Sobre los viejos dioses
'Vulva'. Mithu M. Sanyal. Trad. Patricio Pron. Anagrama. Barcelona, 2012. 300 págs. 19,90 euros.
Vulva. Mithu M. Sanyal. Trad. Patricio Pron. Anagrama. Barcelona, 2012. 300 págs. 19,90 euros.
Este libro quizá debiera leerse junto con la Historia política del pantalón, publicado recientemente por Tusquets. Ahí, la historiadora francesa Christine Bard hace un notable acopio de erudición para explicar la accidentada crónica de dicha prenda, y las diversas lecturas, económica, política, social, que ha propiciado su uso desde la Revolución francesa hasta su tardía conquista por la mujer. En Vulva, de la alemana Mithu M. Sanyal, nos encontramos, sin embargo, con una cuestión que contradice, en apariencia, la anterior: el ocultamiento del sexo femenino en la iconografía occidental, desde la aparición de las religiones judeo-cristianas en la cuenca mediterránea.
Así, mientras que Bard documenta la "masculinización", la costosa equiparación entre sexos mediante el uso de una prenda asociada al hombre, en Sayal es la pérdida de cierta iconografía pagana, la vulva de diosas matriarcales de la Antigüedad, lo que da pie a su estudio sobre la obliteración y la condena de los genitales femeninos. Hay que señalar, no obstante, que estas religiones arcaicas, fundamentadas en el mito del eterno retorno, fueron desbancadas en Europa por los monoteísmos. Y que en dichas religiones patriarcales, los atributos masculinos tampoco han disfrutado de mucha publicidad. A pesar de ello, es posible documentar la pervivencia del matriarcado como rito carnavelesco o en las prácticas de brujería, todavía hoy vigentes. Así lo han hecho Bajtin, Michelet, Caro Baroja, Carlo Ginzburg, Heinrich Heine, Jean Delumeau o Lisón Tolosana. En cualquier caso, es el carácter opresivo de esta desaparción, convertida en vergüenza, en tabú, en zona ciega del cuerpo femenino, lo que ocupa mayormente el ensayo de Sanyal. Eso y su tardío redescubrimiento, con carácter vindicativo, en la segunda mitad del XX. Que Sanyal, inopinadamente, defina la filosofía de Kant como un pensamiento hecho para hombres blancos de clase alta, y que la considere todavía en boga en los 60/70 del siglo pasado, si bien le añade cierta sorpresa, no le quita el menor interés a buena parte de estas páginas.
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