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“Cuando toco, trato de contar algo”

Sofya Melikyan | Pianista

La armenia Sofya Melikyan presenta el próximo miércoles en el Espacio Turina su último disco, que dedica a la figura seminal de Ricardo Viñes

La pianista Sofya Melikyan (Ereván, Armenia, 1978) / Jaime Galera Pérez
Pablo J. Vayón

10 de diciembre 2023 - 06:09

La ficha

PRÉSENCE LOINTAINE

Déodat de Séverac (1872-1921): En Languedoc [1905]

Ricardo Viñes (1875-1943): Quatre Hommages pour le piano [1924-27]

Maurice Ravel (1875-1937): Oiseaux tristes de 'Miroirs' [1904-05]

Gabriel Fauré (1845-1924): Nocturno en la bemol mayor Op.33 nº3 [1883]

Erik Satie (1866-1925): Descriptions automatiques [1913]

Federico Mompou (1893-1987): Scènes d’enfants [1922]

Sofya Melikyan, piano

Rubicon

Aunque nació en Ereván, la capital armenia, en 1978, Sofya Melikyan llegó a España con sólo 15 años y aquí tuvo buena parte de su formación musical. Ahora vive en Estrasburgo, pero su último disco está dedicado a una figura española esencial en la música de principios del siglo XX, el pianista Ricardo Viñes.

–Hace 80 años que murió Viñes. ¿Ha tenido que ver el aniversario en el CD?

–No en realidad, aunque es cierto que la figura de Ricardo Viñes me ha fascinado siempre. Llevo muchos años trabajando sobre esta música francesa y española de principios del siglo XX. Me interesan mucho esos recursos colorísticos del piano. Además eso coincidió con mi estancia de cinco años en la Occitania. Acabo de mudarme a Estrasburgo, pero los últimos cinco años los pasé en el sur de Francia. De Occitania era original Déodat de Séverac. Allí conocí más profundamente su mundo sonoro. Leí su música cada vez con más interés. Se juntaron las dos cosas: el creciente interés mío hacia Déodat de Séverac y el que tenía de antiguo hacia Viñes. Había tocado ya obras de Séverac, entre ellas la suite En Languedoc, presente en el disco, y así me surgió la idea, buscando conectar todas estas músicas de principios del siglo XX, porque Fauré es un compositor que también me interesa y había tocado ya mucho. El vínculo de todas estas músicas fue Viñes, no sólo como pianista, con obras que estrenó, con obras que le fueron dedicadas, sino también como compositor, una faceta suya muy desconocida, entre otras cosas, porque tiene muy poca música: aparte de estas cuatro piezas que he grabado, creo que tiene sólo tres canciones para voz y piano

–¿Por qué no se programa apenas Séverac?

–Posiblemente porque era una especie de outsider, él luchó toda su vida contra la centralización de la vida cultural francesa, en la que todo tiene que pasar por París. Parece que si lo que se hace no parte de París no existe. Tuvo una relación muy estrecha con su tierra. Nació en un pueblo cerca de Toulouse, luego fue a París para estudiar en la Schola Cantorum. Fue asistente de Albéniz y se hizo muy amigo suyo. En Albéniz la geografía es también muy importante, Iberia, por ejemplo. No es como cuando hablamos de un nocturno de Fauré, música abstracta, en la que el aspecto geográfico no es importante. Tanto en Albéniz como en Séverac la presencia del paisaje es importante. Séverac vivió en París, se movió en sus círculos artísticos, pero en 1910 abandonó la ciudad y se volvió al sur, para instalarse en Céret, una ciudad de la Cataluña francesa, un centro de cultura, pues allí tuvo una casa Picasso y por allí pasaron Gris, Braque, Max Jacob, hasta convertirse en una especie de centro del cubismo y del modernismo. Séverac pasó allí el resto de su vida y su música está muy vinculada a ese espacio geográfico. Él no aceptó esa centralización de la vida cultural en Francia y por eso fue muy criticado, y esa sombra perdura hasta hoy. Tengo la sensación de que no se le considera por eso. Es verdad que está muy ligado al patrimonio cultural occitano, pero su música no se puede simplificar por ello, es universal. Sobre todo es músico, en su obra no se sustituye la percepción auditiva por la visual. Su música es profunda e imaginativa, y por eso crea una asociación poética muy grande. Se le considera también un impresionista, en la misma onda que Debussy o Ravel. Es un compositor que me interesa mucho, me fascina de alguna forma, sobre todo esta suite, En Languedoc. Luego hay obras que escribe ya en Céret, como Cerdaña o El canto de la tierra en las que hay mucha influencia de la cobla catalana, y es música que no tiene ya esa ligereza impresionista, es como más pesada.

