Puerta grande para Manuel Román, Gonzalo Capdevila y Marco Pérez en la Plaza Real de El Puerto

Buena novillada de la vacada de Joaquín Núñez del Cuvillo, con varios utreros ovacionados en los arrastres

Un trofeo ganado a ley en su segundo le abre la puerta grande de El Puerto a Talavante

Gonzalo Capdevila en la Plaza Real de El Puerto
Gonzalo Capdevila en la Plaza Real de El Puerto / Germán Mesa
Francisco Orgambides

29 de julio 2024 - 00:45

Ficha técnica:

novillada con picadores de abono en El Puerto

UTREROS: Seis novillos de Núñez del Cuvillo de buen juego en general, encastado el quinto y reservón y mansón el sexto. Aplaudidos varios arrastres.

NOVILLEROS:

Manuel Román de caña y azabache, casi entera delantera OREJA y casi entera contraria atravesadita y tres descabellos OREJA TRAS AVISO

Gonzalo Capdevila en su presentación con caballos en El Puerto, de tabaco y oro, estocada caída traserita OREJA y estocada DOS OREJAS 

Marco Pérez, nuevo en esta plaza y de purísima y oro, media delantera con derrame OREJA y estocada OREJA .

INCIDENCIAS: Un cuarto de plaza en tarde de fuerte levante con ráfagas que dificultaron y condicionaron la lidia, con calor.

Excelente espectáculo ayer en la Plaza Real con una buena novillada de Núñez del Cuvillo y tres novilleros a hombros, cada uno con sus maneras y estilos, y ello a pesar del que contaron con el obstáculo del levante, que dificultó lo indecible la lidia y, en consecuencia, el brillo de un encierro que, con aire en calma hubiera sido seguro un espectáculo inenarrable. 

Porque si Manuel Román tiene un sello de prometedoras calidades y Marco Pérez, el otro novillero con ambiente del festejo, un desparpajo y claridad de ideas notable, el portuense Gonzalo Capdevila, que se presentaban ante sus paisanos, no se quedó atrás sino que además fue el triunfador numérico del día.

Y ese triunfo de un torero nuevo, pero nuevo de verdad, con muy poco bagaje, no tuvo más secreto que aquella vieja máxima que me repetía un viejo taurino: “Para ser torero hay que tener las tres letras be: boluntad, balor y buebos”. De semejantes armas tiró Capdevila: ganas de ser torero, valor para serlo y jugarse la cornada cuando hace falta, que para un novillero son todas las tardes.

Un gran espectáculo porque la novillada dio juego y se movió y los novilleros lo dieron todo, pero que hubiera dado más de sí si no fuera por ese levante en ráfagas que interrumpía la lidia, hacía flamear peligrosamente los engaños y dejaba al descubierto a los jóvenes toreros.

Si no hubiera habido semejante vendaval... Un aire de esos que en esta plaza, en otro tiempo, motivaban la suspensión, porque además en este rincón el aire barre al público de las taquillas, sabedor el aficionado de las maldades de este meteoro.

Parece como si a la vista del viento Capdevila se puso en modo ciclón, a bullir en sus dos toros para arrancar las orejas como fuera, que de eso se trata. Con carencias evidentes y menos tardes en el esportón que sus compañero, ya colmará las lagunas, pero quiere ser torero, tiene valor y se la juega, y eso merece premio.

Marco Pérez en plena faena en la Plaza Real
Marco Pérez en plena faena en la Plaza Real / Germán Mesa

Paró a su primero a porta gayola y pidió en cocina comerse el novillo crudito en varas. Fue una faena sin música, gestual, muy comunicativa cara a la galería, con la emoción de coladas y arreones del toro y del torero, y premiada sin muchas dudas por el palco con la oreja.

Con su segundo los lances a portagayola se repitieron hasta cinco veces en medio de la ventolera. De nuevo el novillo sin picar, encastado además para una faena –que brindó a Salvador Gavira– fundamentalmente sobre la mano derecha. Esta vez sí que hizo sonar la música en una pelea con la emotividad de la garra que enardeció al público, y sin faltar grandes pasajes por la derecha. De remate, una gran estocada y dos orejas.

En otro concepto de la lidia, más alejado del tremendismo del portudense, se movió Manuel Román. Ovacionado en el que abrió plaza con el capote, y en el quite por chicuelinas, con la muleta fue una pena lo que nos perdimos por culpa del viento porque el talento artístico de Román es de torero caro. Temple para mecer el engaño y creatividad en la lidia. Una oreja fue el premio de su primera pelea con un noble novillo.

La ráfagas de viento en su segundo malograron de golpe una gran faena, que esta vez tuvo el brillo de un toreo en redondo de los que nos hacen hacer kilómetros para verlo y que mereció la oreja,

Y Marco Pérez, vaya torero. Talento, sitio, desparpajo y una manera de andarle al utrero sin amilanarse de que el aire le enredara la muleta en las piernas. El buen tercero lo brindó a Emilio Muñoz  abriendo a pies juntos y cerrando con pinceladas por bajo para una faena de lío, eso sí, con las intermitencias del viento. Una oreja con mucha fuerza. 

Mismo premio en el sexto para Marco Pérez, más descastado y remiso el utrero con el que se peleó en un arrimón montandose encima, con un valor que fue torera réplica y que evidenció además, cuando el novillo se le quedó debajo. Antes tuvo tiempo de cuajarlo por la derecha. Otra oreja a ley. ¡Ojalá vengan más novilladas como esta! Pero sin aire.

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