"Hay que educar al público para que sea más audaz"
Aarón Zapico. Músico
Con la soprano Eugenia Boix y el contratenor Carlos Mena de solistas, Forma Antiqva presenta un CD dedicado a Steffani.
STEFFANI: CRUDO AMOR. Eugenia Boix. Carlos Mena. Forma Antiqva. Winter & Winter (Semele).
Acaba de pasar una vez más por el Femás al frente de su Forma Antiqva para presentar La Colpa, Il Pentimento, La Grazia, un oratorio que Alessandro Scarlatti estrenó el Miércoles Santo de 1708, encargo específico del festival sevillano para un año que domina el lema de la Pasión. A toda prisa, entre ensayos, Aarón Zapico atiende a este medio para hablar de su última producción discográfica, un álbum con dúos de Agostino Steffani, que nace producto de su actividad en el festival alemán del Castillo de Ludwigsburg: "Fuimos en 2012 presentando Concerto Zapico, y nada más terminar el concierto el director vino a decirnos que quería que volviéramos el año siguiente. Era el año en que Cecilia Bartoli iba al festival presentando Misión, y nos sugirió algo con música que no fuera de Steffani, pero sí de su entorno. Yo en Holanda había trabajado unos dúos de Steffani absolutamente maravillosos, y al final conseguí convencerlo para hacerlos en el festival. El programa se fue desarrollando, fuimos haciendo conciertos, vimos que funcionaba y se lo comenté a Stefan [Winter, productor y propietario del sello Winter & Winter], le gustó la idea y lo grabamos. Además después de la grabación teníamos una gira de conciertos. Fue maravilloso".
-En los últimos años los discos de Bartoli y Fasolis han dado cierta fama a Steffani, que en cualquier caso era un compositor ya conocido y muy especialmente por estos dúos... ¿Qué papel juegan las grandes estrellas en la difusión del repertorio menos conocido?
-Sí, está muy bien, aunque parecía que ella nos estaba descubriendo algo oculto y misterioso, cuando los dúos eran obligatorios en el aula de canto de la Schola Cantorum de Basilea. Pero está muy bien que Cecilia se comprometa con esto porque puede mover a todos esos programadores que van haciendo siempre lo mismo a que entiendan que hay otras cosas de mucha calidad. Steffanis hay unos cuantos, compositores extraordinarios tapados a lo mejor por Haendel, que, claro, es incontestable. En España mismo tenemos un repertorio tan rico, tan variado, que siempre nos empeñamos en comparar, es que no es Bach ni Haendel, toma, claro, ¿y qué más da? Si esa es la vara de medir, no pasa nadie. No haríamos otra música. El otro día veía la lista esa que se hace a nivel internacional con las obras más tocadas y es increíble, es que seguimos oyendo lo mismo año tras año. Hay que educar al público para que sea más audaz. En los extremos: lo mismo en la música orquestal, que en la contemporánea que en la antigua. Hay que decirle, mirad, este año vamos a dejar de hacer el Oratorio de Navidad de Bach, porque tenemos este otro que es excelente también. Y si el público confía en el programador vas sobre seguro. Pero como muy pocos arriesgan, terminamos haciendo siempre lo mismo, y no evolucionas.
-¿Qué puede decir de la música de Steffani?
