Un trío de estreno

Crítica de Música

Pablo J. Vayón

12 de julio 2015 - 05:00

FORMA ANTIQVA

XVI Noches en los Jardines del real Alcázar. Intérpretes: Aarón Zapico, clave; Pablo Zapico, guitarra barroca; Daniel Zapico, archilaúd. Programa: 'Concerto Zapico Vol. 2'. Lugar: Jardines del Real Alcázar. Fecha: Viernes 10 de julio. Aforo: Lleno.

Habitual ya del ciclo nocturno del Alcázar, Forma Antiqva llegó esta vez al recinto palaciego para estrenar su nueva producción, que es continuación de uno de sus programas más exitosos, Concerto Zapico, un recorrido por aires de danza del Barroco sometidos a los procedimientos de glosa, variación y ornamentación que fueron característicos del tiempo y muchos intérpretes actuales han recuperado, en el caso de este trío asturiano con un vigor musical y una fuerza expresiva de extraordinario atractivo.

El programa se estructuró en bloques de danzas pareadas (una lenta y una rápida), tan típicas de la tradición occidental desde la Edad Media, aunque entre medias se coló alguno con estructura de concierto tripartito italiano. Con marionas, jácaras, pavanas, españoletas, folías y otras piezas de concierto salidas fundamentalmente de libros guitarrísticos (Sanz, Murcia, Kapsberger) o conocidas colecciones instrumentales manuscritas, como las de Martín y Coll y Tejada, los hermanos Zapico encontraron una rica variedad de colores, con gamas sutilmente matizadas dentro de la familiaridad de timbres de sus instrumentos, que el clave homogeneizó incluso en ocasiones con el recurso a un sugerente registro laudístico.

Entre la delicadeza general del fraseo, la fantasía en el tratamiento de las texturas, con líneas dobladas o contracantos cruzados de acompañamiento, el refuerzo virtuoso de los bajos, la imaginación ornamental y la flexibilidad del ritmo, Forma Antiqva creó por momentos la ilusión de la atemporalidad (Kapsberger, Grabe y Los Impossibles de Murcia, Toccata de Vitali...), como si esa música que sonaba no fuera ni antigua ni moderna, sino que, desde su singularidad pero también su naturalidad, hubiera estado siempre ahí, esperando las manos que la tocaran, los oídos a los que seducir, que en la tibia noche del viernes en el Alcázar fueron muchos.

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