El paisaje de San Fernando que muestra el sendero Punta del Boquerón
Medio Ambiente
En unos 45 minutos se puede disfrutar de uno de los senderos de la ciudad, en este caso paralelo al cordón dunar la playa de Camposoto tras acabar la zona con servicios
San Fernando/El sendero de la Punta del Boquerón resulta un paseo entretenido, pero también una ruta interesante para hacer deporte –correr o montar en bici–, incluso para descubrir un poco de historia. Durante una mañana por este camino paralelo a las dudas de la playa de Camposoto de San Fernando, la zona salvaje, puede cruzarse con ciudadanos que andan o corren en solitario, en pareja o en grupos. Otros aprovechan para llevar a su perro y algunos optan por montar en bicicleta. Es una senda cómoda en la mayoría de su trazado, aunque, eso sí, se debe subir o bajar algún escalón, y superar algún desnivel entre pasarelas de madera y zonas de tierra.
La Punta del Boquerón, que comienza justo en la entrada del último acceso (el 8) a la playa de Camposoto, es un itinerario perfecto para quienes quieran hacerse una idea del entorno natural que rodea San Fernando, en el que se integra la ciudad. Un borde litoral que pasa de la habitual costa de arena a las zonas de esteros y marismas que se refleja claramente en estos algo más de 2,5 kilómetros que se pueden cubrir en unos 45 minutos a paso lento.
Hacia el Monumento Natural, catalogación que tiene la Punta del Boquerón– el avance por este paseo permite ver a la izquierda esa zona de esteros, canales y caños que impregna todo el borde este de La Isla. Salinas abandonadas o en explotación, de las que se pueden ver las vueltas de fuera exteriores, uno de los canales del caño de Sancti Petri, flora propia del ecosistema, cangrejos que se esconden en el fango o aves que al más mínimo movimiento salen volando pueden disfrutarse en este agradable tránsito por el Parque Natural. En la otra margen cambia el paisaje al recorrer un cordón dunar a distintas alturas, que en algunos puntos está cubierto de abundante vegetación en otros resulta un arenado despejado.
El sendero está cubierto en buena parte del trazado por un suelo de madera, a veces sin barandas y otras con barandillas, a uno o los dos lados. Se trata de una plataforma sobre pilotes que en algunos puntos se encuentra superada por la arena de la duna que llega a tapar la superficie. En forma de puente para sortear zonas de marisma, arenado o pasos de agua, en distintas partes se combina con metros de arena y en otros, con camino de tierra compactada. Se trata de un camino recto, que en algunos puntos giran o se elevan para acomodarse al terreno, especialmente de duna que a pesar del verde que contiene su arena se mueve por su propia fuerza y el poder del viento al que está expuesta desde cualquier punto cardinal.
Ese camino de madera se encuentra en casi tu totalidad en buen estado. No engaña el aspecto de la madera, antigua, ajada, desecha en virutas al menos en parte en algunos metros, con tornillos oxidados. Sin embargo, no hay tablas sueltas que entorpecen y ponen en peligro al usuario. No resulta, eso sí, un recorrido continuo porque para pasar de un tramo de tierra a zona de pasarela hay que sortear tres escalones u pequeñas diferencias de altura en otros cambios de tierra a madera.
Aunque en algunos puntos es factible el acceso desde el sendero por la duna a la playa, en la mayoría del camino ese paso está impedido: hay pasarelas con barandillas, vallas de madera –aunque algunas estén rotas o superadas por la arena–, barreras con cuerdas o incluso redes metálicas. De hecho, a todo eso se suma la malla colocada entre la playa y el cordón dunar como medida de protección para favorecer el anidamiento y el hábitat del chorlitejo patinegro.
Benito es uno de los paseantes que ya está de vuelta. Correa en mano se detiene y se deja fotografiar junto a su perro. Adora este sendero, que promociona desde hace cinco años en Facebook con fotos. "Ha venido mucha gente de fuera gracias al perfil", comenta. Disfrutaba de este paisaje hasta la batería de Urrutia cuando incluso no se podía acceder porque toda la zona era militar. "Había un cabrero, el Castillo era militar y la Guardia Civil controlaba todo", explica.
A medida que se avanza por el sendero hacia la Punta del Boquerón se percibe con más nitidez los barcos que fondean en la desembocadura del caño Sancti Petri, en el club náutico del mismo nombre. Se han dejado atrás superficies de arena que crean playitas despejadas hacia el canal, puntos que se observan inundables cuando la marea está más alta.
Antes de entrar a la Batería de Urrutia el itinerario termina. En esa zona se han plantado nueva vegetación que se protege con una malla azul para advertir a quienes caminan por el lugar. La estructura que formaba parte del sistema defensivo, en este caso, para proteger el acceso por el caño de Sancti Petri hacia Chiclana o La Isla, presenta un deterioro extremo. En parte de su perímetro se erigen imponentes pilares y por el canal la protege una muralla de cantería de forma curvada. Se eleva sobre el nivel de la playa, pero la construcción se mantiene en pie a duras penas. Su estado desluce el encanto del conjunto: del sendero, la propia Punta del Boquerón y el acceso al caño.
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