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Mi vecino Loren nació en Zurich, hijo de emigrantes andaluces. Probablemente no sepa que en esta ciudad suiza murió y está enterrado James Joyce (1882-1941) y en ella, además de en París y en Trieste, escribió entre 1914 y 1921, es decir, durante los cuatro años de la Primera Guerra Mundial y sus devastadoras secuelas, parte de la novela Ulises. Hoy es Bloomsday. Se cumplen 120 años de aquel 16 de junio de 1904 en el que transcurre la acción de una novela cuyos admiradores y detractores crecen por igual pero que a casi nadie deja indiferente.
James Joyce muere el 13 de enero de 1941. Francisco García Tortosa (1937-2024) tenía tres años y medio. Nació en plena guerra civil en La Ñora, un pueblo de la sierra murciana y hace casi un mes que falleció habiendo sido el primer catedrático de Filología Inglesa de la Universidad de Sevilla. El Bloomsday, tributo a la memoria del agente de publicidad Leopold Bloom, es una especie de santo laico, uno de los pocos que aparece en el santoral de la literatura. En una ocasión, con García Tortosa de testigo, dije de broma que el euro era en realidad un homenaje al Ulises de Joyce porque su conversión en la moneda patria (166 pesetas) era en realidad un guiño al 16 del 6, el día en el que para que nadie se olvide de Nora Barnacle, su amor de toda la vida, Joyce ubicó temporalmente el desarrollo del Ulises.
"Yo no soy como Jesucristo. No puedo caminar sobre las aguas", decía Joyce a sus amigos pidiéndoles dinero para coger un barco. Lo cuenta Richard Ellmann en su biografía del escritor irlandés. García Tortosa sería uno de sus apóstoles y abusando de una figura evangélica, tuvo una vida oculta repartida entre Leeds, Salamanca y Santiago de Compostela hasta que en Sevilla, a casi tres mil kilómetros de Dublín, conoció la verdad revelada. En Sevilla descubre el Ulises y en Granada, en un simposio, coincide con el biógrafo de Joyce.
¿Qué queda del Ulises en Sevilla? Hace unos años había hasta un busto del escritor en el Trinity Bar, el bar irlandés que Manuel Otero Alvarado, director del hotel Inglaterra, abrió en los bajos de este establecimiento de la Plaza Nueva. Todo apóstol tiene sus discípulos y a García Tortosa le salieron unos cuantos: Juan Antonio Maesso, Ricardo Navarrete, María Losada Friend, Antonio Rivero Taravillo, Antonio Molina Flores, Mercedes de Pablos, Antonio Maíllo, Paco Gallardo...
Están las torres, réplicas de la torre Martello en la que arranca la historia. "Solemne, el gordo Buck Mulligan avanzó desde la salida de la escalera", en la traducción de José María Valverde, poeta, traductor, cacereño de Valencia de Alcántara. "Majestuoso, el orondo Buck Mulligan llegó por el hueco de la escalera", en la de García Tortosa. Un extremeño y un murciano traduciendo a un escritor insular. En la torre de la Plata se han hecho lecturas del Ulises algún Bloomsday. Y a los pies de la torre de los Perdigones regentó un bar Eloy, que trabajó muchos años en Flaherty, la taberna irlandesa de la calle Alemanes en la que un 16 de junio de 2002 vimos después de las lecturas en la Casa de la Provincia el España-Irlanda del Mundial de Japón y Corea. Quizás la construcción más afín a la torre Martello sea la del ferrocarril que está entre Torneo y el río, donde estuvieron los estudios de Radiópolis.
