Vestigios de la esclavitud
El Tío Remus | Crítica
'El Tío Remus', tan influyente en Twain, recoge una porción de cuentos infantiles contados por los esclavos sureños y reproducidos en su peculiar fonética
El Tío
La ficha
El Tío Remus. Joel Chandler Harris. Páginas de Espuma. Madrid, 2019. Trad. Jaime de Ojeda. 540 páginas. 25 €
Remus, obra de Chandler Harris, se publica por primera vez, como libro recopilatorio, en 1880, y en él se recogen los cuentos de la negritud esclava que Harris tuvo la paciencia y el acierto de documentar, no sólo en términos, digamos flolclóricos, sino en su peculiaridad fonética, lo cual añade un interés vaporoso, melancólico e incierto a este fruto de las plantaciones del sur, que expresa en relatos infantiles de animales algunos arquetipos humanos, que por entonces ya querían rigorizarse mediante la etnología, la antropología, etcétera. En este sentido, recordemos que El Tío Remus es anterior en una década a La rama dorada de Frazer. Pero no conviene ignorar sus antecedentes más próximos: desde Perrault e Iriarte a los hermanos Grimm. O yendo más al origen moderno de tales inquietudes, La relación de las cosas del Yucatán del inquisidor Landa y La florida del Inca del grande y laborioso Inca Gracilaso.
El traductor, Jaime de Ojeda, señala en su prólogo tanto el carácter inconveniente de algunos comentarios, hoy poco aceptables, como la naturaleza violenta de ciertos cuentos. También subraya Ojeda que dichos relatos parecen destinados a mostrar la astucia del débil frente al fuerte (el Conejo frente al Zorro, etcétera), lo cual es una de las virtudes distinitivas del cuento, a juicio de Propp, tal como la violencia guarda una curiosa y útil ambivalencia para el niño, según nos señalaba B
ettelheim en su excelente Psicoanálisis de los cuentos de hadas.
Con todo, y enlazando con el viejo Esopo, los cuentos de El Tío Remus deben su éxito, probablemente, al humor. Un humor, de fuerte oralidad sureña, que viene dado, en parte, por la naturaleza periodística de tales publicaciones, pero que está inserto, de algún modo, en la intención inicial de cualquier cuento. Se trata, en suma, de ilustrar, sorprender y divertir, al tiempo que el infante aprende que lo distintivo, que lo genuino en el hombre, de Ulises a Pulgarcito, es el ingenio.
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