Todas las Europas
Desvío a Trieste | Crítica
Publicado por su editorial Fórcola, el ensayo que Javier Jiménez ha dedicado a Trieste bebe de múltiples fuentes para trazar un itinerario sentimental que reivindica la alta cultura
La ficha
Desvío a Trieste. Javier Jiménez. Fórcola. Madrid, 2023. 354 páginas. 25,50 euros
Como el de su famosa vecina y rival Venecia, el rastro literario de Trieste, "ciudad de papel" en la reiterada caracterización de uno de sus naturales, el gran Claudio Magris, puede seguirse en muchos libros que han abordado tanto la especificidad del enclave y su proverbial condición fronteriza como el reflejo en la obra de toda una constelación de autores a los que debe su prestigio. A ellos se ha sumado el editor de Fórcola, Javier Jiménez, con un ensayo caleidoscópico que según explica tuvo su origen en las notas, después ampliadas, para un diálogo con el poeta y crítico Juan Manuel Bonet y el pintor Alvar Haro, de las que nació esta "memoria emocional" en la que confluyen algunas visitas y anécdotas particulares con un ingente caudal de lecturas y decenas de ilustres invitados. Cuna de excelentes escritores como Italo Svevo, Umberto Saba o el citado Magris, Trieste ha acogido a muchos otros como el erudito Winckelmann, el traductor y aventurero Richard Burton, el poeta Rilke –que compuso sus célebres elegías en la cercana Duino– o James Joyce, a quien la ciudad inspiró casi tanto como Dublín. Y también ha suscitado aproximaciones ineludibles como la de la gran viajera Jan Morris, que le dedicó un libro precioso, Trieste o el sentido de ninguna parte, publicado entre nosotros por Gallo Nero, o el más reciente Alfabeto triestino de Samuel Brussell, disponible en el catálogo de Fórcola. En el prólogo a este último, titulado con una definición del propio Brussell, El puerto de todos los náufragos, citaba Juan Bonilla: "Uno no nace triestino, se hace". Ese proceso o esa elección, inherentes al propósito del autor de Desvío a Trieste, apuntan a una suerte de identidad múltiple, suma o quintaesencia de la cultura europea.
Lejos de presentarse como semblanza histórica convencional o menos aún como guía de viaje, el "artefacto literario" de Jiménez despliega sus mil pistas en forma de asedios que hablan de la ciudad –y de muchas otras cosas– a través de distintos episodios, materias o personajes, construyendo su discurso por acumulación y en direcciones insospechadas. Entre los temas que atraviesan los cuarenta y cuatro capítulos del libro, que no sigue un trazado lineal, no podían faltar el esplendor austrohúngaro, el implacable rugido de la bora o viento del norte, la convivencia de lenguas, credos y culturas o la descripción de los cafés, el puerto y otros lugares emblemáticos de la ciudad, pero a ellos, los más por así decirlo previsibles, se añaden otros referidos, por ejemplo, al paisaje de las librerías, a la temprana presencia de la escuela del psicoanálisis o a la maldición de la esfinge –traída de Egipto por el archiduque Maximiliano– sobre los sucesivos inquilinos del castillo de Miramare. El ensayista procede por asociación de ideas, establece conexiones caprichosas, pero siempre sugerentes, y tampoco elude homenajes íntimos –como el recuerdo del padre fotógrafo o de los amigos Javier Goñi y Eduardo Arroyo, ambos autores de Fórcola– que le dan al conjunto un aire personal, en el que se sobreponen el imaginario triestino y sus predilecciones propias, especialmente la música dado que Jiménez, lo vemos también en su trabajo editorial, es un reconocido melómano. Mención aparte merecen las referencias al destino fatal de la comunidad judía en la Shoah, la criminal actividad del campo de concentración y exterminio que los nazis establecieron en la antigua planta arrocera de San Sabba o la promulgación de las infaustas Leyes Raciales por Mussolini en la Piazza dell'Unità, captada por las cámaras en un documento impresionante.
En muchos pasajes, el recorrido propuesto, denso e hiperpoblado de referencias, pródigo en digresiones y oportunos desvíos, toma la forma de un collage hecho de citas engarzadas, configurado con retales procedentes de numerosas fuentes a las que se suman, al final de cada capítulo, recomendaciones musicales vinculadas a su contenido. La amplitud de la panorámica, que teniendo su centro o su pretexto en Trieste abarca en realidad el vasto ámbito de "todas las Europas", sugiere un itinerario sentimental en el que más allá de la fascinación por la ciudad el autor refleja, con palabras amables y a la vez reivindicativas, su nostalgia de la alta cultura, un legado cada vez más secreto salvo en sus manifestaciones superficiales. En este sentido, la evocación contiene un tácito pero firme llamado a la resistencia, expresada a través del elogio –con algo de elegía– de un mundo que es ya menos presente que memoria literaria.
De ninguna parte
Tanto la singularidad geográfica, marcada por el aislamiento y la imponente cercanía del Karst, nombre alemán de la meseta del Carso, como su oscilante historia y su condición de enclave multiétnico, en la frontera con el mundo eslavo, hacen de Trieste una ciudad única que alcanzó su máximo apogeo en las últimas décadas del Imperio de los Habsburgo. La monarquía dual tenía en ella su salida al mar y convirtió el puerto, de obligado tránsito para el tráfico internacional de mercancías, en uno de los más importantes del Mediterráneo, base de una prosperidad que ha dejado huella pese a la decadencia posterior al finis Austriae. Incorporada a Italia después de la Primera Guerra Mundial y disputada con la antigua Yugoslavia tras la Segunda, la ciudad adriática mantiene un estatuto especial en el país transalpino, plenamente integrada pero consciente de su diferencia y orgullosa, o más bien nostálgica, de su ya lejano pasado imperial, emulado en vano durante los años aciagos del Ventennio fascista. Para Jan Morris, el "no lugar" de Trieste, melancólica "capital de ninguna parte", ofrecía por su carácter indefinible y vagamente irreal una "alegoría del limbo". Varada en el tiempo, entre la realidad y la fantasmagoría, seguía siendo a sus ojos un santuario universal de los expatriados.
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