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"Los grandes monstruos se quedan contigo para siempre"

Augusto Cruz. Escritor

El autor mexicano publica con Seix Barral 'Londres después de medianoche', una novela policíaca a partir de la película de Tod Browning y Lon Chaney.

El escritor mexicano Augusto Cruz.
Pilar Vera

06 de julio 2014 - 05:00

-Da la impresión de que Londres después de medianoche es un homenaje en varios frentes. ¿Desde cuándo quería escribirla?

-Desde muy joven la novela policíaca y el cine se convirtieron en dos de mis pasiones. Durante la escritura nunca me detuve a preguntar si había alguna novela parecida, simplemente sentí que me gustaría leerla, y al no encontrarla decidí aventurarme a escribirla. Es un homenaje al cine tanto como una manera de expresar lo importante que ha llegado a ser para nosotros, y lo trágico que fue la pérdida de sus primeras décadas. Cuando el detective protagonista recibe el encargo de encontrar la cinta original de Londres después de medianoche a través del famoso coleccionista Forrest Ackerman -a quien tuve la oportunidad de conocer a sus 90 años-, la búsqueda sirve para indagar en la memoria y el olvido y el valor que tienen para nosotros los objetos. Fue un proceso de escritura de cinco años, de mucha investigación, pero creo que valió la pena.

-¿La historia permaneció estática o fue evolucionando?

-La historia original se inició como una subtrama de otra novela policíaca en torno al narcotráfico en México. Cuando decidí profundizar más en esa otra historia, decidí también escribirla usando técnicas de guión: que el conflicto apareciera, así como el ritmo. Buscaba también tener lo mejor de dos mundos: una historia con atmósferas, personajes dimensionales, conflicto, descripciones, pero también que hubiera ritmo y agilidad.

-¿La película Londres después de medianoche tenía realmente esa mala fama que también tenía Nosferatu, por ejemplo?

-La cinta siempre tuvo un efecto extraño, quizás hipnótico en los espectadores, sobre todo a partir desde esa visión del vampiro que creó Lon Chaney. Es una imagen que quien la ve no la olvida. Chaney moriría un par de años después de filmar la cinta, y de algunos actores no se supo más, como en el caso de Edna Tichenor. Hubo cines que se incendiaron durante la proyección, lo que no hizo más que alimentar la leyenda. Un joven, precisamente en Londres, asesinó a su novia e intentó suicidarse. y argumentó que la imagen de Lon Chaney en esa cinta le incitó a ello. Todo eso, sin contar con los rumores de exhibiciones clandestinas ... Algunos objetos tienen esa característica de atraer o repeler, de maravillar o de hacernos soñar.

-¿Qué tenía la sociedad de los años 20 para tenerlos a ellos, y qué tenemos nosotros para tener Crepúsculo?

-Grandes atmósferas, buenas historias, un halo de misterio que el cine por desgracia ha perdido. La popularidad reciente del vampiro es una muestra de que el mito permanece entre nosotros, bien o mal desarrollado. El conde Drácula no aparece físicamente en la novela de Stoker más que en unas pocas páginas, pero su presencia se siente a lo largo de la historia; lo mismo pasa con el Conde Orlok en Nosferatu: los minutos de Max Schreck en pantalla no representan gran parte de la cinta, pero su presencia y la atmósfera lo mantienen en nuestra mente. Algunos tratamientos del vampiro en años recientes parecen querer destruir al mito en aras de popularizarlo. Ciertos libros y películas han sido verdaderas estacas al corazón del mito, pero también hay algunas historias arriesgadas que logran escaparse del estereotipo de vampiro juvenil y melancólico. Pero creo que los actuales efectos especiales podrán, en manos de narradores hábiles, mantener el mito del vampiro saludablemente inmortal.

-De entre el reparto del filme, ¿por qué escogió como personaje a Edna Tichenor?

-Quien haya visto aunque sea en fotogramas el papel de Luna, the Bat Girl, no puede quedar más que admirado por su presencia. A su manera, Edna representa una parte de lo que pasó con el cine mudo. Si perdimos cintas, también se perdieron actores. El cine era sólo un pasatiempo y nadie pensaba que se convertiría en un arte. Para quienes actuaban en las películas mudas este era un trabajo como cualquier otro, como laborar en una oficina, en un banco. Una gran mayoría seguramente regresó a sus pueblos de origen con su única película bajo el brazo. Louise Brooks, símbolo sexual de su década, terminó trabajando en el mostrador de Saks por algo más de 30 dólares a la semana.

