El parqué
Jornada de subidas
Ópera en 4 actos que supone el final de la reforma operística de Gluck. La clásica escenografía, coproducción de The Metropolitan Opera, New York y de Seattle Opera, Whashington, con una iluminación de predominio marrón-rojizo, de aires tenebrosos, creó una atmosfera idónea y eficaz. Hay momentos iniciales espectaculares, como el descenso de Diana para rescatar a Ifigenia niña. La división del escenario en tres compartimentos permitió las yuxtaposiciones escénicas y facilitó un resultando dramáticamente convincente. Algunos detalles, como el foco sobre el protagonista en acción, resultó un sello inconfundible del Metropolitan. La dirección escénica fue eficaz mostrando un gran dinamismo, destacando el trabajo coreográfico del ballet.
Iphigénie en Tauride fundamentalmente es una ópera para soprano y Violeta Urmana cantó con solvencia el papel de Iphigénie. Su voz rotunda y dramática expresó con trágica grandeza su personaje. Destacar su aria 'Ô malheureuse Iphigénie'.
Plácido Domingo, artista por excelencia, es el cantante total. No importan los años, es un animal de escena y todo se transforma con su presencia. Su personaje, escrito inicialmente para barítono con unos importantes agudos, gana con su voz vigorosa y llena de expresividad. Domingo logró con sus magníficas dotes vocales y escénicas una gran interpretación.
Ismael Jordi, debutante en la sala principal del Palau, fue la gran sorpresa. Su voz es muy adecuada para su personaje, Pylade. La sentida interpretación del aria 'Unis dés la plus tendre enfance', uno de los pasajes más bellos, delicados y melódicos de la obra, contrastó con su interpretación en el aria final del tercer acto 'Divinité des grandes âmes', donde Jordi cantó con bravura y con tintes heroicos. Su fraseo elegante, perfecta dicción, adecuado volumen, mostrado en los dúos y tríos con Domingo y Urmana, y su impactante presencia escénica fueron sus principales valores. En los dúos, Domingo y Jordi, se compenetraron perfectamente (uno la fuerza, el otro la musicalidad), compensando la posible pérdida de contraste en estos dúos escritos, inicialmente en la versión francesa, para barítono y tenor. El resto del elenco fue adecuado para la importancia de su papel.
El coro de Cambra Amalthea, dirigido por David Gálvez, resolvió de forma sobresaliente su importante papel musical y teatral. La Orquesta de la Comunitat Valenciana, algo reducida de elementos para adecuarla a la obra de Gluck, cumplió sobradamente, sin llegar a la perfección de otras ocasiones, a cargo de la batuta de Patrick Fournillier. Los clavecines no destacaron adecuadamente, quizás por el exceso de volumen del resto de la orquesta.
Plácido Domingo, Violeta Urmana e Ismael Jordi fueron largamente ovacionados y vitoreados por un público entregado, tras la magnifica representación operística.
Después de la representación fue ofrecido un cóctel por la intendente del Palau de les Arts, Helga Smidth, en honor de los artistas, en el cual el presidente de la Generalitat Valenciana, Francisco Camps, felicitó al tenor jerezano Ismael Jordi por su magnifica actuación.
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