Belleza y formación
Los amigos de Bernhard | Crítica
La novela de Annmerie Schwarzenbach ‘Los amigos de Bernhard’ encierra todo el encanto y todas las penurias espirituales de una época enloquecida y brillante
La ficha
Los amigos de Bernhard. Annemarie Schwarzenbach. Traducción y prólogo de Juan Cuartero Otal. Athenaica. Sevilla, 2023. 209 páginas. 18 euros
Lo que más sorprende al lector de Los amigos de Bernhard, la primera novela de la escritora suiza Annmerie Schwarzenbach (Zúrich, 1908-Sils im Engadin, 1942), es la transparencia con que aparecen retratadas las pasiones amorosas cruzadas entre hombres y mujeres, que nadan en una fluidez total, en una pansexualidad muy República de Weimar despojada de símbolos y frustraciones sexuales. Pero no se puede decir que el tema de la novela sea la sexualidad de los personajes, porque su virtud precisamente radica en que los protagonistas no se encierran en su identidad. Una lectura de esta obra, publicada en los años treinta del siglo pasado, nos puede servir para ver de otro modo la historia de la afectividad y para cuestionar algunos de los mitos en que se fundamentan nuestras ideas de progreso y represión. La Europa germanoparlante, como señala el traductor Juan Cuartero Otal en el prólogo, encabezó en aquella época la modernidad, cuyo fin inmortalizó Visconti en la célebre escena de La caída de los dioses, con Helmut Berger vestido de cabaretera ante la mirada indignada de una familia de conservadores y nazis, mientras el Reichstag arde. Esa cercanía entre el nazismo y la radiante despreocupación de la belleza está también presente, aunque de forma indirecta, con la atracción inevitable del peligro, en Los amigos de Bernhard.
Los amigos de Bernhard es una novela de formación que encierra todo el encanto y todas las penurias espirituales de una época enloquecida y brillante, escrita por una figura igualmente extraordinaria y significativa que, por fortuna, es cada vez más conocida en español. Ha quedado claro después de largos años que el rescate de escritores desconocidos y muertos hace mucho es más una estratagema editorial que un servicio a la humanidad, sobre todo si ya han caducado los derechos. Pero hay casos en que la humanidad lectora debe, en efecto, estar agradecida; porque separar el grano de la paja es una cuestión de buena voluntad y clase. Concretamente hay que dar las gracias a Juan Cartero Otal, que ha hecho mucho con sus traducciones para colocar en el lugar que le corresponde a Annemarie Schwarzenbach, y también a Athenaica, responsable de la exquisita –como siempre– labor de edición. Hay muchos escritores en alemán muertos –para eso están las bibliotecas nacionales–, pero hay muy pocos como Schwarzenbach, como prueban sus libros de viajes y novelas aparecidos últimamente, muchos en traducción de Cuartero, en editoriales como la queridísima Piedra Lunar o La Línea del Horizonte. El traductor y prologuista señala que el público empezó a descubrir a la escritora en una época, los años ochenta, especialmente receptiva a la biografía de quien fue un persona libre y heterodoxa. Tal vez nuestro tiempo haya perdido un poco esos intereses, o los haya sabido adaptar a la vida normativa, y por eso también Los amigos de Bernhard va a gustar y sorprender al lector.
La novela está escrita en un tono directo y conciso, a veces se podría decir que casi crudamente descriptivo, según los criterios de la Nueva Objetividad, que intentó reformar el realismo y la figuración cuando las vanguardias empezaron a dar demasiadas muestras de cansancio. Bernhard es un estudiante de piano de diecisiete años que se instala en París para continuar su formación, dejando atrás a sus dos grandes amigos, Ines y Gert, novios que, sin embargo, muestran, cada uno por su lado, un aprecio particular por el joven. Esta historia triangularmente ambigua se multiplica con la aparición de dos hermanos, Christina y Leon, y se replica casi en todos los personajes de la novela, que adoran, de una forma u otra, al músico.
La belleza y la generosidad de Bernhard cautivan a los que lo rodean, jóvenes, la mayoría, que siguen torpemente el camino que marcan sus propias ambiciones e ilusiones: artistas, bohemios y estudiantes en un espléndido equilibrio entre la plenitud y la miseria. Dominados por la suerte y angustiados por la tristeza, sometidos además a un destino –esto no lo podía saber ni la propia Schwarzenbach– que lo haría desaparecer todo y que, seguro, los cambiará por completo. Schwarzenbach no vivió del todo ese futuro, porque murió en plena guerra mundial a consecuencia de un grave accidente de bicicleta, pero de él no se libraron sus íntimos amigos Klaus y Erika Mann. Pudo imaginar quizás un final trágico para todos precisamente en aquellos años en que la República de Weimar acabaría enterrada bajo los escombros del Reichstag.
A pesar de la dureza de los tiempos y el fantasma del fracaso o la pobreza que nunca se disipa, Annemarie Schwarzenbach muestra al lector un mundo en que aquellos que se inician en la vida pueden seguir su vocación y su pasión, y lo hace con una piedad sobrecogedora, que contrasta con la cruda y casi fotográfica narración en presente. Una mezcla que despierta enseguida la curiosidad, que nos atrae y que nos mantiene alerta, como algo a la vez conocido y desconocido. En ella reside buena parte del encanto de Los amigos de Bernhard.
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