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Una libertad sacrílega

'DOBLE FUGA DE AMOR Y MUERTE'. Jean Legrand. Trad. Manuel Arranz. Periférica. Cáceres, 2016. 56 páginas. 10,50 euros.

Ignacio F. Garmendia

07 de febrero 2016 - 05:00

Podemos ver su figura enjuta y su rostro afilado en varias fotografías entre los años 30 y el medio siglo, pero de Jean Legrand (1910-1982) no tenemos más datos que los que acompañan a la edición de esta hermosa nouvelle rescatada por Periférica, que lo presenta por primera vez en castellano de la mano de un texto inédito hasta 2013. Impresor, editor y creador, se nos dice, de un movimiento llamado sensorialismo, Legrand frecuentó a los surrealistas, militó en la izquierda y tuvo amigos y valedores ilustres como Paulhan y Queneau, que le abrieron las puertas de Gallimard, pero después de estrenarse como autor en la segunda mitad de los 40 se retiró a las inmediaciones de Montpellier, donde había nacido, dejó de publicar -pero no de escribir- y desapareció de la vida literaria, al parecer dedicado a la profesión de viajante. A Philippe Blanchon, principal artífice de la recuperación de Legrand en los últimos años, debemos el conocimiento de esta obra incandescente, delicada y extraña.

A partir de un contexto mínimo, Doble fuga de amor y muerte recrea el prolongado encierro de dos jóvenes, Ange y Nin, en una casa de campo, lejos de la ciudad -presumiblemente el París ocupado- y del fragor de una guerra apenas sugerida, entregados a la tarea de amarse sin descanso. Acogido a una poética de raíz simbolista -el entorno natural se suma a la fiesta de los cuerpos- que mezcla sensaciones y conceptos sin caer en la delicuescencia, Legrand no cuenta nada, en realidad, pues se limita a sugerir y a celebrar la cohabitación de los amantes, los dulces embates, el "incienso de la sangre viva", la lasitud después de la batalla, frente a un despertador parado que marca desde hace mucho las doce menos veinte. Ebrios de "una libertad sacrílega", arrastrados por "un vuelo sin remedio", ambos viven un tiempo sin tiempo en el que conviven el esplendor y la conciencia de la finitud, enlazados en una sola voluntad que -como leemos en el artículo que cierra el volumen, Nacimiento del amor, publicado por el autor en su revista Le Bon Sens (1942)- parte desde la mente "para irradiar la carne". Densa, depurada, luminosa y a la vez oscura, la prosa de Legrand no se queda en el lirismo decorativo, de ahí su capacidad -admirable- para expresar lo que no puede decirse con palabras.

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