-Una de las cuestiones que surgen leyendo este libro es precisamente cuánto se ha perdido del patrimonio del cine mudo y por qué ese afán de olvido.

-Más que un afán de olvido, podemos pensar en una serie de eventos desafortunados. El cine no era aún considerado un arte, sino un invento novedoso: fotografías en movimiento. Ninguno de nosotros estuvo presente cuando la literatura, o la escultura o la música se convirtieron en arte, pero sí tuvimos la oportunidad de presenciar el nacimiento del cine como arte. La llegada del sonoro transformó esa forma de contar historias sin palabras. Por otro lado, conservar esas cintas mudas era costoso para los estudios de cine, así que decidieron tirarlas, usarlas en incendios para otras películas o quemar el nitrato para extraer la plata del material fílmico; lo mismo pasó con las escenografías y los fastuosos decorados. Más del 80% del cine mudo que se filmó desapareció. Es una pérdida comparable a la biblioteca de Alejandría. Imaginemos que un seguidor de Star Wars, le decimos que, de toda la saga, sólo tenemos tres minutos: una escena donde una extraña mezcla de caballero negro y robot le dice a un joven a quien le acaba de cortar la mano que es su padre. Descubrir trozos de cintas es como encontrar un pedazo de una pirámide o un papiro .

-Su Londres después de medianoche realiza diversos juegos de sombras: juega con las insinuaciones, con lo misterioso sobrenatural, pero también con lo inconcluso y con la cualidad de irrealidad de la propia existencia. ¿Cómo llegó a todo esto?

-Los misterios sin resolver hacen que generaciones de seres humanos se sientan atraídas por ellos. Jack El Destripador, el manuscrito Voynich... necesitamos misterios para seguir viviendo. Esos mapas con espacios en blanco con la inscripción de Territorio desconocido, impulsaron a los exploradores a aventurarse a completar los mapas. Uno de los personajes de la novela cree que el ser humano necesita de esos misterios, y que algunos debieran ser intocables a cualquier precio. Piensa que cuando esos mapas fueron quedándose con menos espacios en blanco, el mundo tal vez se volvió más seguro y reconocible, pero perdió algo de ese misterio que nunca podrá recuperar.

-La predileccion por los monstruos, a lo fuera de lo corriente, está también muy presente.

-Tenemos una deuda innegable con los monstruos porque forman parte de nosotros más de lo que queramos aceptar. Muchos representan nuestros miedos y anhelos. Los grandes monstruos se quedan contigo para siempre a pesar de haberlos vencido. Nos dan fuerza y se vuelven nuestros amigos y compañeros. Estos monstruos son la parte de paria de nosotros mismos, evidencia lo que la sociedad rehúye, teme o ataca porque no logra entender. En cierta manera el mismo monstruo que atemoriza nos protege. La oscuridad, las sombras, lo extraño es más atrayente que la luz, que la perfección. Algunos personajes de la novela son monstruos, proscritos, forasteros, parias, seres alejados del mundo, o los últimos de su especie.

-Por no hablar del espacio que ocupan los distintos fetichismos y mitologías -menos sofisticados, más reales, más intensos- del México profundo.

-La novela funciona a diferentes niveles de lecturas, desde una trama policíaca, un ensayo amigable sobre el cine mudo y su desaparición; a momentos puede ser simbólica o mitológica, pero eso depende de los lectores. Si debía imaginar en qué clase de lugar se pondría al límite la capacidad de un ex agente del FBI, era en este México conflictivo de fosas clandestinas, migrantes asesinados, pueblos en poder del narco, mantas con mensajes y descabezados.

-Otra nota a destacar es la importancia de lo decadente, casi protagonista por sí misma de la novela.

-La decadencia de personajes, lugares, incluso de sociedades tienen una belleza especial. En esas horas bajas también hay lugar para momentos de genialidad. Me atraen más los personajes olvidados y que viven en las sombras que los luminosos. Es en los momentos en que el barco se hunde o la batalla está perdida, cuando el trágico heroísmo cobra mayor valor. Como dijo el periodista y anarquista mexicano Ricardo Flores Magón: el abismo no nos asusta, es más bella el agua despeñándose.

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