"Te haces viejo cuando te aíslas de los demás"
Pony Bravo | Entrevista
Seis años después de su anterior entrega, el grupo sevillano presenta por fin este viernes, en la inauguración de la temporada del Teatro Central, su esperadísimo cuarto disco, 'Gurú'
Sevilla/Con su debut, Si bajo de espaldas no me da miedo (y otras historias), se les puso una cara de grupo generacional que daba miedo. Hoy, 12 años después, Pony Bravo es uno de los escasísimos grupos de rock españoles importantes y significativos de la última década, y ha llegado a serlo por la vía más arriesgada o por la menos obvia, como se prefiera. Sin renunciar al humor ni a su modo ajeno a nociones jerárquicas de relacionarse con la herencia popular andaluza, los sevillanos han ido ahondando más en cada disco –Un gramo de fe (2010) y De palmas y cacería (2013)– en su exploración de géneros asociados al underground y a la experimentación, desde el dub hasta el kraut pasando por el exotismo lo-fi o los géneros clásicos de la electrónica. Gurú, que por fin cuenta con edición física a cargo de Telegrama en colaboración con La Cúpula Music y Keroxen, es un disco extraordinario y de digestión lenta que presentan este viernes en el Teatro Central. Hablamos sobre esta búsqueda lúdica e incansable en la que sigue embarcado el Pony con Daniel Alonso, cantante, compositor y responsable de la imagen y la singular cartelería de la banda.
–Han pasado seis años desde el anterior disco, ¿a qué se ha debido ese larguísimo paréntesis?
–Estuvimos dos años girando con De palmas y cacería y veníamos de ocho años seguidos de tocar y hacer disco, tocar y hacer disco y volver a tocar... Además, salieron otros proyectos. Yo le produje cosas al Niño de Elche y Darío y Pablo querían seguir con Fiera. Si hubiéramos hecho el disco con prisas, si nos hubiésemos agobiado por esa idea de que estábamos tardando, la música habría sido mucho peor. Y el tipo de disco que teníamos ganas de hacer no admitía esas prisas.
–Gurú muestra a unos Pony Bravo más oscuros, densos y atmosféricos que nunca...
–Siempre tenemos la idea de no repetirnos. Y en estos años hemos escuchado mucho new wave de los 80 y mucho hip hop experimental que prácticamente se toca ya con la electrónica. Hay también en el disco una influencia enorme de bombos y ritmos de house, de acid, muchos subgraves y bajos de dub... Es una especie de selección de muchas de las cosas que más nos gustan de otros géneros.
–Parecen casi empeñados en ir siempre a contracorriente...
–Hay ya muchos grupos que se basan más en el márketing o en las modas de turno. A nosotros lo que nos interesa es pensar qué elementos no demasiado explorados serían interesantes para incorporarlos a nuestro lenguaje y a nuestro paisaje. Eso, inevitablemente, te lleva a una dimensión más reflexiva. Hoy hay tanta oferta, se consume todo tan rápido en este modelo Netflix de la cultura... Es una época extraña. Pero, dado que de todos modos es dificilísimo que un disco traspase y funcione, en contrapartida uno, si quiere, es más libre para hacer lo que quiera hacer. Entonces se relaja uno y se centra en intentar hacer buena música y en cuidar a esa parte de público muy aficionado a la música, que al final es para el que hacemos nuestra música. Y este disco va hacia esa dirección más que nunca.
–Es decir, que estaban llamados a ser El Gran Grupo Generacional, al menos en Sevilla, sin duda, pero han preferido ser café para los muy cafeteros...
–Es que la gente identifica a los grupos con variables tan simples como este grupo es divertido y modernito o aquel otro es de trap y por tanto gamberro. Y en cuanto metes varias capas de ideas en una misma canción, entonces parece que estás haciendo una cosa muy rara. Pero nosotros no lo entendemos así. Si tu enfoque consiste en que la música que te rodea varíe y crezca, eso te obliga, incluso sin darte cuenta, a que cada disco sea diferente, a probar otros elementos, a preguntarte, por ejemplo, si es posible hacer música en Andalucía con humor y asumiendo su herencia cultural, pero sin que el que la oiga te meta en el cliché chistoso de los Mojinos Escozíos. A mí este enfoque es el que me parece más bonito, porque parte del amor a la música. Y luego está otro enfoque, más mercantilista, más competitivo y más de ego, que por desgracia es que el ha calado más entre el público, que desemboca en eso de este grupo podría ser grande. Si lo que quieres es eso, evidentemente tienes que dedicarte a hacer melodías pegadizas, no complicarte y cero humor, y así puedes hacer discos en tres días como podrías hacer, no sé, ropa.
–¿Y qué es exactamente un grupo grande? ¿Uno que vende mucho, uno muy influyente, uno con un discurso personal y honesto...?
–Si un grupo grande es un grupo que parece que gana mucho dinero o que congrega a mucha gente, entonces ya hay muchos grupos grandes. Nosotros tenemos unos amigos que escuchan mucha música y eso es lo peor que te puede pasar [risas], porque ya se complica uno la vida intentando que existan otros matices. Esa noción del grupo grande es muy tóxica y de hecho muchos grupos se han separado por eso: tampoco es nuevo, el dinero siempre ha hecho que los proyectos se vayan al carajo...
