El piano romántico del flamenco
Pedro Ricardo Miño | Crítica
La ficha
*** 'Pedro Ricardo Miño en concierto'. Piano: Pedro Ricardo Miño. Contrabajo: Gal Maestro. Percusión: Paco Vega. Palmas: Manuel Barba, Adrián Domínguez. Lugar: Teatro Cajasol. Fecha: Jueves, 13 de junio. Aforo: Casi lleno.
El concierto fue de menos a más, del intimismo a lo social. Un piano romántico, enfático, naif, en la farruca, la seguiriya y la soleá, que encontró el diálogo en la malagueña, sin duda lo mejor de la noche, para seguir por los caminos de las cantiñas y el fandango de Huelva. El piano de Pedro Ricardo Miño es el único de lo jondo actual que no ha sido fagocitado por el jazz y que sigue fiel a los clásicos, románticos, de mediados del siglo XX, Arturo Pavón y Pepe Romero. Tiene siempre en mente el toque flamenco clásico y también el cante, de forma que en la soleá o en la malagueña del Mellizo, por ejemplo, se podía seguir la melodía flamenca tradicional. A la música de Pedro Ricardo Miño le sentó bien la presencia del contrabajo de Gal Maestro, que proyecta su música a otra dimensión. El de Maestro es un toque fresco, muy rítmico y colorido. No solo fue el soporte rítmico del piano, con Paco Vega y los palmeros, también ofreció algunas variaciones melódicas de mérito. Pocas, menos de las que me hubiese gustado. Fue, en ellas, un agradable contrapunto tímbrico del piano. Maestro ha estudiado a fondo la música flamenca, en concreto la de Pedro Ricardo Miño. Ofreció alguna variación melódica en la bulería y, sobre todo, como digo, por malagueñas. Quizá asistimos al nacimiento de una nueva instrumentista jonda. El pianista confesó que era la primera vez que tocaban juntos. Y se notó. Para bien. Porque en el escenario pasaron cosas, el concierto ganó vida, energía, frescura, con la aparición de Maestro. Es una instrumentista poderosa, muy rítmica, que confiere fuerza y entusiasmo a sus interpretaciones. Fue un gusto, además, contemplarla bailar con el contrabajo. Posee carisma, presencia escénica. Paco Vega, por su parte, afianzó con firmeza los cimientos de este edificio flamenco. Eso sí, lo del cámara con la cabeza caliente lleno de luces verdes y rojas, que hemos sufrido en varios recitales, resulta bastante molesto para una parte del público. Está bien que quede un testimonio visual del espectáculo pero siempre que no moleste a los que han pagado su entrada.
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