Este año ha ganado Suiza el festival de Eurovisión, pero Irlanda es una de las potencias musicales del continente. Y en los ganadores del Nobel de Literatura, que nunca recibió James Joyce, pese a que lo llegó a proponer el primer ministro de su país Desmond Fitzgerald. Joyce no lo ganó pero tenía mano de santo, porque muchos escritores que se interesaron por un ejemplar del Ulises lo terminarían obteniendo: Yeats, Hemingway, André Gide, Samuel Beckett, hasta el primer ministro británico Winston Churchill. Irlanda contó en la Expo 92 con un comisario de categoría: Denis Rafter, que además de buen conocedor de la literatura irlandesa (y de sus ciclistas: el pabellón tenía la bicicleta de Sean Kelly, ganador del Tour de Francia) ha trabajado mucho con la española: montajes sobre Santa Teresa de Jesús, el Quijote, San Juan de la Cruz, el más reciente sobre Nebrija. Una de sus iniciativas durante la Expo fue hacer flotar sobre las aguas del río Guadalquivir un Gulliver gigante, el personaje de Jonathan Swift (1667-1745), dublinés como Joyce, con un apellido que ha fagocitado una popular cantante de Pensilvania.
La Junta de Andalucía debería homologar el Ulises como catálogo oficioso de la comunidad. Ronda y Algeciras aparecen en la última página de la novela, en el desenlace del monólogo onírico de Molly Bloom, gibraltareña de cuna. Hay que remontarse al Manual para Viajeros por Andalucía y lectores en casa de Richard Ford para encontrar un elogio tan encendido, ese libro de viajes en el que dice que "las cabras y los contrabandistas siguen siendo los ingenieros de caminos de la Serranía".
Yo llevo cuatro décadas dándole vueltas al Ulises de Joyce. En 1985 compré los dos volúmenes de la traducción de José María Valverde (Editorial Lumen), que nunca llegué a leer. Son los números 112 y 113 de la colección Palabra en el Tiempo. Curiosamente, el 111 y el 114 son de Franz Kafka, los Diarios y El Proceso, respectivamente. Autor checo del que se acaba de conmemorar el centenario de su muerte y que nació un año después que Joyce. En sus páginas conservo una entrada de un partido de fútbol Real Madrid-Athletic de Bilbao. Lo tuve que ver muy bien: Fila 1, asiento 273, puerta 36. Y por detrás un plano del Santiago Bernabéu y dos teléfonos de Alfredo Relaño. El año que compré ese Ulises, Rafael Gordillo fichó por el Madrid.
Con el Ulises traducido por García Tortosa y María Luisa Venegas (número 300 de Letras Universales de Cátedra) rompí ese tabú. Me lo dedicó el 11 de junio de 1999, hace 25 años, y lo leí dos veces. La primera lo terminé el 31 de enero de 2002, unos meses antes del España-Irlanda en el Flaherty (goles de Keane y Morientes que se resolvió en los penaltis); la segunda, el 8 de junio de 2004, ocho días antes del centenario del Bloomsday y también en el siglo de la Cruzcampo, que en esa época pertenecía a la Guinnes irlandesa.
Cien referencias a la cerveza hay en el Ulises de Joyce. Un icono fundamental de este libro además de los caballos, Shakespeare, los utensilios de afeitar, la Biblia y las andanadas al nacionalismo. Hay una foto maravillosa de Marilyn Monroe leyendo el Ulises en el descanso del rodaje de una película. Está claro que a Norma Jean le gustaba todo lo relativo a Irlanda. En la biografía de Richard Ellmann hay tres Kennedys. En la primera página de su introducción, García Tortosa dice que en junio de 1998, la revista Time proclamaba a Joyce como el autor más prestigioso del siglo XX en un podio en el que le acompañaban Picasso, Louis Armstrong y los Beatles.
"Tú, mientras tanto, forjabas / en las ciudades del destierro, / en aquel destierro que fue / tu aborrecido y elegido instrumento, / el arma de tu arte, / erigías tus arduos laberintos, / infinitesimales e infinitos, / admirablemente mezquinos, / más populosos que la historia". (Jorge Luis Borges, Invocación a Joyce). Borges también está enterrado en Suiza y tampoco obtuvo el Nobel de Literatura.
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