-El tratamiento de las voces es muy exigente. Es una vocalidad instrumental. Uno se enfrenta a estas obras y no sabe si son sonatas en trío. El otro día lo hablaba con Jorge [Jiménez, concertino del grupo para el oratorio de Scarlatti presentado en Sevilla] y le decía que teníamos que hacer esta música con dos violines, que la gente lo iba a alucinar. Es un lenguaje instrumental, de una riqueza, una sofisticación... Yo creo que la personalidad esta que Steffani tenía de diplomático, religioso, músico influye mucho... Un hombre de una cultura tremenda, viajadísimo. Y la música hace un perfecto retrato de él. Ese paneuropeísmo que hay ahí es una cosa abrumadora. Llevamos quince años de grupo. Normalmente yo cifro las partituras, se discuten cuatro o cinco cifras y así queda el continuo. Para esto, estuvimos los tres [sus hermanos Pablo y Daniel, junto a él, núcleo básico del grupo] un fin de semana entero en Zaragoza. Los tres, con un piano, mirando acorde por acorde para decidir qué hacer en cada compás: esta disonancia, la acompañamos, no la acompañamos, cuándo resolvemos, antes, después... Era una cosa tremendamente complicada. Esperemos que la gente sepa apreciar este trabajo. Creo que es nuestro disco más refinado y maduro.
-Lo que da también muchas opciones a la hora de la interpretación.
-Si me dedico a la música antigua es por eso precisamente. Escuché el disco que de este repertorio hizo en su día Claudia Cavina a posteriori. No tiene nada que ver con el nuestro. Ahora bien, me parece una maravilla. Ahí está la riqueza de esta música.
-¿Qué puede esperar de estos dúos quien los escuche por primera vez?
-Es una música de una extraordinaria sensualidad dentro de un compendio de los afectos barrocos. Steffani sabía aglutinar en su música eso de los gustos reunidos. Tiene un poco de perfume francés, algo de esencia italiana, con el contrapunto alemán... Es como un pantone de colores. Si te preguntan qué es la música barroca, puedes darle a quien sea el disco tranquilamente. Porque es eso. Está ahí todo, el tratamiento del color, de la retórica. La música dibuja los afectos de los poemas con una eficacia asombrosa, porque además es muy sofisticado, no se trata de una cosa simple. Ahí te das cuenta de las grandes diferencias de nuestro mundo con el del siglo XVIII, del poco nivel que tenemos ahora en el terreno dialéctico, en la exposición de un discurso. Esa cosa tan barroca del delectare, docere, movere como los principios básicos que debe cumplir cualquiera que hable en público está en la música. Esa pobreza que percibimos ahora en la gente que nos habla, en nuestros políticos, por ejemplo... Nos cuesta trabajo entender la importancia que entonces se le daba al discurso. Y estos dúos son un ejemplo genuino de todo eso.
-¿En qué camino entre el XVII y Haendel situaría la vocalidad de Steffani?
-Hacemos dúos de dos épocas de su vida. Los tardíos están en la óptica operística. De algunos te dicen que es Haendel y te lo crees. Hay otros más arcaicos, con acompañamientos más reposados, del Seicento. El continuo es más simple, mientras que las partes de arriba están más elaboradas. Qué pasa en Haendel, que todo está elaboradísimo. Esa es la gran diferencia. Como si a Steffani el talento se le hubiese acabado arriba y el continuo fuera más simple.
-¿Por qué Eugenia Boix y Carlos Mena para esta música?
-Teníamos muchas ganas de trabajar con Carlos Mena. Salió la oportunidad de este proyecto, y ha sido uno de los descubrimientos del grupo. Aparte del trato personal, que es inmejorable, desde el punto de vista profesional, para mí dirigir a alguien como Carlos Mena es un privilegio. El dominio de la técnica, de la retórica es algo maravilloso. Hay veces que lo escucho y me olvido de que tengo que dirigir. No pude imaginar un cantante mejor. Él nos propuso a Eugenia para esta música y también fue un descubrimiento sensacional. Ahora trabajamos mucho con los dos. Con la tontería en mayúsculas que hay ahora con los contratenores, tener en España a alguien como Carlos Mena es un lujo que creo que no sabemos valorar.
-¿Algún otro proyecto especial en marcha para el disco?
-Quiero hacer un Dido y Eneas con escena sonora. Utilizar para grabar espacios naturales que se correspondan con lo que ocurre en la ópera: la caverna, el puerto... Es una idea un poco loca, pero a Winter le ha encantado y la estamos desarrollando.
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