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Michael Cimino, el genio no siempre llama dos veces

Muere a los 77 años el director que con 'El cazador', su debut, un clásico instantáneo, logró cinco Oscar. Su siguiente obra, 'La puerta del cielo', fue uno de los mayores batacazos de la historia.

Michael Cimino, el genio no siempre llama dos veces
Carlos Colón

03 de julio 2016 - 11:51

Michael Cimino, fallecido la madrugada del domingo a los 77 años, deja dos importantes aportaciones a la historia del cine: una película extraordinaria, El cazador, y haber llevado a la quiebra a United Artist con La puerta del cielo. Leerán estos días muchos tópicos sobre el creador derrotado por la maquinaria de Hollywood y sobre la recuperación de La puerta del cielo, tras su reconstrucción y edición en DVD, como obra de culto masacrada en su día por la productora e incomprendida por el público y la crítica. Ninguna de las dos cosas es cierta.

El western colosal que arruinó a United Artist tras cuadruplicar su presupuesto es una película interesante pero fallida y bastante pedante en sus no logradas pretensiones. Cimino no fue víctima de la industria de Hollywood -que catapultó su ascenso en pocos años y premió su obra maestra con cinco Oscar-, sino de sí mismo. No es un caso comparable al de Orson Welles, que había demostrado ser un genio antes y después de Ciudadano Kane y del maltrato al que fue sometida la posterior The Magnificent Ambersons. En la filmografía de Cimino no hay una Dama de Shangai, un Sed de mal, un Otelo o un Campanadas a medianoche tras el fracaso de La puerta del cielo. Su talento, indudable, pareció sucumbir en el naufragio de esta película tras agotarse en El cazador. Pero vayamos por partes...

En 1915 un Hollywood naciente aprendió, con El nacimiento de una nación de Griffith y los 18 millones de dólares que recaudó, que el genio y la audacia creativa de un director eran el motor de la industria. En 1916, con Intolerancia del mismo director, aprendió que ese mismo genio y esa misma audacia creativa podían llevar a la catástrofe: al utilizar por primera vez el montaje como elemento ideológico (mezclando cuatro épocas distintas) y no sólo de continuidad narrativa lineal, el público no logró seguir la cinta. Desgraciadamente para él, el principal arruinado fue el propio Griffith, que jamás se recuperó del desastre aunque rodó unas cuantas obras maestras más.

El caso de Cimino podría recordar, con el abismo de genio que les separa, al de Griffith. Además la casualidad, que es juguetona, quiso que la United Artist que Cimino se cargó hubiera sido fundada en 1919 por el propio Griffith junto a Chaplin, Mary Pickford y Douglas Fairbanks. Pero las circunstancias eran muy distintas. United Artist nació casi a la vez que el sistema de los estudios, y la rápida ascensión y fulminante caída de Cimino se produjo como consecuencia de la desorientación de un Hollywood declinante tras el derrumbamiento de dicho sistema. A finales de los años 60 y principios de los 70 las endeudadas productoras ya no eran independientes tras ser absorbidas por grandes compañías de negocios. Pero he aquí que en 1972 El Padrino salvó a Paramount, en 1973 y en 1975 American Graffiti, El golpe y Tiburón salvaron a Universal, en 1976 Taxi Driver salvó a Columbia y en 1977 La guerra de las galaxias salvó a Fox. El futuro estaba en los jóvenes directores. Carta blanca a todos. Cimino surfeó sobre esa ola.

En 1972, el año de El Padrino, había escrito un buen guión para Naves misteriosas de Douglas Trumbull y en 1973 el de Harry el sucio para la productora de Clint Eastwood, quien le ofreció al año siguiente dirigir la estimable y muy comercial Un botín de 500.000 dólares. Cimino tenía mucho talento y 34 años. Perfecto. La Universal que triunfaba con Spielberg le ofreció producir su guión de El cazador, estrenada en 1978. Acertó. Además de una obra maestra que cambió la historia del cine bélico junto a Apocalypse Now, que se rodó a la vez y se estrenó un año más tarde, logró cinco Oscar, entre ellos mejor película y mejor director, tuvo críticas entusiastas y sólo en Estados Unidos recaudó 45 millones de dólares tras haber costado 15. Cimino era otro joven dios de Hollywood.

Típico de una era de desorientación y pelotazo, United Artist le ofreció 7,5 millones de dólares para su siguiente proyecto, La puerta del cielo. Al final le costó 35,1 millones más 11,5 de publicidad, y lo que Cimino le entregó a cambio fue una obra interesante pero descompensada de cinco horas de duración que, tras reducirse a tres y media, no gustó ni al público ni a la crítica. De los casi 44 millones invertidos se recuperaron 3,4 en Estados Unidos. La quebrada United Artist fue vendida dos años después a Metro Goldwyn Mayer.

Parecerá que hablo mucho de dinero y poco de talento. Pero es que el talento se le agotó a Michael Cimino en la sobrecogedora y genial El cazador, y en algunos fragmentos de La puerta del cielo. Todo lo que vino después fue medianía rutinaria (Manhattan Sur) o directamente basura (El siciliano, 37 horas desesperadas) sin que la producción tenga que ver en ello. Lo que hace de Cimino un enigma. En literatura hay escritores de una única gran novela que después no vuelven a acertar. Parece que en cine puede suceder lo mismo.

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