La astracanada nacional

Políticamente incorrectos | Crítica

Raúl Cimas y Elena Irureta en una imagen del filme.
Raúl Cimas y Elena Irureta en una imagen del filme.
Manuel J. Lombardo

24 de febrero 2024 - 06:58

Ficha

** 'Políticamente incorrectos'. Comedia, España, 2024, 91 min. Dirección: Arantxa Echevarría. Guion: Olatz Arroyo. Fotografía: Pilar Sánchez Díaz. Intérpretes: Adriana Torrebejano, Juanlu González, Elena Irureta, Gonzalo de Castro, María Hervás, Raúl Cimas, Pepa Aniorte.

Apenas dura cinco minutos la ilusión de un posible regreso a ciertos modos berlanguianos en esta comedia satírica que excede siempre los límites del esperpento para instalarse directamente en la astracanada consumida en su propia mecha.

La cinta que dirige la profesionalizada Arantxa Echevarría (Carmen y Lola, Chinas) arranca con un prometedor plano-secuencia en el que, a pie de pantano recién inaugurado, se atisba la posibilidad de ese hormigueo de caricaturas de la actualidad política nacional, por supuesto camufladas con nombres ficticios, en una danza coral dispuesta a no dejar títere con cabeza del espectro que va del podemismo al fachalequismo sin olvidarnos de ese socialismo perfumado y ese peperismo de banderita en el que sí podemos reconocer el trasunto de Esperanza Aguirre como lideresa de pacotilla (Elena Irureta).

Cinco minutos que dan pronto paso a lo que realmente parece interesarle a la guionista (Arroyo) y los productores (Atresmedia), a saber, la posibilidad de un romance entre dos cachorros del frontón político (Adriana Torrebejano y Juanlu González) más estimulados por el estallido hormonal que por la inminente campaña electoral a la que se verán empujados después de caerse juntos de un helicóptero y perderse en el bosque (sic).

Apenas avivada por esos secundarios canallas que encarnan María Hervás y el gran Raúl Cimas, esta comedia se precipita sin remedio por esa deriva autocomplaciente que deja de sacar punta a la actualidad para acomodarse a los peajes de los manuales de guion perdiendo de vista la enmienda a la totalidad a cambio de un previsible repliegue tan blandito como inofensivo. También la propia Echevarría renuncia pronto a toda voluntad de estilo o intervención sobre unos materiales a los que es incapaz de aportar más vitriolo o matices de los que venían trazados sobre el papel.

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