Caballero Bonald

Lectores sin remedio

José Manuel Caballero Bonald
José Manuel Caballero Bonald
José López Romero

03 de julio 2021 - 03:00

Pasado ya un tiempo prudencial, el que dista del dolor a la aceptación resignada de la pérdida, tiempo en el que los escritores ya reposan en sus obras, a disposición, como siempre lo están, de los lectores, quiero, si me lo permiten, contar mis encuentros con la obra de J.M. Caballero Bonald.

No sé si fue antes la lectura de ‘Dos días de setiembre’, en la edición de Argos Vergara (1979) o de ‘Selección natural’ la antología al cuidado del propio Caballero que publicara la editorial Cátedra allá por 1983, mis primeros encuentros, lo cierto es que son dos lecturas a las que les he sacado un buen partido, pues la novela fue la protagonista de una de la sesiones del club de lectura de la biblioteca municipal, y algunos poemas de aquella selección (“Espera”, “Nombre entregado”…) se los leo todos los años a mis alumnos en un intento, siempre desesperado, de que pongan al menos un verso, un poema en sus vidas. Más tarde el buen criterio que ahora falta hizo de ‘Toda la noche oyeron pasar pájaros’ lectura obligatoria de aquel tan recordado C.O.U., y así nuestro alumnado pudo disfrutar, si eso es posible cuando la lectura se impone por decreto, de la prosa de Caballero. Y con una periodicidad que no entendía de plazos fijados, sino de gustos y oportunidades, fui adentrándome en el universo narrativo de Caballero en torno a los paisajes de la baja Andalucía: ‘Ágata, ojo de gato’ (de la que conservo una edición de Bruguera, 1977), ‘Campo de Agramante’ y ‘En la casa del padre’, que también propuse con éxito para otra sesión de mi querido club.

Y para entender mejor al escritor y también a su obra dos textos, uno leído y otro en consulta, tengo a mano por si falta me hicieran: ‘La costumbre de vivir’, el segundo volumen de sus memorias, y el estudio que le dedicara a sus novelas José Juan Yborra Aznar titulado ‘El universo narrativo de Caballero Bonald’ (Diputación de Cádiz, 1998), el mismo excelente investigador que publicara en la revista ‘Trivium’ (nº 10, 1998) el artículo “Suma bonaldiana, aproximación a los títulos bibliográficos sobre la obra de creación de José Manuel Caballero Bonald”.

Y por supuesto, tan a la misma mano, a tiro de brazo, tomo de vez en cuando de la estantería su ‘Somos el tiempo que nos queda’ y leo algunos poemas, sueltos, los que el azar pone ese día ante mis ojos, y termino siempre por releer aquel “Espera” (“Y tú me dices / que tienes los pechos rendidos de esperarme, que te duelen los ojos de estar siempre vacíos de mi cuerpo, / que has perdido hasta el tacto de tus manos / de palpar esta ausencia por el aire, / que olvidas el tamaño caliente de mi boca…”) y, por supuesto, “Nombre entregado” (“Tú te llamabas tercamente Carmen / y era hermoso decir una a una tus letras, / … Ahora es de noche y tú no tienen nombre, / a nadie pertenecen tu voz, tus adjetivos, / mientras cae la lluvia / mansamente y es más torva la vida / cuando al llamarte sé que ya no tienes nombre…”). Y cuando termino de leer estos versos siempre hago el propósito de leérselos al día siguiente a un grupo de alumnos, para que pongan al menos por un día un poema en sus vidas. Y cuando los leo en clase siempre se produce el milagro: el silencio.

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Naomi
Naomi

Naomi

Junichiro Tanizaki. Debolsillo, 2012.

Hace unas semanas reseñaba su ‘Elogio de la sombra’ en esta misma página, un ensayo sobre los que Tanizaki consideraba los rasgos más definidores de la cultura y las costumbres de Japón. En esta ocasión reseñamos una de sus emblemáticas novelas (entre las que destacan títulos como ‘Hay quien prefiere las ortigas’ o ‘La llave’). Las relaciones maestro-alumna que establecen el Sr. Kawai y la aparentemente ingenua Naomi es el punto de partida de esta narración que se va complicando a medida que la muchacha va tomando la iniciativa y, sobre todo, deja al descubierto que bajo esa aparente inocencia solo se esconde una joven caprichosa y egoísta, que traiciona la confianza y la adoración que por ella siente su mentor, para quien se ha convertido en un verdadero suplicio, en un tormento. Una novela muy característica de un autor ya convertido en uno de los grandes clásicos de la literatura japonesa. J.L.R.

Termiteros de la sabana
Termiteros de la sabana

Termiteros de la sabana

Chinua Achebe. Debolsillo, 2014.

