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Diario de las Artes
La fotografía, como cualquier manifestación artística, mantiene un continuo proceso evolutivo. No es la misma fotografía la que hacían los grandes de las primeras décadas de la anterior centuria que la que se hizo más tarde cuando a los santones del arte les dio por una fotografía y por unos fotógrafos que, a veces, muchas veces, dejaban mucho que desear. Con las nuevas tecnologías el problema se agravó y cualquiera con una cámara en las manos – después con el móvil – no sabía qué hacer y, ante la avalancha manifiesta de advenedizos ejecutores de muy poco y con tan con pobres resultados, el propio estamento fotográfico tuvo que armarse de valor y cubrir de sensatez una expresión artística que, claramente, se les iba de las manos. Ahora parece que las aguas han vuelto a su cauce natural y los aficionadillos se han olvidado de que son supremos artistas y, sonrojados, han guardado sus máquinas. Eso está muy bien; es lo que necesitaba la buena fotografía, que siguiera siendo un arte de verdaderos artistas y no de enterados jugando a lo que no saben.
Hay, no obstante, muchos jóvenes con verdadera intuición fotográfica, con dimensión y sentido artísticos y a estos hay que seguirlos y tenerlos en cuenta. Decía el recordado y querido Adrián Fatou que dos jóvenes – cuando lo decía eran, efectivamente, muy jóvenes -, Patri Díez y Fran Núñez eran los verdaderos abanderados de la gran fotografía en Jerez. Este que esto les escribe lo suscribe absolutamente. Patri Díez está afincada en Granada, trabajando profusa y profundamente la fotografía y exponiendo con éxito por salas y galerías – en estos momentos en una de las más emblemáticas de la ciudad de los Cármenes, La Empírica -. Por su parte, Fran Núñez es, actualmente, uno de los grandes de la fotografía analógica. Junto a ellos, otros, están apareciendo y pisando con fuerza en un territorio abierto en el que no es oro todo lo que reluce.
En la Sala Paul, se ha presentado esa nueva fotografía que rompe los moldes tradicionales y abre perspectivas. Candela Núñez presenta su proyecto fotográfico “Amarelia”, que me ha parecido de lo más interesante por muchas cosas. Lo primero es que se trata de una fotografía valiente, diferente; me atrevería a decir que hasta un poco transgresora. Algo de lo que está necesitada la fotografía al uso, harta de que todos hagan casi lo mismo, vayan a donde todos y mantengan intacto el espíritu de lo que otros hicieron infinitamente mejor.
Candela Núñez fotografía una historia de hoy; lo hace sin rodeos, marcando distancias, asumiendo riesgos y adentrándose por terrenos complicados y de bastante complicación. Lo hace sin dudar, con entidad creativa. Cada foto es un trocito de historia; una viñeta de vida que cuenta lo que pasa directamente, sin intermediarios; que se abre en canal para manifestar una realidad pura y dura de la propia existencia cotidiana, de la juventud reinante, del modo de vida que los jóvenes exteriorizan sin complejos.
Además, la joven artista nos sitúa en una posición técnica muy bien trabajada, llevando la mirada a la exacta dirección para que el espectador se implique en la propia realidad que se ofrece. Es, asimismo, el establecimiento plástico de una historia en proceso; una historia que descubre lo real, que incita a implicarse en ella, que abre cauces para que por ella se actúe y se determine el camino a seguir. Me parece importante la realidad artística de estos jóvenes con una fotografía activa y actuante; una fotografía de acción, que no se queda en los márgenes sino que se abre a un mundo vital en absoluto avance. Candela Núñez está en ese buen camino.
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