Voz, corazón y cabeza
Los hermanos Anillo firman al alimón un disco con los estilos tradicionales de su tierra, Cádiz.
VOZ DE AGUA, VOZ DE VIENTO. Encarna y José Anillo. Edición y producción de los intérpres con El Pitu.
El disco se abre con una canción por bulerías firmada por Antonio Canales donde los intérpretes dan fe de sus virtudes cantaoras fundamentales: sentido del ritmo y unos timbres vocales realmente personales y deliciosos. La voz dulce, sentimental, íntima de Encarna Anillo y la garganta rota, que se ha hecho más dura, metálica, velada con los años, de José Anillo. La evolución de este intérprete en los últimos tiempos es más que notable. Se ha profesionalizado. Ha perdido aquella frescura doliente, infantil, para convertirse en un cantaor más viril y completo. Su voz ha ascendido, desde el corazón a la cabeza.
José canta en solitario soleares, seguiriyas, tangos y alegrías. Una soleá solemne, rotunda, de Enrique el Mellizo y Paquirri, es decir, de Cádiz. Estilos tradicionales pero puestos al día. Con los referentes de los grandes intérpretes gaditanos, empezando por Aurelio Sellés. En ésta, como en la poderosa seguiriya, la guitarra la pone Rafael Rodríguez. Una seguiriya que se cierra con el cante jerezano a capela de Juanichi el Manijero. Los tangos son los de Pastora Pavón. Las alegrías las que hoy llaman clásicas, una fórmula acuñada en los años 40 y 50 por Manolo Vargas. En ellas, naturalmente, José Anillo se siente como en casa. Un cante valiente, entregado. Una gozada.
Encarna, por su parte, hace sola tonás, nana, soleá por bulerías y cantiñas. Las tonás son en realidad la famosa toná-liviana, una melodía patentada por Antonio Mairena y respecto a la cual el cantaor de los Alcores nos remite a Juanelo, el informante de Antonio Machado Álvarez Demófilo en su Colección de cantes flamencos de 1881. Una verdadera joya del flamenco, sea o no decimonónica. Lo cierto es que Mairena halló la referencia de esta toná-liviana en el libro de Machado Álvarez y, según testimonio de sus Confesiones la reconstruyó a partir de retazos de la misma que quedaban en la memoria de Juan Talegas. Personalmente considero que este cante, como otros reconstruidos por Mairena, como la giliana o la seguiriya del Planeta, serían más bien recreaciones o, completamente, creaciones del propio cantaor de los Alcores. Lo cual, lejos de ir en su desdoro, acrecienta su capacidad como enorme cantaor y creador. Aunque esto, lógicamente, iría en contra de la reaccionaria teoría, imperante entonces y durante las décadas siguientes, y mayoritaria aún hoy en ciertos ámbitos, de que en el cante flamenco todo está hecho y nada hay que hacer. Teoría que desmienten tanto la lógica como los acontecimientos de cada día. Así este disco mismamente, que aporta novedades en lo que al cante se refiere, como estamos comentando.
Por acabar con la toná-liviana diremos que, aunque Mairena la grabó acompañándose de guitarra, y a ritmo de seguiriyas, aquí nos la ofrece Encarna Anillo sin acompañamiento instrumental, atendiendo tal vez a lo escrito por Machado Álvarez en su día de que "se cantan sin guitarra". Guitarra que sí aparece en la nana, la de Román Vicenti, prodigio de calidez y sensualidad. La bulería por soleá es una entrega completamente tradicional, salvo en alguna letra, con aportes del Chozas y la guitarra de Andrés el Pituquete, coproductor a su vez del disco. En las cantiñas sigue Encarna Anillo la tradición jerezana de la Perla y su madre la Papera, así como de Rosario la del Colorao.
La parte más pop del disco es la que cantan a dúo los hermanos Anillo. Ya hemos apuntado la canción por bulerías que firma Canales a la que hay que añadir otra por tangos de Perikín Carrasco con bajo, batería y estribillos corales. Una fórmula de sobra conocida.
En los tanguillos el grupo se acerca al espíritu carnavalesco merced a la sección de pulso y púa. Y a las colaboraciones de Javier Ruibal y del célebre comparsista Jesús Bienvenido, autor de la pieza. Una entrega plena de sabor y energía. Gaditana por los cuatro costados. La bulería de Cádiz es una reunión familiar con el único acompañamiento de nudillos y jaleos, otro de los momentos cumbres del disco. Virtuosismo rítmico absoluto y la mejor entrega cantaora del disco por parte de José Anillo. Los fandangos de Macandé son un homenaje a Enrique Morente.
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