"¿Ser barroco? De lo que se trata es de tocar con expresión o no hacerlo"
Asier Polo | Violonchelista
En su primera colaboración con un conjunto barroco, el violonchelista bilbaíno Asier Polo grabó junto a la Orquesta Barroca de Sevilla conciertos de Vivaldi, Boccherini y Haydn que ahora publica IBS Classical
La ficha
CELLO CONCERTOS
Luigi Boccherini (1743-1805)
Concierto para violonchelo en re mayor G.479
Antonio Vivaldi (1678-1741)
Concierto para violonchelo en do menor RV 401
Concierto para dos violonchelos en sol menor RV 531
Franz Joseph Haydn (1732-1809)
Concierto para violonchelo nº1 en do mayor Hob.VIIb:1
Asier Polo, violonchelo
Mercedes Ruiz, segundo violonchelo solista (en RV 531)
Orquesta Barroca de Sevilla
Andrés Gabetta, concertino-director
Reconoce que después de un cuarto de siglo de carrera necesitaba estímulos para recuperar la ilusión. "No es que no adore la música que hago habitualmente, pero necesitaba marcarme algunas metas que supusieran desafíos, estímulos nuevos". Asier Polo se metió así de lleno con Bach y sus suites, auténtica biblia del violonchelo, y se acercó a la interpretación históricamente informada. "Pedro Gandía y yo estudiamos juntos. Tenemos muy buena relación. Hablando con él, me dijo que a la Barroca de Sevilla le interesaría colaborar conmigo, que yo era un músico muy flexible y estaba seguro que del contacto saldría algo muy bonito".
–Y la oportunidad la dio el Femás.
–Sí, decidimos preparar un concierto y surgió lo del Femás. Entonces me lancé a la piscina: por qué no lo grabamos. Escogimos a tres compositores (Vivaldi, Boccherini, Haydn) que marcan toda una época y conciertos que yo conozco de toda la vida, que había hecho con el instrumento moderno y que son muy representativos para el violonchelo. Pensé que había llegado la hora de dejar grabaciones también de ese repertorio. Y me preparé bien: un año antes empecé a trabajar con arco barroco y cuerdas de tripa.
–¿Era su primera vez?
–Era la primera vez. He notado pequeñas diferencias, pero no decisivas. Lo que más me podía complicar era el trabajar con estéticas diferentes, aunque en realidad eso no he dejado de hacerlo nunca. Siempre me ha interesado mucho profundizar en los estilos de los repertorios que tocaba. A la hora de coger un arco u otro yo ya tenía clara cuál era la intencionalidad y el fraseo dentro del arco. No me resultó un obstáculo, porque lo que hice con este arco era algo que yo ya hacía con el otro arco cuando tocaba esta música. Al final, es una cuestión de interpretación personal, cada cual la afronta a su manera, según su carácter. No me supuso un problema. De todos modos, yo iba con muchísimo respeto. Pero cuando nos pusimos a trabajar, noté que la empatía era enorme, la gente me recibió con los brazos abiertos, entusiasmados, y creamos una energía entre todos que hizo que esa semana fuera densa y preciosa a la vez. Los conciertos gustaron mucho, y ahí queda la grabación.
–En aquellos conciertos si algo se transmitió al público fue esa energía y ese entusiasmo comunes. ¿Ha preservado eso la grabación?
–Es el recuerdo que me ha quedado, sí. El hecho de grabar es atrapar un instante. Luego te escuchas y dices, esto lo haría hoy de otra manera. Hay gente que oye una grabación tuya, va luego a un concierto y le choca notar cosas diferentes. Pues claro, la música es algo vivo; los músicos evolucionamos continuamente, cambiamos de opinión a veces. Yo estoy en una búsqueda constante.
–¿La elección de Andrés Gabetta como concertino y director musical del proyecto fue propuesta suya?