–Defendía usted hace mucho, hablando de su primer disco, que uno de los propósitos de Pony Bravo era demostrar que la experimentación no era incompatible con las expresiones populares. Y eso sigue siendo válido para hablar de la estética del grupo, pero tal vez la balanza se ha inclinado más hacia la experimentación o, si quiera, hacia la dimensión menos popular o espontánea que sí latía fuerte en el debut...
–El marco de la canción pop, de la melodía pegadiza, es tentador, pero dura poco, por lo menos a nosotros no nos apetece seguir llenando ese saco, ya hay muchos músicos que obsesivamente están intentando hacer cosas pegadizas y claro, se simplifica todo tanto... Y más hoy en día en el mundo de Instagram, donde en cinco segundos ya ves qué rollo tiene un grupo, y si le dedicas más tiempo que esos cinco segundos raro será que te encuentres con algo nuevo o por lo menos que no sea la repetición de la repetición de un patrón ya escuchado hasta la saciedad. Nosotros intentamos luchar contra eso, y lo que pasa es que si metes el cuerpo melódico de cuatro canciones en una, por ejemplo, lo que se genera es una estructura que suele percibirse como extraña o experimental. Para nosotros el esfuerzo que supone ese acto de compresión de ideas tiene sentido porque lo que intentamos es hacer temas que puedas escucharlo dentro de muchos años sin que te quemen o te saturen. Eso, supongo, nos acerca más a lo experimental, pero responde a un proceso, a nuestra forma de trabajar, más que una voluntad por nuestra parte de hacer temas raros.
–¿En qué medida Pony Bravo no es sólo sus canciones sino también un modo de hacer?
–Es fundamental para nosotros. Estamos empeñados en no perder la ilusión que hay cuando un proyecto comienza. Es difícil, pero los grupos duran más años si hacen la música que quieren. Hay épocas en las que tienes que colaborar con otros o currar en cosas que no sean la música para pagar el piso, pero y qué. Al principio uno cree que está sacrificando cosas por tener esta actitud, pero luego te das cuenta de que no es tan así. Ahora bien, está claro que si tomas tus decisiones sin pensar en el dinero, en efecto vas a ganar menos dinero. Tienen un coste real esas decisiones, vamos.
–¿Cómo se conjuga esa conciencia siempre vigilante sobre qué hacer y cómo hacerlo en la dinámica de algo que es colectivo?
–En el trabajo de mesa previo, o de documentación, como quieras llamarlo, tenemos muchas conversaciones como ésta para que luego, a la hora de hacer música, no haya que hablar nada y salga todo de manera más intuitiva, sin intelectualizar nada. Es un proceso del día a día, en realidad. Surge en los viajes, colaborando con otra gente... Eso es importante: si no colaboras y no te pringas en otros proyectos, pierdes una fuente de riqueza muy importante para tus propias cosas. Todas las cosas que nosotros hemos hecho con otra gente han conformado en cierta parte nuestro sonido de hoy. Está ese fenómeno clásico del músico que envejece y empieza a hacer discos malos, que yo creo que tiene mucho que ver con eso: te haces viejo cuando te vas aislando de los demás. Por eso nosotros siempre intentamos estar en movimiento y en ese sentido hemos tenido suerte con los amigos. Hay siempre mucha música flotando a nuestro alrededor.
–Los apuntes de crítica política han ido ganando terreno hasta formar parte esencial del discurso del grupo, pero siempre de un modo oblicuo y zumbón, sin caer en la consigna explícita...
–Si esos temas desaparecen alguna vez de nuestras conversaciones, de las cosas que nos importan y preocupan en general, también lo harán de nuestra música. Pero está en el ambiente, ¿no? Lo que tengo claro es que en las letras no hay que caer en la agresividad, porque al final la agresividad genera más agresividad de vuelta.
–"Os parecéis a los Doors y un poco a Triana". Este cliché está tan difundido que quedó ya recogido en Mi DNI, un clásico indiscutible del repertorio de la banda. A estas alturas de la película, ¿les irrita o más bien les divierte?
–A ver [se ríe], es que como mezclamos 15 cosas diferentes al final es complicado, y hay gente muy fatiga que escucha muchos géneros y pillará todas las referencias que metemos y comprenderá de verdad el rollo que queremos hacer, y habrá quien escuche música más comercial que a lo mejor no va a pillar ninguna, pero al final eso qué importa. Si quieres cantar con tu acento, para no estar expresándote como si llevaras una careta artificial, y si encima has crecido en una época muy emo, con una música muy épica y tal, pero a ti te apetece meter cosas con más humor, ¿qué pasa?, que aunque tus grupos de referencia sean Devo y los Beastie Boys y uno quiera hacer una música con esas influencias, te encuentras con eso de comedia con acento andaluz. En última instancia ese tipo de clichés al que te refieres habla más de quien te está comparando que de ti mismo. Y entonces unos te hablan de los Doors y otros de Can. O de los Chanclas, a los que nosotros, por cierto, admiramos, así que no tenemos ningún problema con eso. A mí, la verdad, me parece divertido que cada uno, cuando descubre el grupo, me diga una cosa distinta.
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