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Un poeta empieza

Lugares comunes | Crítica

El poemario «Lugares comunes» inicia la trayectoria poética de Manuel Jesús Pacheco Alvarado

Manuel Jesús Pacheco Alvarado / DS
Gonzalo Gragera

17 de septiembre 2023 - 11:22

La ficha

"Lugares comunes"

Manuel Jesús Pacheco Alvarado

Cuadranta editorial. Valencia, 2023. 76 páginas. 15.00 euros

La vida, la muerte y el amor. Los temas de siempre. Manuel Jesús Pacheco Alvarado toma estos tres vértices de la creación literaria para estructurar su poemario, cuyo título lleva por nombre Lugares comunes. El conocido poema de Miguel Hernández sirve de inspiración e inaugura el conjunto: “Llegó con tres heridas / la del …”. La triada –una triada que todo lo define- propicia las reflexiones, las imágenes, las ideas del poeta. Es este un libro de un autor que empieza. Con sus tanteos, con sus temas y con sus tonos inevitables. Pero también con sorpresas que son síntomas de una voz que ya despierta.

Por Lugares comunes discurren la rebeldía, el amor de la adolescencia, los tributos a la memoria sentimental –ciudades, fiestas-, los poemas más o menos de circunstancias, las anécdotas más o menos personales. Es decir, el lugar común de todo poeta que empieza, que casi siempre es el mismo poeta. No obstante, de aquí y de allá, leemos un enfoque que nos gustaría remarcar –que invita a detener la lectura-, una mirada en la que se nota una diferencia. Esa expresión tan manida de la voz propia. A la poesía de Pacheco Alvarado, a veces, se le ven las costuras, pero en otras nos convence la agudeza y la lucidez. Un ejemplo en el soneto Fiesta en casa de un amigo en común: “La luz de la belleza dilataba / los ojos y la copa ya servida”. O en el poema Nido de varias aves, que dice así: “Las aves del gozo y la pena / laten justo en el mismo nido / donde viene a poner sus huevos / el buitre voraz de la muerte”. Es probable que este sea uno de los poemas más conseguidos del poemario.

Destaca también el sentido del ritmo. Pacheco Alvarado domina la música del poema –se graduó en Filología Clásica y en Estudios Ingleses-. Observamos una intención constante por ir más allá del serio corsé de la versificación. Por dotar al verso de una estructura en lo rítmico, pero que no suena forzada, que pasa desapercibida en la lectura. Puede que aquí tengamos una de las claves de un poema: lograr una naturalidad en un artificio –ritmos, rimas, acentos, metros, palabras-. Subrayamos los siguientes versos sobre todo lo que estamos contando: “Con mi respiración profunda, / callada y ciega de disfrute, / el melisma de tu orgasmo. / De tus notas, mi favorita / es el sí que se repite”, escribe el autor en el poema Nocturno para dos pianos. Acorde con lo que ahora hablamos de la música, el sonido y los ritmos.

Aquí y de allá, leemos un enfoque que nos gustaría remarcar –que invita a detener la lectura-, una mirada en la que se nota una diferencia.

Variedad en la métrica y en las formas. El soneto, alguna que otra soleá, poemas en prosa. En Manuel Jesús Pacheco Alvarado se nota el acopio de lecturas. Y en este libro da muestras de algunos de sus maestros: Borges, Yeats, Virgilio. O de sus referentes más cercanos: José María Jurado, Felipe Benítez Reyes, Enrique García-Máiquez. Se ha repetido muchas veces la ingeniosa idea del autor como hijo que inventa o escoge su genealogía. Su linaje. Su estirpe. La elección del poeta andaluz abarca propuestas muy diferentes entre sí. Propuestas que sin duda enriquecen a cualquier autor y que son señal de un lector con criterio. Y en este apartado de homenajes a los maestros, Pacheco Alvarado cita al periodista y escritor Antonio Lucas en el poema Contigo: “Estar contigo es más que solo estar / con alguien en un mismo espacio y tiempo, / es zambullirse en costas felicísimas, / conversar con los ojos llenos, verse / ardiendo en el rojo de tus labios de lumbre…”. Y concluye: “soñar que sueñas que te estoy soñando / recordar que no quiero vivir muerto”.

Quizá más prescindibles sean esos poemas en los que se percibe un paternalista tono de coach o de libro de autoayuda, que es un registro habitual en el poeta joven –en cualquiera-. También se hubiese ganado con una depuración del preciosismo verbal –que es a su vez una expresión muy preciosista-. A propósito de estos apuntes citamos el poema Ni más ni menos. Un fragmento: “Fue un amor breve e intenso, / fue un espresso / para dos delicados paladares / que supieron ponerlo en valor. / ¿Crees, amor, que hubieran hecho falta / más intento, vivencias y palancas? / Sé que opinas, igual que yo, que no, / que fue bello enfrascarlo en el recuerdo…”.

Hallazgos notables y ecos previsibles. Los logros ya maduros y lo que aún está por venir. Bases, técnica e ideas. Un dominio de la forma y algo que pulir en la expresión. Manuel Jesús Pacheco Alvarado inicia el recorrido de su poesía en Lugares comunes. A la espera quedamos del siguiente destino.

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