Chinua Achebe (Ogidi, sureste de Nigeria, 1930 – Boston, 2013) está considerado uno de los grandes escritores africanos del siglo XX, no solo por su compromiso político y cultural con su conteniente, sino porque en sus novelas denuncia la corrupción generalizada, los crueles y sanguinarios regímenes totalitarios que se han ido sucediendo a lo largo de la historia más reciente de los países africanos. ‘Todo se desmorona’ fue su primera novela, con la que obtuvo el reconocimiento internacional. ‘Termiteros de la sabana’ es una novela política. Sus tres protagonistas, los dos amigos Ikem y Chris, y Beatrice (novia de este último) desempeñan cargos políticos, sobre todo por su amistad (los dos hombres) con el presidente del gobierno. Pero cuando Ikem denuncia ciertas injusticias del poder, el destino de los personajes se tuerce drásticamente. El discurso del anciano de Abazon en el capítulo 9 es excepcional. Muy interesante. J.L.R.

El tiempo de los regalos
El tiempo de los regalos

El tiempo de los regalos/Entre los bosques y el agua

Patrick Leigh Fermor. RBA (Bolsillo), 2017

Este libro es solo una muestra de un legado literario magnifico, un legado que nos dejó este autor, cuyo perfil se ajustaría como anillo al dedo al del auténtico aventurero. Sus hazañas más conocidas en muchos casos trascurrieron en el paisaje griego, durante la II G.M., donde luchó junto a la guerrilla frente a las tropas de ocupación alemana. Una vez transcurrida la guerra, sus crónicas viajeras desde los más recónditos lugares del planeta, fueron seguidas por infinidad de lectores entusiastas. Si finalmente, ahora que se inicia el estío y quizás con más tiempo para la lectura, deciden leer este libro, descubrirán no solo al Fermor adolescente que recorre a pie, como un vagabundo, la Europa de entre guerras desde la costa inglesa a Constantinopla, sino a la par al gran maestro de la literatura de viajes. R.C.P.

hombre al agua
hombre al agua

Hombre al agua

Javier Reverte. Plaza y Janés, 2021

Fallecido recientemente, Javier Reverte siempre será recordado por haber logrado aupar la literatura de viajes escrita en castellano a un lugar de privilegio. Sin embargo, fue también una gran novelista, prueba de ello es su trilogía sobre la guerra civil española o este ‘Hombre al agua’, su novela póstuma. Es ‘Hombre al agua’ una novela ambientada en un Madrid esperpéntico, y que contiene entre sus páginas una dura crítica social pero vestida de humor, en la mejor tradición de cierta novelística española. Su personaje principal, Desiderio, es un pícaro fascinante, y en su naufragio personal nos va presentando personajes de muy diversos estratos, también náufragos de la vida, en situaciones y escenarios delirantes, en un Madrid decadente símbolo de una sociedad aturdida. Muy interesante. R.C.P.

El ajedrez en la memoria

No podemos afirmar que nuestro país haya sido, y menos aún sea en la actualidad, un lugar donde el ajedrez haya alcanzado la popularidad que sin duda tiene en otros lugares. Y sin embargo este juego, definido equivocadamente como elitista por algunos, parece siempre haber estado muy presente aunque en un segundo plano en nuestras vidas. En muchos domicilios, muchas veces arrinconado, tenemos un tablero olvidado del que no recordamos cuándo lo adquirimos o para qué. En mi memoria recuerdo en el peregrinaje anual que todos los veranos realizaba mi familia a Los Barrios para pasar el verano, cuando aquella población era aún un pintoresco pueblo y no una ciudad dormitorio de Algeciras, aquel pequeño club de ajedrez en el que aprendí las reglas del juego siendo un adolescente. Luego vendría la adquisición de dos libros que aún conservo: ‘Tratado elemental de ajedrez’ de Ricardo Aguilera, pero sobre todo el ‘Lecciones de ajedrez’ de J.R. Capablanca, el gran maestro cubano, que con una prosa brillante introducía al lector en partidas míticas protagonizadas por grandes maestros, y al que atribuyo mi temporal obsesión por el juego, en el que nunca llegué a destacar. Aquel viejo libro me viene a la memoria tras leer el de muy reciente aparición ‘Cuentos, Jaques y Leyendas’, del profesor Manuel Azuaga, que rescata del olvido una serie de magnéticas historias, protagonizadas por personajes conocidos como Humphrey Bogart, Miguel de Unamuno, Nabokov o Stanley Kubrick entre otros, y donde el ajedrez es la pieza, nunca mejor dicho, principal. El año pasado leí con interés otro libro ‘El peón’ escrito por Paco Cerdá. En él se rescataba una vieja historia protagonizada por nuestro mejor ajedrecista hasta el momento, Arturo Pomar, aquel niño prodigio que al final de su carrera firmó unas tablas con el joven americano Bobby Fischer, en el campeonato mundial de Estocolmo de 1962. En fin, libros sobre un juego tan maravilloso como poco cuidado en este país, y que quizás contribuyan a llamar la atención de algún futuro genio de las tablas, aunque hoy aún ni siquiera conozca el movimiento de las piezas sobre el tablero. R.C.P.

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