Enciclopedia de la malagueña
Malagueñas | Crítica
Las universidades de Málaga y Murcia presentan la obra definitiva sobre uno de los cantes jondos más ricos
La ficha
'Malagueñas, creadores y estilos'. José Francisco Ortega Castejón, Luis Soler Guevara, Rafael Ruiz García y Antonio Gómez Alarcón. Editum/Uma, 695 pp.
Tan rico, y por tanto enrevesado, ya que en el flamenco la teoría siempre ha ido muy por detrás de la práctica, es el mundo de la malagueña, que los autores de esta obra afirman, respecto de una de sus formas más populares, la malagueña del Mellizo, que encontramos variantes "tan numerosas y diversas" que constituyen una constelación musical aparte, no sólo dentro del mundo de la malagueña, sino del flamenco en general. Esta obra trata de ofrecer claridad en esa intrincada maraña y así, pretende establecer de una manera clara y precisa que, por ejemplo, lo que cantaba Juan Breva, en dos variantes según los autores, debemos llamarlo legítimamente como malagueñas. Como sabemos, en el siglo XIX se llamaba malagueñas a lo que hoy nombramos como fandango de Málaga y, de hecho, la malagueña actual es una evolución de aquella malagueña decimonónica. Para esta última hoy hemos reservado los nombres de fandangos de Málaga, verdiales, abandolaos y otros pero, según los autores de esta obra, a los cantes de Juan Breva, pese a que se interpretaban con el acompañamiento de guitarra a ritmo, debemos llamarlos malagueñas ya que constituyen el primer eslabón de esa cadena que va desde la malagueña decimonónica a la actual. Los primeros testimonios que nos hablan de la malagueña como género de baile y cante datan de finales del siglo XVIII. Consideran los autores de esta obra que la malagueña "se asienta de forma definitiva como estilo del flamenco" en "la década de los setenta" del siglo XIX. No estoy de acuerdo. En esa época comienza el proceso de supresión del acompañamiento rítmico que caracteriza a la malagueña actual. Pero el fandango de Málaga, con el nombre de malagueña, que aparece en las Escenas andaluzas (1847) de Estébanez Calderón o en las crónicas de la célebre fiesta del Salón Vensano (1853) es indudablemente flamenco. En el concepto de la historia del flamenco que manejan los autores, los estilos flamencos serían algo aparte y en paralelo a los estilos de bailes y cantos populares españoles. Por el contrario, creo que autores como Luis Lavaur, Steingress, Núñez y nosotros mismos hemos demostrado fehacientemente que el flamenco y los bailes y cantos tradicionales españoles son una y la misma cosa en ese momento. En el libro de Estébanez Calderón no se usa la palabra flamenco pero sí en la crónica en prensa de la fiesta del Salón Vensano siendo esta una de las primeras veces en que el término se aplica a los bailes y cantos españoles, no habiendo en la historia de la literatura española otro uso diferente y anterior, en relación a la música y a la danza. Es decir, esta es la primera vez, una de las primeras, en que se usa la palabra flamenco, que en ese momento significaba gitano y también "agitanado, de habla vulgar, germanesco y gitanesco" (Steingress), aplicada a cantos y a bailes. Los autores de esta obra obvian estas nuevas aportaciones y siguen usando un concepto de la historia del flamenco directamente heredado de la flamencología del siglo XIX.
La obra incluye un inventario riguroso, y quizá definitivo, de las variantes que existen en este género, uno de los más ricos del repertorio flamenco. A los estudios de las malagueñas acuñadas por Juan Breva, El Mellizo, Chacón, El Canario, La Peñaranda, La Trini y Fernando el de Triana, que son los más populares hoy, se suman los que llevan a cabo a propósito de las creaciones de Fosforito, Joaquín Tabaco, el Niño de Tomares, El Perote y Cipriano Pitana, autores asimismo de malagueñas, aunque menos conocidas hoy. También se analizan estilos de autoría incierta y malagueñas más modernas como las de Juan Varea, Diego el Pijín, Antonio de Canillas, Niño de Peñarrubia, El Ruso y Diego Clavel. De todas estas variantes se hace una descripción musical y una transcripción de su melodía, además de estudiar las posibles influencias que se dan entre ellas. Por cierto, Dolores la Gitana, que grabó un cilindro de cera por malagueñas en 1898, ¿será la misma Dolores que aparece en las Escenas andaluzas y también en el primer documento en el que encontramos la palabra flamenco, referida a cantes y a bailes, de ese mismo año de 1847? Nos referimos a una gacetilla publicada en el diario El Espectador el 6 de junio de ese año, que es la primera ocasión en que, en la literatura española, encontramos la palabra flamenco con un nuevo uso, esto es, referida a los cantes y bailes. Una noticia que rescató del olvido Faustino Núñez hace unos años. Allí se menciona a Dolores la Gitanilla que es, probablemente, la misma Dolores que aparece en una de las Escenas andaluzas de Estébanez Calderón. Es improbable que se trate de la misma persona, porque de hecho habían pasado 51 años entre esta noticia y la fecha de la grabación mencionada, pero no imposible, naturalmente. De ser así, sería la artista más antigua de la historia del flamenco en haber llevado a cabo una grabación, honor que hasta ahora le corresponde al mencionado Juan Breva.
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