"Un poema debe tener algo de ofrenda y algo de agitación"
Alejandro Simón Partal. Poeta
El autor malagueño publica 'Los himnos abdominales', una obra en la que hace, desde una voz más serena, una "apología de la luz y el cuerpo".
En El guiño de la chatarra y Nódulo noir, Alejandro Simón Partal (Estepona, 1983) revelaba una rara inteligencia que le permitía, pese a su juventud, plasmar con la intensidad inquietante de sus imágenes la turbiedad y la maravilla del mundo. Aquel hombre en cuyos sentimientos convivían la embriaguez y el pavor -conmovía ver en sus versos a un poeta midiéndose con la vida- camina ahora hacia terrenos quizás más luminosos en Los himnos abdominales (Renacimiento), una propuesta en la que indaga en la espiritualidad y el misterio de los cuerpos. Una obra con la que Simón Partal se afianza como uno de los autores más singulares de su generación, dueño de una poética culta que respeta y vuelve la mirada al legado de sus maestros pero que ante todo brinda al lector, con su honestidad y su ambición formal, una experiencia ética y estética. Este autor "auténtico, emocionado, hondo", como lo define Antonio Lucas, presentará su tercer libro este martes en Sevilla, en el Centro de Iniciativas Culturales de la Universidad (Cicus), el jueves en la Casa de la Juventud de Estepona y el sábado en la Feria del Libro de Málaga.
-Desde ese título de Los himnos abdominales, el libro remite a la tradición grecolatina y a la relectura que han hecho de ella autores como Juan Antonio González Iglesias.
-Verdaderamente he estudiado esa poesía y es la que más me interesa: la que celebra la existencia, que hace apología de la luz y del cuerpo. He hecho la tesis doctoral sobre la influencia de la tradición grecolatina en la poesía última, y en ella analizo la obra de González Iglesias, pero también de autores anteriores como Gil-Albert, García Baena, Vicente Núñez, hasta Villena e incluso voces jóvenes de ahora. Pero por fortuna creo que en el libro no se ve esa relación con autores de los que soy lector, aunque sí está el aura de esa poesía desde el título: buscaba uno sugerente que englobara lo que pretendía, esa mezcla de ofrenda y agitación que entiendo que tiene que ser un poema.
-En esa poesía, como llega a decir usted en sus versos, "la juventud / y la belleza son una cuestión moral".
-También como dice François Cheng la belleza es misterio porque el universo no está obligado a ser bello. Pero no hablo de la belleza como apología de un canon estético, también hablo de ella en su vínculo con lo vital. Intento huir de la poesía que se escuda en la oscuridad, que se camufla tras ella. Hay un poco de oscuridad, sí, no logro salir de eso, pero mi propósito ha sido ir hacia la luz.
-Eso le iba a decir, que en este libro asoma menos ese componente de amenaza que había en Nódulo noir. Hay en esta nueva obra, o eso parece, menos imágenes inquietantes.
-Me intenté alejar de eso conscientemente, pero también de una forma natural, porque el pulso normal de alguien que escribe es ir avanzando hacia otra cosa. Quizás, por la edad, uno va hacia la celebración de lo que tiene, como parte de un proceso hacia la madurez, supongo. Cuando escribía leía a otros poetas como Álvaro García, Antonio Lucas, Chantal Maillard, que parten en su obra del desengaño, de la inestabilidad o la sensación de no estar cómodos en el mundo, pero mantienen una puerta abierta. La poesía tiene que encontrar la salida.
-"Todo en mi cuerpo nació para estar vivo", proclama en uno de los himnos que abren el libro. Pero la muerte está muy presente también en el recorrido que espera.
-Seguramente eso se debe al miedo a que se acabe la estabilidad. Cuando te vas haciendo mayor hay gente que va desapareciendo, y esa pérdida al final, inevitablemente, va formando parte de tu literatura. Es absurdo que un poeta de 30 años recurra a la muerte, a mí mismo no me cuadra cuando veo a autores muy jóvenes hablando del tema, supones que en ellos hay más una influencia que una voz verdadera. En mi caso entiendo que hay miedo a que la cosa se acabe, ya sea una situación de estabilidad o una pareja, lo que pueda distorsionar una situación vitalista. Hay un poema que transcurre en una piscina...
-Precisamente tenía apuntados esos versos, porque tienen muchísima fuerza: "...y tus padres ahí, agonizando; / tus padres inminentes cadáveres y esas / aguas meciéndonos el sexo / como se mece a un niño tonto / del que se esperan muchas cosas".
-Es un momento tan intenso que la muerte acecha, pero aparece para justificar lo vivo. Es algo que ocurre también en otros poemas.
-Como en sus anteriores libros, el amor se erige en un campo de batalla. "Este deseo es una cama (...) por la que luchan / cuerpo a cuerpo / mil leprosos".
-El arte está levantado por el deseo y por el desamor, todo lo que nos conmociona y nos conmueve. En esas escenas hay una ambigüedad premeditada. No me gusta la poesía heteruza en la que hay un género muy marcado. Estoy muy interesado en cómo Beatriz Preciado trata la sexualidad o cómo González Iglesias habla de la vitalidad del sexo, del amor; en el tratamiento del deseo en la producción de Cernuda o Lorca. Todos esos estudios, esas lecturas, me han marcado y son ya ineludibles en mi obra.
-Ese intento de ir hacia la luz del que ha hablado antes propicia que el poeta, aun asomándose a los abismos del mundo, tenga una voz más calmada.
-Eso me interesaba y lo he hecho de una manera calculada. Y se refleja en la forma: no me apetecía volver al impulso, a eso de soltar flashes o acabar de una forma ingeniosa; me siento más cercano a los poemas de largo recorrido, al poema como reflexión, que tenga más contención y más serenidad y también más sustancia. Canción en blanco, de Álvaro García, me parece un libro maravilloso. Hay poemas de cinco líneas que son sublimes, pero ahora estoy en una etapa en la que me gustan los que poseen más entidad, un desarrollo intelectual.
-"Definirte es empobrecerte", asegura en uno de los fragmentos. El poeta asume su incapacidad para nombrar la vida en toda su magnitud.
-Quizás por eso se siga escribiendo, por esa incapacidad de poder dotar a los poemas de lo que queremos en ellos. Este libro responde también a las insatisfacciones del anterior, supongo que es una especie de cadena que marca el ritmo. De Los himnos abdominales Adolfo Cueto destacaba que había definiciones muy ingeniosas, y Antonio Lucas, que ha escrito el texto para la contraportada, señala que en él busco el lado incógnito de las palabras. Es verdad que perseguía eso: ir al lugar más incógnito del lenguaje, dejarme desorientar un poco por él. Desde la no definición, si conseguimos definir el poema tal vez lo damos por cerrado.
-Y no se trata de eso: sino de contribuir al misterio.
-Creo que los poemas no tienen que comprenderse del todo, tienen que originar más preguntas que respuestas. Porque escribimos desde la incapacidad, desde la duda, desde la inseguridad, y porque hoy no hay certezas.
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