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Bailes boleros y Escuela Bolera

Revista de Flamencología | Crítica

La 'Revista de Flamencología' incluye en su último número un trabajo dedicado a la pervivencia en el flamenco actual de los pasos boleros

Bailes boleros y Escuela Bolera
Juan Vergillos

19 de mayo 2024 - 06:59

La ficha

'Revista de Flamencología', nº 32. Coord.: Manuel Naranjo Loreto. Cátedra de Flamencología de Jerez, 136 pp.

Lo más interesante del estudio de Susana Checa Torregrosa que cierra este número de la Revista de Flamencología es la constatación de que los pasos de la llamada Escuela Bolera pueden ser asimilados con naturalidad en el flamenco actual. Esto quedaba plenamente demostrado en 2015 con la tesis doctoral de Ana Moya Bases del baile flamenco: escuela bolera que Checa cita en la bibliografía de su trabajo. Lo que hace Checa aquí es analizar, y por tanto actualizar, la presencia de los pasos boleros en el flamenco actual a través de un estudio centrado en los tablaos madrileños, aportando diferentes ejemplos prácticos. Así, encontramos pasos boleros en cañas, soleares, alegrías y fandangos malagueños actuales. Esta tesis es una de las pruebas que incorporábamos hace unos años a nuestro trabajo Nueva historia del flamenco donde, como saben algunos de ustedes, nos alineábamos con la idea de que el flamenco deriva de los llamados bailes (y cantos, y toques) nacionales, del país o boleros.Y establecimos que estos eran los antepasados comunes tanto de la llamada Escuela Bolera, que es una creación del siglo XX, como del baile flamenco, creado en el siglo XIX. Es en este punto donde flaquea algo el trabajo de Checa ya que su historia del baile español está algo desactualizada. Su propuesta de historia de la danza española está tomada del artículo "El bolero, síntesis histórica" que firmaba Javier Suárez-Pajares en el Encuentro Internacional de la Escuela Bolera de 1992. Un trabajo muy importante y que ha sido superado por investigaciones posteriores. Desde 1992 ha llovido mucho sobre el escenario de los bailes boleros. Digamos, en relación a ello, que la primera mención a lo bolero es de 1764 (en la obra La libertad de los gitanos), cuando se habla por vez primera de las seguidillas "boleras" aunque, lógicamente, esta mención se inserta en toda una tradición de seguidillas, fandangos, zapateados y sus precedentes, que se remonta hasta el Renacimiento. Es, con todo, posible que otra obra, Coplas de bolero, sea anterior en más de una década, aunque está sin fechar. En esta última se habla tanto de "bolero" como de "boleras".

Portada de la publicación

Las seguidillas boleras, que luego fueron llamadas boleras y finalmente boleros, no arrinconaron al resto de seguidillas que siguieron, y siguen, gozando de buena salud hasta hoy. Véase las seguidillas sevillanas, o sea sevillanas, que bailábamos hace unos días febrilmente en el Real de los Remedios de Sevilla. Entre los bailarines boleros del siglo XIX que cita Checa en su trabajo incluye a un tal Manuel Mercé que debe de ser Manuel Fernández Celbeti, el padre de Antonia Mercé, hija de Joséfa Mercé Luque, asimismo bailarina. Sobre el tema de los ancestros de Antonia Mercé recomendamos la lectura de las fundamentales investigaciones de Ana Alberdi.

Cuando se publicó el libro Nueva historia del flamenco las críticas fueron todas positivas. Con una excepción. Claro que no debemos ser tan piadosos como para llamar a aquello una crítica. No era una reseña, acaso una "resaña". Hacia la cual solo cabe una respuesta: "repórtate, o tendré que darte unos azotes". Y es que el individuo en cuestión que firmaba aquel engendro carece de las mínimas nociones de educación cívica. Lo que sí me sorprendió fue la reacción de una eminencia de la investigación sobre este arte a la que cito reiteradamente en mi trabajo, entre otras, expresando una y otra vez que el mío sería imposible sin sus contribuciones, entre otras, y al que he concedido, generosamente, muchas páginas. En redes sociales le preguntaron por mi afirmación de que había establecido una diferencia entre bailes boleros y Escuela Bolera que estimaba como novedosa. Su respuesta, en la misma red social, fue afirmar que eso él ya lo había dicho con anterioridad. La fecha que él da para su supuesta afirmación es posterior en dos años a la rueda de prensa de la Bienal de 2012, y que recogieron varias publicaciones, en que hice pública por vez primera esta distinción, en la que llevaba años trabajando. No me cabe duda de que su hallazgo, de serlo, fue independiente del mío, de serlo, lo cual dice mucho en favor de su sinceridad y poco en relación a considerar el trabajo ajeno que, lógicamente, no cita. En Nueva historia del flamenco doy la fecha mencionada, septiembre de 2012, como la primera vez en la que expuse públicamente esta hipótesis. Tengo constancia certificada de que el libro lo recibió. Esto no quiere decir que la hipótesis me pertenezca y que yo exija derechos de autor por la misma. Quizá la eminencia pueda rebuscar en su archivo y encontrar otra referencia anterior, de 2011 o 2009. ¿Quién sabe? ¿Acaso el ego no es infinito? La hipótesis estaba en el aire, y aún está. Solo quiere decir que algunos leemos. Aprendimos a leer de pequeños. Junto a la educación cívica, la primera cartilla. No lo digo como un mérito, ya que es algo que, por lo general, me hace inmensamente feliz. Digo lo que Borges: que otros se jacten de las páginas que han escrito; a mí me enorgullecen las que he leído. Por lo demás, la hipótesis dejó de ser mía, en realidad nunca lo fue, más bien yo fui de ella, en el momento en que quedó expuesta. Pretender que la historia nos pertenece es un delirio de grandeza que aún no he padecido. Clío, la musa de la historia, es hija, como sus hermanas, de Nnemósine, la memoria.

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