Con más vidas que un Aparcero
Historias de Cádiz-Herzegovina | Capítulo 25
El alcalde de Chipiona ha protagonizado un ejemplo único de supervivencia política en un Ayuntamiento al que llegó hace 41 años, sufriendo dos mociones de censura, la expulsión del PSOE y hasta una inhabilitación judicial
Aparcero suma 17 años y dos meses de alcalde divididos en cuatro etapas diferenciadas
"Vamos a lograr que el Guadalquivir tenga su desembocadura en Chipiona"
Aparcero, alcalde de Chipiona con el apoyo de su partido e IU
Reflejo de enderezamiento. Ese es el término científico. Así es como se denomina a la habilidad innata con que cuentan los gatos para dominar sus cuerpos en las caídas. Influyen muchas cosas, como tener un cuerpo bastante ligero, huesos y ligamentos muy flexibles, una gran destreza, veloces reflejos y una rápida toma de decisiones. Todo ello permite a esta especie animal contar con una gran agilidad para caer siempre sobre sus patas y sobrevivir así a caídas en las que otros animales estarían condenados a la muerte. De ahí viene esa frase tan repetida de que los gatos tienen muchas vidas.
Ese dicho encierra un doble significado. Porque no se refiere sólo a la capacidad para sobrevivir que pueden tener los gatos sino también a un concepto más genérico que aporta la idea de que con el paso de los años siempre aparecen opciones para vivir la vida de maneras muy diferentes, de que siempre se puede empezar de cero.
El actual alcalde de Chipiona, Luis Mario Aparcero Fernández de Retana, tiene muy poco de gato, salvo quizás los pelos de ese bigote tan característico que lució durante décadas y que hace unos meses decidió ampliarlo para transformarlo en una barba ya canosa. Pero lo que sí comparte Aparcero con los meninos es la capacidad innata que ha demostrado para reponerse de numerosísimos sinsabores políticos, para seguir de pie tras tantas caídas.
Luis Mario Aparcero es hoy un caso único en la provincia de Cádiz. Y lo es por varias razones. Por ejemplo es el único político que se mantiene en activo después de que se estrenara en un cargo público hace ya más de 41 años, esto es, desde la primavera de 1983, cuando debutó como concejal en el Ayuntamiento de su pueblo. Pero es que además en todo este tiempo ha protagonizado un ejemplo único de supervivencia política porque ha superado hasta dos mociones de censura –algo inédito entre los regidores gaditanos–, también sufrió la expulsión de un partido, el PSOE, en el que llegó a militar durante 18 años y hasta tuvo que cumplir una inhabilitación para cargo público que fue decretada por los tribunales de Justicia.
Pero pese a todo eso, pese a tantos reveses, tantas caídas y tantas vidas consumidas, ahí continúa, impertérrito, al frente de la Alcaldía de Chipiona, este abuelo y maestro de profesión que acaba de cumplir los 68 años de edad, que dice que sigue siendo socialista y bético, fumador empedernido y que tiene fama de terco y de trabajador incansable.
La larguísima trayectoria política de Aparcero comienza cuando apenas tenía 26 años. En las elecciones municipales de mayo de 1983 concurrió en Chipiona en el quinto puesto de la candidatura del Centro Progresista que lideraba quien era el alcalde de entonces, Miguel Valdés. Su partido ganó logrando ocho concejales, Aparcero debutó como edil, asumió las delegaciones de Educación y Cultura... pero eso es sólo el prólogo de esta larga historia.
Muy pronto, a finales de 1984, el alcalde presentaba su dimisión aduciendo motivos personales y nadie en el Centro Progresista parecía querer coger ese testigo. Renunciaban los números dos (José Vital), tres (Manuel Monge) y cuatro (Pedro Valdés), hasta que llegaron al número cinco. Y Aparcero, que ni era ni es de rehusar nada, aceptaba el envite y el 20 de diciembre de 1984, con apenas 28 años recién cumplidos, se convertía en el segundo alcalde de la democracia en Chipiona y llegaba al mismo alto cargo de representación municipal que ostentara su padre, Manuel Aparcero León, en la década de los cincuenta del siglo XX. En ese pleno extraordinario de elección del nuevo alcalde, Luis Mario Aparcero sumaba ocho votos de entre los 17 concejales de la Corporación, el candidato del PSOE, José Antonio Hermoso, conseguía otros ocho, registrándose una única abstención. Y, pese al empate, Aparcero tomaba el testigo al ser el candidato de la formación política más votada.
Pero esta situación idílica duraría muy poco, apenas un año. Su partido, el Centro Progresista, siguió descomponiéndose. Y Aparcero, huérfano de unas siglas fuertes que le respaldaran, optaba a finales de 1985 por afiliarse al PSOE, una maniobra que fue refrendada por el entonces secretario provincial de este partido en Cádiz, José Luis Blanco, quien apenas dos meses antes ya había logrado fichar también al alcalde de San Fernando, el ex andalucista Avelino Arias.