–Lo hablamos. Pensé en él porque lo conozco desde hace mucho. Hemos estudiado juntos y también con su hermana, Sol, y pensé que podía ser un buen momento para colaborar en algo así. Él tiene mucha experiencia e hizo un trabajo espectacular con la orquesta. Pero no sólo Andrés, yo buscaba rodearme de gente que me estimulara. Cuando uno es profesional cada vez es más difícil dar un salto hacia delante. Cuando estás solo trabajando te entran dudas, incertidumbres, siempre buscando mejorar. Para un profesional la mejor opción es juntarse con músicos de los que pueda absorber cosas, robarles algo de sus planteamientos. Y eso es lo que me pasó a mí esa semana, estuve chupando de todo lo que pasaba a mi alrededor, porque yo lo que quería era aprender, que es lo que más ilusión me hace, no quedarme con lo que yo llevaba, que ya me conozco mucho.
–En su trayectoria discográfica hay mucha música contemporánea, grandes clásicos... y le faltaba el barroco. Escogió posiblemente a los tres compositores del XVIII más decisivos en la escritura concertante para el violonchelo.
–Sí, me hacía mucha ilusión hacer un programa así. Aunque ya había hecho todos estos conciertos, no siempre hay posibilidades de presentarlos, porque trabajo mucho con orquestas sinfónicas, y los conciertos de Boccherini y Vivaldi no los programa nadie. Haydn, sí, alguna vez.
–El programa incluye uno de los conciertos para dos violonchelos de Vivaldi, en el que comparte la parte solista con Mercedes Ruiz. ¿Qué tal fue la experiencia?
–Muy buena. Mercedes es un cielo de persona y una gran música. Nos preparamos bien, en casa, intercambiamos ideas, con mucho cariño y admiración por parte de los dos, con muchas ganas de colaborar y hacer algo juntos que fuera realmente de los dos. Ella tiene una gran energía, es muy comunicativa, tanto en lo personal como en la música. Empaticé muy fácilmente con ella. Es verdad que al principio la noté con mucho respeto, un poco como yo. Pero una vez se rompió esa barrera de la prudencia inicial, se creció y fue fenomenal.
–Una de las cuestiones de estilo más delicadas al llegar al Barroco es el tema de la ornamentación, ¿cómo lo afrontó?
–Yo llevaba mis ideas, pero fui muy abierto, y al final todo resultó muy espontáneo, fluyó con mucha naturalidad. Conozco muchas versiones de esta música. Y todos de alguna manera cogemos cosas de unos o de otros. Pregunté a Andrés sobre lo que él pensaba. Y con Mercedes el segundo movimiento lo dejamos por completo abierto. Habíamos trabajado ya. Hablamos de lo que nos gustaba más y menos, pero no fijamos nada. Todo se planteó como un intercambio abierto de ideas. Eso fue lo bueno, que ninguno de los que estábamos allí teníamos ideas preconcebidas rígidas.
–¿Algún otro proyecto con la OBS?
–Con esta situación es difícil vender una orquesta entera, pero ahora con el disco en la mano será más fácil. Estamos intentando mover el proyecto. Luego también hay la idea de hacer cosas más camerísticas con los músicos de la orquesta. La idea es seguir manteniendo el contacto. Me siento muy afortunado. Sin ser yo un puro barroco, ellos están encantados.
–En el fondo, ¿qué significa ser barroco?
–Claro. Qué es eso de ser un músico barroco. Aquí se trata de tocar con expresión o no hacerlo. Tocar como hay que tocar. Ellos me insistieron mucho en eso. Lo cierto es que ya no hay el purismo de los años 80. Me hice con un violonchelo preparado en barroco para siempre, con sus cuerdas y sus arcos. La idea inicial era tocarlo todo así. Me prepararon un montaje de un instrumento típicamente barroco, y para Vivaldi quedaba bien. Pero luego para Boccherini y Haydn el puente se me ahogaba un poco en los agudos y en último momento decidí cambiar las cuerdas y hacerlo en mi Ruggieri, que, por otro lado, es un cello que suena infinitamente mejor que cualquier otro que pueda tener.