–¿Y la música de Viñes?

–No conocía su música hasta hace tres años, en que la escuché en un disco que había grabado Joaquín Soriano, junto a Mompou y Falla. Estas piezas son como unos gritos de su alma, una dedicatoria a personas cercanas, con las que tenía mucha amistad, tres compositores (Ravel, Fauré, Satie) y el escritor Léon-Paul Fargue. Son piezas un poco de salón, pero muy espontáneas. Usa muy bien sus recursos como pianista, la relación entre los bajos y el registro agudo, melodías muy cercanas a la escuela francesa, a lo que él llamaba los armonistas, Ravel, Mompou, Fauré, gente que buscaba sonoridades nuevas pero agradables para el oído. Vivió en París casi toda su vida, aunque al final volvió a Barcelona, donde murió. Pero debajo de todo esto hay un alma ibérica, en el fondo era muy español: sus melodías están teñidas de esa melancolía tan característica del alma ibérica. Son piezas muy bien escritas por alguien que conocía extraordinariamente el instrumento.

Sofia Melikyan. / Lidia Seaone

–La obra de Satie tampoco es muy frecuentada...

–No. La escogí porque fue estreno de Viñes. Son como tres bromas, tan típicas de Satie, este sentido del humor un poco salvaje. Está escrita como regalo de cumpleaños para él mismo. Se ríe de su entorno, el tercer movimiento, el rápido, es por ejemplo una parodia de una marcha militar.

–¿El disco estaba planteado como programa de concierto?

–Cuando estaba planeando el disco no pensaba en hacerlo como concierto. Luego vi que había un hilo conductor y que funcionaba muy bien. Tengo algunos conciertos programados en primavera, y voy a cambiar algo: voy a tocar por ejemplo Miroirs entero. Pero es verdad que el programa del disco tiene un carácter atmosférico, y por eso elegí también este título, que está inspirado en el libro de Jankelevitch, un ensayo sobre Albéniz, Déodat de Séverac y Mompou en el que analiza de forma muy poética la música de estos tres compositores, planteando similitudes entre ellos. Me pareció interesante escoger este título porque la línea general es que no es una música que viene y se te impone, sino que viene de lejos y que tienes que hacer incluso un esfuerzo para entrar en su mundo.

–En sus notas Juan Manuel Viana usa una cita de Cocteau: "Viñes no toca, explica". ¿Se considera una pianista de este estilo?

–Sí, absolutamente. Me gustan los programas temáticos, los que tienen un hilo, pero también la forma de presentar cada obra. Mi intención cuando toco es contar algo, sin duda alguna. Lo más importante es expresar un mensaje. Todo lo demás son medios o recursos para esta meta final que es transmitir un mensaje al oyente.

–¿Algún proyecto nuevo para el disco?

–Sigo adelante con mi idea de grabar toda la música camerística de Brahms con piano: hemos grabado en Alicante el Trío que nos faltaba (el nº1) y una versión de la Noche transfigurada de Schoenberg que hizo un alumno suyo, Eduard Steuermann. Eso saldrá el año próximo.

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