Un recital de cante clásico

Gitanería | Crítica

Antonio Reyes volvió a Sevilla, al escenario del Teatro Central.
Antonio Reyes volvió a Sevilla, al escenario del Teatro Central.
Juan Vergillos

02 de junio 2024 - 10:36

La ficha

**** 'Gitanería'. Ciclo Andalucía Flamenco. Cante: Antonio Reyes, José Valencia. Guitarra: Nono Reyes, Juan Requena. Lugar: Teatro Central. Fecha: Sábado, 1 de junio. Aforo: Media entrada.

Fue un recital de cante flamenco clásico, en la manera que se entiende el clasicismo jondo desde los años 70 del siglo XX. Es decir, escorado hacia lo que entonces se llamaban los "estilos básicos" de la baraja flamenca, y con alguna innovación en los estilos festeros. Se trata de dos formas de entender la Gitanería, que es como se rotuló la propuesta, dos artistas gitanos y jóvenes, uno de Lebrija y otro de Chiclana de la Frontera. José Valencia es el genuino sucesor de esas míticas "voces de trueno" de la época: Pansequito, Morente, Menese y su paisano El Lebrijano, que es, como no podía ser de otra manera, su principal referente. Con unas facultades impresionantes, como sus modelos, y una capacidad de fraseo asombrosa que le lleva a alargar la melodía allí hasta donde lo desee. Con un perfil más clásico, como decíamos, en soleares y seguiriyas. La levantica derivó enseguida hacia los fandangos de irrigación malagueña. Terminó su actuación cantando por bulerías de pie, pero siempre con una manera personal de entender lo jondo desde la mencionada tradición.

Antonio Reyes sedujo con su voz dulce, heredera de la tradición gaditana en sus características fundamentales de mesura, naturalidad, equilibrio. También en lo que se refiere al virtuosismo rítmico propio de esta tierra. El cante de Reyes rezuma frescura, naturalidad, al tiempo que se inspira en los grandes intérpretes de su comarca de los años 70 como Camarón, Pansequito y Chiquetete, con el que tiene un enorme parecido en lo que se refiere al timbre vocal. Una voz melodiosa y plena de colores suaves, de matices pastel, que es una delicia. El hecho de no contar en el ciclo con un programa de mano que nos informe de todos los artistas que pisan las tablas y de los estilos que interpretan es un intolerable retroceso de décadas en lo que se refiere al respeto que merecen los artistas y el público. El panel publicitario que dominaba buena parte del escenario, informándonos del ciclo al que asistíamos así como del nombre del organizador, nos remite también a otra época, a otras maneras de hacer las cosas menos consideradas con el público y con los artistas.

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