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Asta Regia, el desarrollo de un reino Turdetano (I)

Cuaderno de excavaciones de Manuel Esteve.

17 de mayo 2011 - 05:00

La ciudad de la historia

EN el siglo VI a.C. tres pueblos se disputaban la hegemonía del Mediterráneo Occidental. Por un lado los griegos de Focea, que en su expansión colonial habían llegado hasta las costas de Iberia buscando los metales de Tartessos; por otro lado los púnicos, que habían convertido a Cartago en el nuevo poder del norte de África. Y, finalmente los etruscos, que se habían hecho fuertes con el control de las minas de hierro de la isla de Elba, en Italia, en un momento en que Roma es aun una pequeña ciudad estado dominada por ellos. Pero hacia 535 a.C., en Alalia (Córcega) etruscos y cartagineses se enfrentan a los focenses (Herodoto, I, 166- 167). A pesar de lo oscuro de los datos, sabemos que los focenses fueron desplazados de sus posiciones, y que los años posteriores a Alalia reflejan al menos tres cambios importantes que afectan al sur de la Península Ibérica

1. El área de influencia cartaginesa se extiende en Occidente, llegando hasta la vieja colonia fenicia de Gadir.

2. El estado de Tartessos se extingue, atribuyéndose este hecho a la acción de Cartago en el sur de la Península Ibérica.

3. Finaliza el comercio focense en las costas de Andalucía Occidental. Pero entre 450 y 340 a.C. se constata de nuevo la presencia de productos atenienses en Iberia, transportados en barcos griegos y púnicos, coincidiendo con el desarrollo naval ateniense de la época de Pericles y del II Imperio.

Este es un marco de referencia necesario para entender cuál es la realidad histórica del S.W. peninsular tras la desaparición de Tartessos. Un momento en el que las fuentes literarias y arqueológicas nos hablan de la aparición de numerosas ciudades - estado que denominamos turdetanas. Sin embargo, este espacio turdetano convive con los elementos púnicos y griegos surgidos tras Alalia: y esto es algo que puede certificarse en el solar gaditano.

Un vistazo a la Geographia de Ptolomeo nos permite rastrear en el tiempo las áreas de influencia de estos elementos (turdetanos, púnicos y griegos) en la zona. En la costa se constata la omnipresencia del Gadir púnico (Ptol. II, 4, 13) al que se suman una serie de asentamientos bástulos, que también Ptolomeo denomina púnicos, en el sur (Ptol. II, 4, 6): Barbesola, Carteia, Menlaria y - sin duda- Baelo (aunque este último haya sido transpuesto a la lista de los turdulos). En el interior, asentamientos turdetanos (Ptol.II, 4, 10), destacándose entre ellos Nabrissa, Iptuci, Asido, Asta y Carissa. En última instancia, en Ptol. II 4, 5 se menciona a los Túrdulos, con Portus Menesthei, el puerto de Menestheo, en Gadir, abierto al tráfico de las mercancías griegas, y que, como nos indica el topónimo, nos remite al héroe ateniense que dirigió a los atenienses a la guerra de Troya (Homero, Ilíada II, 546).

Y aquí citamos por primera vez a Asta. Un enclave que ya existía desde mucho antes, y cuyo poblamiento se prolonga, a juzgar por los restos arqueológicos, hasta el Bronce Final, en torno a 1200 a.C. Este enclave fue favorecido precisamente por su situación, junto a la desembocadura del Guadalquivir, como punto de control de los cargamentos de metales que, desde las minas de Cástulo - y a través del Guadalquivir - y desde las riberas onubenses del Lago Ligustino, llegaban hasta Gadir, desde donde se remitían al Mediterráneo oriental. Esta era, al menos, su razón de ser en el denominado período orientalizante de Tartessos desde el siglo VIII a.C.

Pero aquí lo que nos interesa, y sin menoscabo de las etapas anteriores, es el Asta postartésica, el Asta turdetana surgida tras la desaparición de Tartessos. Y debemos comenzar admitiendo que desde este momento su pujanza dependía de sus relaciones comerciales con Gadir y su apogeo coincidirá también con el impulso del Portus Menesthei gaditano, como se adivina en el texto de Estrabón (Str. III, 1, 9) que cita los tres puntos relacionados

Hay que añadir que, después de Alalia, el tipo de relaciones comerciales que introducen cartagineses y griegos en el Mediterráneo Occidental da prioridad al intercambio de materias primas por manufacturas, y que es esto lo que explica que los mercados de Occidente se llenen con la presencia de abundante cerámica púnica y griega, así como que se puedan detectar productos del S.W. peninsular en aquellas. Baste recordar al respecto, con D. Ruiz Mata, la presencia de salazones de Gadir en los mercados de Atenas desde el V a.C., como consecuencia de esta crisis del metal .

Este importante cambio en la actividad comercial se refleja en el auge de una nueva clase mercantil, que sustituye a la vieja aristocracia tartésica y que impulsa a su vez el desarrollo de Gadir como polis: una ciudad que se urbaniza y en la que se definen nuevas instituciones de gobierno. Seguramente, como estaba pasando entonces en otros núcleos turdetanos que, como Asta, van a entrar en la órbita de influencia de Cartago.

Como observó O. Arteaga, Gadir venía desarrollando desde hacía tiempo alianzas de tipo político y económico con las ciudades púnicas de la costa andaluza. También lo había hecho con Tartessos y luego lo hará con la propia Cartago. Estos acuerdos comerciales, muy en boga después de Alalia en el Mediterráneo occidental, contemplaban cláusulas muy diversas, pero fundamentalmente determinaban áreas de influencia. Gadir pactó con las ciudades púnicas de la costa andaluza (desde Baria hasta Baelo), y al hacerlo establecía en la región un nuevo tipo de relaciones que contemplaba no solo la cantidad de producción para exportar, que evidentemente favorecía a las ciudades productoras que la vendían, sino incluso el aporte de mano de obra indígena para esta explotación de minas y tierras en régimen de servidumbre.

Asta se ve inmersa en esta nueva dinámica comercial, siendo, como había sido, una de las ciudades turdetanas más poderosas. Su propio nombre parece vincularse con el griego Asty (ciudad capital), y el epíteto latino Regia que los romanos conservaron de ella (Plinio,. N.H. III, 11) hace pensar en el importante papel que había tenido como centro político - administrativo de una de las múltiples monarquías que surgieron con la caída de Tartessos. Eso sí: la institución real no debe entenderse al modo de las grandes monarquías del oriente helenístico coetáneo sino más bien como lo que en el mundo griego habían sido las polis aristocráticas, ciudades estado que controlaban un territorio alrededor, más o menos extenso, en base al dominio de una aristocracia guerrera que sostenía a un régulo: un guerrero más que reina por la fidelidad de una aristocracia que recibe el dominio de las tierras y la percepción de rentas agro pecuarias de ellas derivadas, y de un ejército mercenario que recibe su paga. A su vez, la población de estos estados se reparte en aldeas dependientes de la aristocracia, a la que deben prestaciones de trabajo o servicios sin llegar a ser sometidas a esclavitud. Un régimen de dependencia que caracterizaba la organización social y económica de los estados turdetanos.

Así es como empieza a definirse el reino de Hasta: una ciudad - estado que de ahora en adelante quedará a merced de las intervenciones de las potencias mediterráneas en el sur de la Península Ibérica.

Fco. Antonio García Romero

Eugenio J. Vega Geán

Centro de Estudios Históricos Jerezanos www.cehj.org

Jesús Montero Vítores. CEHJ

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