–¿Cómo ve la vuelta de la actividad, usted que trabaja tanto con orquestas sinfónicas?
–Estoy a la espera. Con la natural incertidumbre. Yo en principio no he perdido fechas. Se han pospuesto, y habrá que ver. Es cierto que en algunos casos me han cambiado repertorio. Iba a tocar Prokófiev y me han dicho que haga un Haydn en su lugar, para hacerlo con una orquesta más reducida. En otros casos, tenía programas de cámara y me han pedido suites de Bach, para tocar solo. Tengo también cursos de verano que voy a hacer online, porque no puedo ir a Italia. Pienso que tiene que haber un poco más de consideración con el sector cultural. Si abren un teatro y dejan entrar a cuatro mientras vemos que abren los bares y los aviones, y no hay distancia o no están poniendo tantas trabas como a los teatros o a las salas de concierto...
–Esas Suites de Bach están ya grabadas, ¿no?
– Sí. Paco [Moya] está editando. Para diciembre o así tendremos los discos. Me hace mucha ilusión. Me metí en ellas con un enorme respeto… Las suites de Bach son un mundo aparte. Si cada grabación es un instante, un momento, con las suites de Bach no hay fin. Con la música de Bach nunca hay fin. Tienes que aprender a disfrutar el camino y a no pretender tener la versión definitiva. Siempre vas cambiando, evolucionando, vas viendo lo que has hecho antes desde otro prisma. Te escuchas, y dices, bueno, las circunstancias son estas. La versión que das está sometida a una acústica concreta, a una hora, un momento, son muchas circunstancias. Lo hicimos en una colegiata románica en el País Vasco. Los monjes nos dejaban las llaves por la noche. Grabábamos hasta las 3 de la mañana. Es el proyecto más fuerte y más grande que he podido hacer nunca. Es una continua búsqueda de la verdad, que no se encuentra nunca.
–¿Las ha grabado con el Ruggieri?
–Sí, sí.
– ¿También la 6ª?
–Sí, porque otra cosa era muy complicado. Tocar la 6ª con cuatro cuerdas supone un gran esfuerzo, es una barbaridad, que parece que estás tocando el Concierto de Dvorák, porque el nivel técnico es de mucha exigencia. Pero yo esto lo controlo. En cambio, si cojo un instrumento de cinco cuerdas tengo que aprender y la adaptación me va a llevar meses. Y ese tiempo decidí invertirlo en prepararlo con mi instrumento, que me voy a sentir más seguro. Me he lanzado a la piscina con los conciertos barrocos, que es otra cosa diferente, porque estás arropado. Pero Bach lo he hecho con mi Ruggieri, con cuerdas modernas, con mi arco, aunque he bajado la afinación. Todo suena más relajado a nivel sonoro. La interpretación es intermedia. Es un juego de más armónicos y articulaciones, más propio del estilo barroco, pero con cello moderno.
–¿Algún otro disco en proyecto?
–Sigo esperando que la ONE publique las grabaciones de los dos conciertos de Rodrigo y el 2º de Ginastera. Con IBS tenemos un quinto proyecto en cabeza, que será muy diferente. Más complicado resulta grabar repertorio sinfónico. Las orquestas te dan poco tiempo. Me apetecería grabar los conciertos de Elgar y de Dvorák, las Variaciones rococó de Chaikovski, pero no de cualquier manera. Quiero hacerlo en condiciones. Hacerlo en temporada. Tener una semana de ensayos. Cuatro días de grabación. Muchas orquestas no están dispuestas. Y yo no voy a hacer cosas de repertorio así. Otra cosa es sacar una obra de archivo, de recuperación, o una obra contemporánea, de la que no hay referencias. Pero cuando estás trabajando con un gran repertorio y vas a acompañarte con una orquesta hay que hacerlo muy bien, porque eso lo han hecho ya los mejores con las mejores orquestas. Y si no tienes las condiciones idóneas, no hay que hacerlo. Es algo complejo. Tiempo al tiempo.
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