"Nunca pretendimos que hubiera un estilo Zapico"
AARÓN ZAPICO, clavecinista y director
Forma Antiqva, el conjunto que los hermanos Pablo, Daniel y Aarón Zapico crearon hace casi veinte años, vuelve al terreno de las danzas barrocas en su último álbum para Winter & Winter
La ficha
Concerto Zapico vol.2
Forma Antiqva. Winter & Winter
Es posiblemente su proyecto más personal. Los hermanos Zapico llevan desde 2007 insistiendo en sus particulares lecturas sobre danzas y patrones del Barroco español e italiano. En 2010 lo registraron por primera vez en el que entonces era su segundo trabajo para el prestigioso sello alemán Winter & Winter. Ocho años después, a aquel exitoso Concerto Zapico le ha salido una segunda parte. Hablo de ello con Aarón Zapico, que está en Málaga ensayando con la Joven Orquesta Barroca de Andalucía el Dido y Eneas de Purcell que se presentaba en el Teatro Romano de Málaga los pasados 11 y 12 de julio, y que me pide que entienda su discurso como compartido por sus hermanos Daniel y Pablo.
–¿Qué se cuenta de nuevo en este Concerto Zapico 2?
–Más que algo nuevo es una evolución, no creamos de un día para otro el programa. Durante todos estos años fuimos probando, añadiendo, quitando piezas. Y hace como cuatro nos dimos cuenta de que podíamos presentar ya un segundo volumen en disco. Stefan Winter nos dijo que era mejor dosificarlo. Metimos por el medio otros programas, pero ya tocaba. Es una evolución, en la que posiblemente pueda hallarse algo más de madurez, más refinamiento, está también, fantástico y maravilloso, David Mayoral con la percusión. Además, en el primer volumen había algún tiento, alguna tocata, aquí son todo patrones de danza.
–¿Qué es el estilo Zapico?
–Nunca pretendimos que hubiera ni un sonido ni un estilo Zapico. Si te fijas en tener un sonido, un estilo concreto es que te estás comparando con otros estilos u otros sonidos. Intentamos trabajar sin orejeras, viendo lo que ocurre alrededor, pero con una mentalidad clara de lo que queríamos, de poner el listón donde queríamos, de editar las partituras, de cómo tocarlas, de utilizar ciertos efectos, de hasta dónde usar criterios históricos..., esa es nuestra metodología. De estilo Zapico empezó a hablar Stefan, un poco por el alto grado de exigencia que nos imponemos, que a veces incluso nos impide hacer ciertas cosas, llegar a ciertos proyectos. Stefan se reía de ese afán por dejarlo todo perfectamente hecho.
–¿Qué hay de libertad y qué de auténtico en lo que hacen?
–Es algo que me estoy empezando a dejar de plantear. Hace poco hicimos Los Elementos de Literes en la Fundación March. La partitura es estéticamente maravillosa, pero prácticamente no tiene anotaciones, es casi un guion. Y estos guiones te los encuentras por todo el Barroco, ya sea en Literes, en una suite de Bach, en este Dido y Eneas o en cualquier fandango o folía que quieras hacer. ¿Es posible tocar esta música sin la injerencia del intérprete? No. ¿Hasta qué punto incurres en una modernización del pasado? La línea es muy fina. Nosotros tenemos muy claro cuál era el modus operandi de la época en que fue escrita esta música, cómo tocaba Kapsberger la tiorba, qué elementos usaba cuando hacía el continuo, qué anotaciones hay del continuo de la época, qué ornamentos... Tenemos muy clara la praxis histórica y la enorme libertad de la época, los pocos dogmas que existían. Deseamos tener ese mismo tipo de libertad. Creo que somos respetuosos, honestos con la partitura, pero tampoco negamos que somos gente del siglo XXI, que tenemos ciertas influencias y trabajamos para gustar al público.
–El movimiento auténtico parece pendular entre dogma y libertad. ¿En qué momento se halla ahora?
–Al principio, la autenticidad era el fin. Esta cosa un poco luterana de Harnoncourt y Leonhardt, que era completamente lógica, porque había que separarse del concepto romanticoide con el que se interpretaba la música antigua, pero luego aquello se fue pasando. Y como en cualquier movimiento artístico de la historia, hubo diversas maneras de romper con el pasado. La interpretación es algo vivo y siempre tiene que ser así. De vez en cuando, hace falta algo como L’Arpeggiata. Sus primeros discos los quemaba. Aprendí muchísimo de ellos. Aquel sonido del continuo en La Tarantela creó escuela. Como Il Giardino Armonico con su Vivaldi. A lo mejor L’Arpeggiata ahora se ha pasado un poco de rosca, pero era necesaria, como es necesario un Currentzis, que de repente te hace una ópera de Mozart y te deja patidifuso. La interpretación tiene que evolucionar y necesitamos mayor tolerancia con su maleabilidad, y por eso es importantísimo que el profesor de conservatorio esté en activo como intérprete, porque las formas están cambiando continuamente. Yo miro mi partitura del Dido que acabo de hacer hace cuatro meses con la JORCAM en el Real, y claro la línea es igual, pero hay matices que ya hago distintos. Falta flexibilidad en el público y en la crítica. A ti te puede gustar una cosa u otra, eso está bien, pero lo que no se puede ser en el arte es inflexible. Normalmente detrás de una actitud cerril, hay un ignorante que se rodea de una muralla para que no pasen los conocimientos. No podemos estar continuamente mirando a lo que se hacía hace 30 o 50 años. Yo me fijo, por ejemplo, en ese joven prodigio sevillano, Juan Pérez Floristán, un pianista maravilloso, pero compare su estética, su forma de comunicar en las redes o de tocar con cualquier pianista de hace sólo diez años. Además, la autenticidad es una cosa y el buen gusto, otra. A veces se cae en excentricidades que no son sino vulgaridades. A veces se habla de autenticidad cuando es simple cuestión de buen gusto.
–Con el crecimiento del trabajo individual de cada uno, ¿encuentran tiempo los hermanos Zapico para sus proyectos comunes?
–Una vez al año, dos como mucho, hacemos conciertos no todo lo preparados que nos gustaría. No son conciertos del trío, sino proyectos mayores, en los que no suele haber mucho presupuesto. Aunque salgan bien y la gente te aclame al final, son tan dolorosos, es tal la sensación de engaño, de falta de honestidad, que no nos gustan. Por eso procuramos evitarlos y que todo lo que hacemos esté suficientemente trabajado. Si quiere es parte de ese estilo Zapico: todas las partituras las editamos nosotros, todos los que van a tocar con nosotros las reciben con el cifrado, las dinámicas, las articulaciones, los tempi..., con lo que el primer ensayo ya no supone empezar de cero. Además nos gusta ser fieles con los colaboradores: hay gente que lleva quince años tocando con nosotros. Y luego también tenemos esa idea, que es casi obsesión, de que nosotros seamos los peores del grupo.
–A largo plazo, hay la idea de un Beethoven muy teatral y apasionado, pero también queremos volver a Vivaldi. Uno de nuestros grandes éxitos fueron Las cuatro estaciones; entendimos bien la obra, se nos da bien ese tipo de teatralidad. Nos gustaría un disco de Forma Antiqva potente, grueso, grande, pero como está el mercado del disco, ya veremos.
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