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Godard, 80 años en la cresta de la 'nueva ola'

El padre de la 'nouvelle vague' celebra en activo su aniversario

Godard, 80 años en la cresta de la 'nueva ola'
Luis Miguel Pascual (Efe) / París

02 de diciembre 2010 - 17:54

Padre de la nouvelle vague, la revolucionaria ola que cambió el cine desde una propuesta crítica y comprometida, el cineasta Jean-Luc Godard cumple 80 años en activo, ligado a una visión particular del cine y de la vida. Pocos meses después de que su última cinta, Film Socialisme, llegara a las pantallas de algunos países, el director franco-suizo no esquiva la polémica, la afronta con el mismo espíritu de lucha contra los ataques que le lanzan.

Acusado de "antisemita" en Estados Unidos, Godard se negó el mes pasado a acudir a recoger el Oscar que Hollywood le regaló por el conjunto de su carrera, "dolido" porque la prensa estadounidense le reprochó sus posturas "demasiado pro-palestinas". Si en su Suiza de adopción le piden que pague impuestos, el cineasta tira de la ironía para decirse "traicionado" por unos helvéticos y "ayudado a pagar la traición" por otros, porque al mismo tiempo le dieron el Gran Premio Desing 2010 dotado con 40.000 francos suizos.

Todo ello siempre desde la atalaya de ser considerado el padre de la nouvelle vague, autor de À bout de souffle, considerada la película fundadora de esa rompedora corriente que abrió la puerta a una nueva manera de hacer cine.

Hijo de una familia de la burguesía franco-suiza, Godard nació en París durante la Segunda Guerra Mundial. Educado en Francia, acabó los estudios de Etnología, pero pronto se decantó por el cine, primero como crítico, hasta que pasó al otro lado de la barrera. El éxito que À bout de souffle tuvo entre el público y la crítica en 1959, su narrativa diferente, con constantes rupturas del hilo conductor, fueron el pistoletazo de salida a una generación que aguardaba para lanzarse a revolucionar los estándares de la época. "Lo que yo quería era partir de una historia convencional y rehacer, de forma diferente, todo el cine que se había hecho", aseguró entonces Godard.

François Truffaut, Éric Rohmer o Claude Chabrol apuntalaron la corriente para convertirla en un fenómeno que traspasó las fronteras y que se instaló en el tiempo de forma duradera. Vinieron luego Une femme est une femme (1961), Le petit soldat (1963) o Bande à part (1964), entre otras muchas obras que completaron una amplia filmografía.

Godard nunca esquivó el papel de líder de la banda, de cabeza visible de los jóvenes que venían a cambiar el status quo. En el turbulento mayo del 68, mientras los estudiantes buscaban la arena de la playa bajo los adoquines de París, Godard encabezó el movimiento que llevó la protesta contra el sistema al Festival de Cannes, donde encontró una inmejorable caja de resonancia para exportarlo a todo el mundo. Un Festival, el de la Cosa Azul, con el que vivió una historia de amor y odio. Pese a sus seis selecciones nunca le entregó una Palma.

Este mismo año, cuando se anunciaba su retorno a La Croisette para presentar Film Socialisme, el director se dio de baja en el último minuto, víctima de un misterioso "mal griego". "Por el Festival iría hasta la muerte, pero no más allá", afirman que escribió al director del certamen. Combustible para alimentar la máquina de los rumores que se inquietan por su estado de salud. A menos que, como opinan algunos, no fuera más que un desaire a la alfombra roja, al glamour que siempre ha combatido en su vida y en su cine.

Porque Godard fue un director comprometido con una cierta idea política, una izquierda tan particular como su obra. Le Chinoise o Week-End son muestras de su particular visión de la lucha del proletariado. En los 70 viajó por el mundo, siguió peleando con el sistema, rodó películas que se negó a estrenar, como One American Movie o British Sounds y comenzó a experimentar con el vídeo. Volvió a un cine más comercial en los 80, donde se reencontró con actores de renombre, pero sin renunciar nunca a la polémica, censurado en la religiosa Je vous salue Marie. Y, en una nueva vuelta de tuerca, retornó a la experimentación a finales del siglo pasado con obras como Eloge de l'amour.

Ya sea Godard haciendo de Godard en Le Fantôme d'Henri Langlois, de Jacques Richard o en Morceaux de conversation avec Jean-Luc Godard, de Alain Fleischer, el director, en cualquier caso, ya está en la leyenda en el siglo XXI. Quentin Tarantino le rinde homenaje bautizando a su productora como Band Apart, guiño a la película del franco-suizo. Él, tan ajeno a la polémica que levanta como al entusiasmo que genera, sigue planeando en la cresta de la nueva ola que contribuyó a crear.

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