El destierro de los exquisitos
En 'Majestad caída', Villena narra la peripecia de un poeta, Anibal Turena, desde las fiestas frívolas del Madrid anterior a la Guerra Civil a los bajos fondos de Buenos Aires en los 40.
Majestad caída. Luis Antonio de Villena. Alianza Editorial. Madrid, 2012. 208 páginas. 16 euros.
En una entrevista que Luis Antonio de Villena concedió al diario Abc a comienzos de la década de los 80, el escritor hablaba de su proyecto de articular una novela en torno al que ya había sido protagonista de uno de sus cuentos, Noticia de un desconocido: el poeta Anibal Turena. Entonces, el narrador aseguraba que hubiese deseado que aquel relato breve tuviera una extensión mayor, pero en el proceso creativo no había encontrado la forma de desarrollar más ampliamente la historia de aquel enigmático literato que dejó Madrid en el final de la Guerra Civil y se instaló en Buenos Aires antes de una desaparición rodeada del misterio más absoluto. Treinta años después, Villena culmina aquel viejo empeño con la llegada a las librerías de Majestad caída, el acercamiento definitivo a aquella figura cuyo trazo tanto le había costado. "El tema rondaba dentro de mí, volvía, lo intentaba, no me quedaba contento y se me olvidaba unos cuantos años, hasta que retornaba con fuerza", confiesa el madrileño en el epílogo de su obra.
La razón de la larga demora con que Villena ha convertido su sueño en realidad, de "todos esos intentos fallidos" que arrastraba, es que, "aunque tenía un tema, no conseguía hallar ni su tono ni su estructura". Después de los quebraderos de cabeza, el escritor ha logrado un andamiaje maestro que no hace sino reforzar la condición escurridiza de su héroe: Turena, un hombre "con un talento asombroso para mezclar lo verdadero y lo falso", un "estupendo fabulador de sí mismo", como Cocteau "un mentiroso que siempre dice la verdad" y con un final a la altura de su leyenda, sólo podía ser abarcado desde una mirada poliédrica. La diversidad de materiales y voces que emplea Villena es uno de los grandes aciertos de la propuesta: los recuerdos y reflexiones del propio Turena se mezclan con los testimonios de José Bianco o Silvina Ocampo, la correspondencia mantenida con el protagonista da paso a fragmentos de sus poemas. En ese recorrido se revela como una pieza importante de la acción la profesora Amelina Correa, que ayuda a Villena en sus pesquisas por descubrir la verdad en torno a su objeto de estudio. "Es muy curioso -y muy verdad- que a veces los novelistas, que merodeamos el terreno de la ficción, necesitemos el apoyo de los especialistas en lo real", admite el escritor en un momento de la novela.
Se entiende por qué Villena ansiaba desarrollar este antiguo proyecto: Turena, autor de la novela El color de la pasión y del ensayo Las damas de la corte Heian, alguien "que tenía fascinación por lo exótico y un hambre prodigiosa de elitismo y refinamiento", conecta con el universo estético y las inquietudes del escritor. La fascinación que ejercen en el protagonista "los chicos jóvenes y bien parecidos" marcarán su destino y su carácter. "Quizás su pasión por la belleza (...) lo volvió, si no insensible, sí muy difícil, extremadamente complicado para el amor. Déjeme decírselo: dudo, de veras, que Anibal supiera amar en pareja. Creo que ignoró por entero (y no sé si lo echó de menos) lo que significa, cuántas y fértiles cosas, significa convivir", dicen de Turena en un pasaje. Él, frente a las ventajas de la estabilidad, busca "el amor hermoso y fiero", "un gran fuego total y efímero" que lo condena a deambular por la vida en solitario. El propio personaje, al que acompaña a menudo la mala fortuna, se percibe como un maldito: "Los seres como yo llevamos un extraño yugo de desgracia encima que nada hemos hecho para merecer". Y Silvina Ocampo ahonda en ese perfil de sujeto condenado a habitar entre sombras: "Era un hombre fundamentalmente melancólico, triste, saturniano. Cierto que tenía momentos de limpia felicidad, pero pronto volvía el ángel abrumado y entonces parecía estar al límite de sus fuerzas, abatido, imposible".
Pero, a pesar de su dolor, Turena es también una ficción que ha construido él mismo. "El corazón de los esnobs", se cuenta en Majestad caída, "es literalmente insondable", y el héroe, que pese a su pobreza suele vestir de manera sofisticada y lleva a veces prendido un viejo broche de amatistas, que disfruta aparentando ser "un caballero de una distinguida familia venida a menos", se hace más opaco cuando además expone su pasado como parte de un disfraz. "Me habló de su desaparecida familia francesa, de cómo su padre había perdido prácticamente todo lo que tenían, antes de morir", relata en una carta la hija de Eduardo Dato. "Todo estaba muy bien trabado (sin duda lo ha contado más veces, bastantes), pero asimismo todo me sonó a falso", prosigue. "Es como un escudo que ha preparado para resguardarse".
Turena llevará su propia creación hasta las últimas consecuencias: un día desaparecerá de Buenos Aires sin que nadie precise si se ha suicidado o ha iniciado una nueva existencia con otra identidad. "Todos (sobre todo los escritores o los que se sienten artistas) arreglan su vida como se arregla la imperfección de un cuadro no necesariamente bueno", habrá argumentado antes el poeta. Villena, a través de una intriga narrada con ambición y pulso, desde una erudición que sabe hacer amena, explora el destierro de quienes eligen el camino impredecible del arte frente a las falsas seguridades de la vida.
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