Opinión
Carlos Navarro Antolín
El Rey brilla al defender lo obvio
Gloria y memoria. Esteban de Sanlúcar. Con Juanito Valderrama, Cocha Piquer, etc. Doble CD. Flamenco y Universidad / Marita.
Hasta la edición de esta obra, no era mucha la información que el aficionado podía encontrar sobre Esteban de Sanlúcar (1912-1989), uno de los guitarristas más importantes de la historia del flamenco, admirado por las generaciones posteriores y por músicos tan influyentes como Paco de Lucía. Pese a ello, algunas historias de la guitarra flamenca ni siquiera lo mencionan. Sin duda, en esta situación influyó su ausencia de más de 40 años de nuestro país y su muerte en Argentina.
La biografía de Esteban de Sanlúcar nos la cuenta él mismo en un corte de voz incluido en esta edición. Narra, con acento español y un leve deje porteño, que comenzó a trabajar siendo un niño como marinero y alternando con otros oficios hasta que comenzó a dedicarse a la guitarra. Se inicia como guitarrista en la venta sevillana del Charco de la Pava acompañando a Antonio Mairena, Manolo Caracol y El Sevillano. Fue su hermano, Antonio de Sanlúcar (Sanlúcar de Barrameda, 1900 - Sevilla, 1980), y reputado intérprete de la sonanta, el que lo introduce en los ambientes flamencos de la capital andaluza. Con 16 años debuta en el Kursaal con Javier Molina, La Macarrona y La Malena, entre otros. En 1936 graba para las voces de Canalejas de Puerto Real y Chiquito de Triana. Grabó también con Juan Valderrama o Pepe Valencia y acompañó en directo a Paco Mazaco, Niño Gloria, Vallejo, El Sevillano, etcétera. En el año 1944 recala en Argentina con la compañía de Concha Piquer a la que abandona, una vez cumplido su contrato, para instalarse en Buenos Aires, seducido por el ambiente flamenco que encontró en la capital argentina, en concreto en los locales Colmao Sevillano, El Tronío y el Teatro Avenida. Hizo ir allí a parte de su familia desde España. Unos años más tarde se instalará en Venezuela, donde permaneció 12 años (1972-1984), para regresar después a Argentina por la inseguridad en la que había caído el país. Vivió también dos años en México, donde trabajó en el tablao Gitanerías.
Señala en esta entrevista que el ambiente flamenco es muy fuerte en América Latina, que cuando emerge el impulso flamenco en ese continente es ciertamente imparable. En Hispanoamérica se reencuentra con Angelillo y trabaja también con el Niño de Utrera, Carmen Sevilla, Paquita Rico o Lola Flores. Especialmente intensas fueron sus colaboraciones en esa época con Imperio Argentina y Miguel de Molina. Entre sus guitarristas favoritos señala a Sabicas, Manolo de Huelva, Currito de la Jeroma y Paco de Lucía.
A lo dicho por Esteban de Sanlúcar hay que añadir que Fernando el de Triana lo saluda en su Arte y artistas flamencos (1935) como el guitarrista mejor dotado técnicamente de su generación, tanto por digitación como por su dominio del compás. Su debut con una gran compañía data de 1933, cuando ingresa en la que encabezaban, a pachas, Angelillo y Pepe Marchena, dos de las estrellas flamencas del momento. También trabajó con la Niña de los Peines y Pepe Pinto y en el famoso concurso del Price de 1936 en el que Pericón cantó dos letras políticas. En Caracas actuó en los tablaos Café de Chinitas y Los Tarantos, además de regentar una academia de guitarra.
En esta edición, Servando Reppeto López, presidente de la Peña Flamenca Puerto Lucero de Sanlúcar de Barrameda, presenta la partida de nacimiento del tocaor, fechada el 21 de febrero en la mencionada localidad gaditana, así como la de defunción, que tuvo lugar el 27 de octubre de 1989 en Buenos Aires.
Los toques solistas de Esteban de Sanlúcar se pueden dividir en tres partes. La primera está conformada con las danzas características de la Escuela Bolera que definiera en los años 40 la familia Pericet. De hecho, el tocaor colaboró asiduamente con Ángel Pericet, que por esas fechas residía en Argentina. Algunos considerarán que estos estilos no son estrictamente flamencos. Pero no hay que olvidar que las danzas flamencas tienen su origen, en su mayoría, en las danzas boleras. No obstante, la versión que ofrece Esteban de Sanlúcar está basada, como digo, en la Escuela Bolera, que es una recreación del siglo XX de las danzas boleras.
Los panaderos son acaso la obra más conocida de este autor, una composición basada en un baile bolero, una seguidilla que era conocida en sus orígenes como de los Panaderos, en referencia al municipio sevillano de Alcalá de Guadaíra, conocido también como de los Panaderos. La grabación, como el resto de los temas solistas que recoge esta obra, se efectúo entre 1946 y 1948 en Argentina y Chile.
Sanlúcar se hace acompañar de unas castañuelas y su versión, la original naturalmente, no desmerece respecto de la de su discípulo Paco de Lucía. La pulcritud y la fuerza expresiva, así como la magnífica capacidad como compositor de Sanlúcar, eran muy poco frecuentes en esta época. Tiene unos segundos panaderos titulados, muy expresivamente, Madre de las sevillanas, con el mismo concepto pero diferente melodía, suponemos que original de Sanlúcar, como la anterior. Mantilla de feria, es otra composición en ritmo ternario, una danza que Esteban de Sanlúcar ejecuta acompañándose de castañuelas.
También toca con palillos en los caracoles, que no son el palo flamenco creado por Chacón sino, de nuevo, una danza ternaria de Escuela Bolera. Variaciones sobre el bolero es una composición inspirada en la melodía clásica. La jota fue uno de los estilos estrella de la época bolera como también lo es de la Escuela Bolera. Aunque el toque que nos ofrece Sanlúcar, acompañado de orquesta, castañuelas y piano, es una recreación de la versión más popular de este típico baile español. Destaca, una vez más, la fuerza de su digitación y el énfasis de la versión.
En esta línea de transición desde lo bolero a lo flamenco se sitúa Primavera andaluza, subtitulado como danza española, aunque en esta edición aparece erróneamente como danza andaluza. Es un estilo típico de concertismo flamenco de Esteban de Sanlúcar con partes muy rítmicas, brillantísimas, y súbitos lentos de mucho efecto. La farruca es clásica en todo el sentido del término, siguiendo el modelo de Montoya aunque, como suele ser habitual en este tocaor, la dota de un mayor dinamismo.
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