No todos en el Centro Progresista entendieron el paso dado por Aparcero quien, obviamente, introdujo en su gobierno a los ediles socialistas. Eso dio pie a un año 1986 muy convulso en el que primero dimitieron del gobierno en abril cuatro concejales centristas, después en julio se presentó por escrito una moción de censura cuyo pleno Aparcero se negó a convocar aduciendo defectos de forma en su tramitación, posteriormente a principios de octubre hubo un encierro de la oposición en el Ayuntamiento protestando contra las actitudes del alcalde, y finalmente ese relevo en la Alcaldía se formalizaría el 16 de octubre de ese 1986, cuando la Justicia obligó al regidor a convocar esa sesión extraordinaria. Manuel Monge, del Centro Progresista, se convertía en el nuevo alcalde y Aparcero se estrenaba en la oposición sufriendo el primero de los muchos reveses que el futuro le tenía reservados.
Esto último lo desconocía aún Aparcero, al igual que tampoco sabría que su personalidad estaba empezando a calar ya entre los chipioneros. Y bien porque su gestión gustó o bien porque la moción de censura contra él generó rechazo, lo cierto es que las elecciones municipales de 1987 le depararon una enorme alegría, con un triunfo rotundo. La candidatura del PSOE que lideró obtenía nueve concejales, es decir, la primera mayoría absoluta en la historia de Chipiona. Pero es que, además, esa fortaleza aumentaría en los comicios de 1991, cuando llegó hasta los 10 concejales.
Aquella fue la época dorada de Aparcero, entre 1987 y 1995. Este último año volvió a ganar unas elecciones, las cuartas para él y las terceras como cabeza de lista. Pero, bien por desgaste propio o bien por el mal momento que atravesaba el PSOE en España, lo cierto es que el alcalde de Chipiona se dejaba cuatro concejales por el camino, quedándose con seis y, por lo tanto, en manos de una oposición donde se reunían cinco ediles del PP, cuatro del PA y dos de IU.
Aquel mandato corporativo comenzó con Aparcero manteniendo la Alcaldía, pero en franca debilidad. Tanto que a los pocos meses, en concreto el 12 de diciembre de ese 1995, se vivía en Chipiona una nueva moción de censura. El PP y el PA unían sus votos y el popular Justo Massot se aupaba a la Alcaldía. Luis Mario Aparcero seguía consumiendo vidas.
Pero de rendirse, nada de nada. Por eso, y tras cuatro años en la oposición municipal y en el gobierno de la Diputación, volvería a la carga en las elecciones de 1999. Las urnas le dieron otra victoria y dos concejales más –ocho ediles, a uno de la mayoría absoluta–, y un pacto que cerró con IU cortó de raíz cualquier combinación alternativa entre los partidos.
El 13 de junio de 1999 Aparcero regresaba por tercera vez a la Alcaldía... pero de nuevo vinieron mal dadas, en este caso por un error suyo flagrante. Su implicación en el llamado caso Sanlúcar, aquel intento de soborno a un concejal del PP para intentar frenar una moción de censura contra el PSOE en la localidad sanluqueña, le estalló en la cara. Primero IU rompía el pacto y, aunque Aparcero se rehizo encontrando nuevos socios en el partido Todos por Chipiona, el PSOE le obligaría en octubre del año 2000 a cederle la Alcaldía a Dolores Reyes. Quedó como concejal sin delegación hasta que en 2003 su partido le expulsó como militante, luego la Justicia le inhabilitó para cargo público por un delito de cohecho en ese caso Sanlúcar y a él no le quedó más remedio que centrarse en su profesión de docente, llegando a ser director del colegio de Chipiona Maestro Manuel Aparcero, que curiosamente lleva el nombre de su padre.
Todos, pero absolutamente todos, creíamos en ese 2003 que la carrera política de Luis Mario Aparcero había acabado. Pero una vez más demostró su habilidad para mantenerse de pie tras una caída de tanta altura. Así que en 2019, y con su condena de inhabilitación ya superada, fraguó el proyecto político Unidos por Chipiona con el que ganó las elecciones municipales de ese año. Fue una victoria tremendamente exigua, porque logró apenas cuatro concejales y porque superó al PSOE por sólo ocho votos de diferencia. Pero volvió a tirar para adelante, gobernando al principio en solitario e incluyendo luego en su gobierno primero a IU y luego al PSOE. Y aunque dijo que sólo estaría cuatro años en la Alcaldía, en 2023 volvió a presentarse porque, dijo, los vecinos se lo pedían por la calle. Y llegó una nueva victoria –y van siete– y dos concejales más (tiene ahora seis) y la reedición del pacto, aunque ahora sólo gobierna con IU tras las serias diferencias habidas con el PSOE.
En España se suele afirmar que los gatos tienen siete vidas, quizás porque es un número con cierto magntismo (los días de la semana, las notas musicales, los pecados capitales, las maravillas del mundo, los años de mala suerte al romper un espejo, etc.). En el mundo anglosajón, sin embargo, se refiere que las vidas que tiene un gato son nueve porque recurren en su caso a la mitología egipcia.
En Chipiona, en cambio, pasan del siete, del nueve y de los gatos. Allí lo que valen son las vidas que tiene un Aparcero. Y ni su alcalde sabe ya cuántas ha consumido. Ha perdido la cuenta 41 años y medio después de que entrara en el Ayuntamiento y tras 17 años y dos meses de alcalde divididos en cuatro etapas en las que ha pasado por tres partidos diferentes. Pero ahí sigue el tío. Y hay elecciones dentro de dos años y medio. Y le siguen quedando vidas.
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