrativo y jurídico.

Álvarez guarda de Alberti la imagen de un hombre "muy sereno y sensible" que asumió desde el primer momento su papel de reclamo electoral. "Digamos que el partido se aprovechó de él para captar votos y que él se dejó llevar dócilmente y con mucho cariño", apunta.

Reseña en Diario de Cádiz del primer mitin de Alberti como candidato al Congreso en Cádiz.

No, no era un político al uso. Su obsesión en esa campaña era hablar con la gente, recorrer toda la provincia, reencontrarse con todo lo que oliera o supiera a gaditanismo y, en cierto modo, tocar la fibra sensible de la gente. De ahí que en la mayoría de sus intervenciones optara por recitar poemas, muchos de los cuales quedarían reflejados posteriormente en las Coplas de Juan Panadero, el libro que empezó a escribir en 1949 y que fue ampliando en esa campaña electoral. Y le cantó a Cádiz, y a Andalucía, y a la libertad, y a la juventud... Y todo desde el respeto, desde la concordia. "Él siempre dijo que se fue de España con el puño cerrado y que regresó con la mano abierta y tendida a todos", resume su viuda, María Asunción Mateo.

La campaña de aquellas elecciones generales duró tres semanas y en ellas el poeta se alojó en dos hoteles de Valdelagrana –primero en El Caballo Blanco y luego en el Puertobahía– y participó en unos 40 mítines, según las cifras que manejan Manuel Espinar y Ana Perea, un matrimonio comunista que siempre tuvo una vinculación especial con Alberti, a quien recuerdan con mucho cariño. "Era muy respetuoso, muy disciplinado con las directrices que marcaba el partido y muy agradable. Disfrutaba hablando con la gente, y era incansable", recalcan.

En esa campaña a Alberti se le pudo ver en ciudades como Jerez o Algeciras o en pueblos como Alcalá de los Gazules o Alcalá del Valle. Y, por su puesto, los mítines multitudinarios en Cádiz (en el Paseo de Santa Bárbara y en el Pabellón Portillo) o en El Puerto (en el Parque Calderón o en la Plaza de Toros, donde las crónicas dicen que llegó a reunir a unas 8.000 personas).

Durante la campaña no hubo que lamentar incidentes, aunque dirigentes del PCE de entonces como el propio Espinar, Rafael Gómez Ojeda (que años después llegó a ser alcalde de El Puerto) o Manuel Gómez de la Torre recuerdan que llegaron a mantener una reunión con el gobernador civil para reclamar algún tipo de seguridad por miedo a los grupos más enfervorizados de Fuerza Nueva. Pero no pasó nada. "Bueno, alguna pintada sí nos encontramos por ahí, y lo que hizo Alberti fue fotografiarse delante de ellas, con todo el arte del mundo", narra Gómez Ojeda. Por si las moscas el partido dispuso que dos militantes corpulentos de El Puerto hicieran las funciones de guardaespaldas durante toda la campaña.

Y llegaron las elecciones del miércoles 15 de junio, y un recuento interminable que se prolongó durante tres días, y la confirmación de que el PCE, que fue la tercera fuerza en la provincia por detrás del PSOE y de la UCD, había logrado un escaño por Cádiz. Hubo que esperar más de un mes, en concreto hasta el 22 de julio, para que Rafael Alberti pudiera pisar el Congreso. Fue en una emotiva sesión de apertura de esa Legislatura Constituyente en la que junto a Dolores Ibárruri 'La Pasionaria' tuvo el honor de, aunque fuera de manera esporádica, formar parte de la Mesa al ser los dos diputados de más edad. Fue una sesión en la que el poeta portuense llamó la atención por portar una chaqueta vaquera azul y por aplaudir sin ningún complejo el discurso del Rey "porque estuvo bien y porque dijo lo que tenía que decir", explicaría luego a los periodistas.

Alberti ejerció de vicepresidente de la Mesa en la sesión de apertura de la Legislatura Constituyente en el Congreso de los Diputados. / Efe

Rafael Alberti apenas aguantó 40 días de diputado, desde ese 22 de julio hasta el 8 de septiembre, cuando dimitió para cederle su sitio en la Cámara Baja al número dos de la lista, el trebujenero Francisco Cabral, un referente de los trabajadores del campo. Alberti renunció mandando escritos al presidente del Congreso, al presidente del Tribunal Supremo y al comité ejecutivo del PCE y haciendo pública una carta dirigida al pueblo de Cádiz. "Cambio las Cortes parlamentarias por las Cortes de la calle, que para mí son más importantes", explicaba. Y decía que renunciaba "por una decisión absolutamente personal, no sugerida por nadie".

La noticia de su dimisión, publicada en Diario de Cádiz el 9 de septiembre de 1977.

Aquel 1977 Alberti no conocía aún a María Asunción Mateo, con quien se casaría en 1990, dos años después del fallecimiento de su primera esposa. Pero en esos años de convivencia el poeta siempre le trasladó un recuerdo imborrable de aquella campaña, por la emoción que sintió al volver a España –"porque él ni siquiera quiso tener jamás una doble nacionalidad", matiza Mateo–, por el orgullo de encabezar la lista del PCE –"porque repetía que su corazón siempre había sido y sería comunista"– y, sobre todo, "porque disfrutó muchísimo yendo pueblo por pueblo". "Aquello le llenó de inspiración", resume María Asunción Mateo, que recuerda que otra de sus frases más repetidas era esa de que "un carné de partido no es un carné de conducta", es decir, que uno tenía que ser consecuente con sus actos siempre.

Rafael Alberti fallecía en octubre de 1999 con casi 97 años. Su legado literario como uno de los referentes de la Generación del 27 está ahí, para deleite de todos. Pero en la provincia de Cádiz también dejó su herencia política. Y es que aún hoy, casi 50 años después, cada vez que llegan unas elecciones generales en Izquierda Unida hay siempre un objetivo claro: amarrar en el Congreso 'el escaño de Alberti.

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