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Crítica 'Resident Evil 5: Venganza'

M. J. Lombardo

07 de octubre 2012 - 05:00

Resident Evil 5: Venganza. Acción-Ciencia-ficción, EEUU, 2012, 97 min. Dirección y guion: Paul W.S. Anderson. Música: Tomandandy. Intérpretes: Milla Jovovich, Sienna Guillory, Colin Salmon, Michelle Rodriguez, Shawn Roberts, Boris Kodjoe.

Nunca dejará de asombrarme la capacidad de los fans de las sagas del cine de acción popular para distinguir y matizar diferencias o niveles de calidad entre una y otra entrega, más aún cuando, como ocurre con esta de Resident Evil, basada en el videojuego creado por Shinji Mikami en 1996, la cosa va ya por las cinco.

Uno, que cada vez tiene ya menos retentiva, no puede entonces acudir al argumento de que esta nueva secuela es mejor o peor, superior o inferior, más o menos lograda, fiel o violenta que cualquiera de las anteriores, por más que, leyendo webs especializadas y críticas de otros colegas, el elemento comparativo sea inevitable para ponerla a prueba.

Así, sin memoria reciente ni demasiadas ganas de refrescarla, uno ve Resident Evil 5: Venganza como la enésima recreación espectacular de un universo posapocalíptico y virtual (Washington, Tokio, Moscú y sus cloacas) en el que el viejo concepto de narrativa ha pasado a convertirse en una sucesión de etapas, fases, niveles o, en el mejor de los casos, set pieces, para el despliegue de un virtuosismo pirotécnico-digital que no busca otra cosa que no sea la pura atracción escópica y un malsano regusto por la aniquilación (de fast zombies, bichos gigantes o clones, lo mismo da) a cámara lenta y en atronador Dolby como única estrategia de supervivencia.

Incapaces de salir de su propio atolladero argumental, siempre supeditado al trile que prolongue la franquicia (no así su credibilidad) hasta la extenuación, y resumiendo que es gerundio en sus primeros minutos para amnésicos como yo, esta quinta entrega repesca al menos a Michelle Rodriguez para acompañar a la Jovovich en un nuevo descenso a los infiernos contra las fuerzas malignas de la Corporación Umbrella que, a la postre, no deja de ser, ay, la (pen)última esperanza por la preservación de la Humanidad (sic). Hasta la próxima, claro.

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